“Hay dos personas estorbando el paso, además llevan una maleta. Somos inconscientes”, dijo alguien en el Metrobús. Era la voz grave de un hombre de la tercera edad, casi de tenor, engolada como de locutor de los años 50.
Los pasajeros que apenas ingresaban a la unidad en la estación Juárez no podían ubicar quién hacía el atinado señalamiento. Conforme avanzaron en el estrecho pasillo (bloqueado por la pareja de la maleta), ubicaron quién era: un señor de más de 60 años, moreno, cara redonda, pelo corto pintado con algunas canas, ojos pequeños y atentos, sentado plácidamente sosteniendo un bastón de madera.
Su tono no era de regaño o reclamo, sólo apuntaba lo que veía, y anunciaba lo que iba a suceder.
“Si el Metrobús no cambia su ruta, la próxima parada será Vocacional 5”, seguía resonando esa voz templada, profunda y tranquila.
Los pasajeros no parecían molestos; más bien estaban divertidos, entretenidos, pero sobre todo sorprendidos. Incluso agradecidos con la información.
La unidad de la Línea 4 ruta Sur (Aeropuerto-Buenavista) dio vuelta en avenida Bucareli, modificando su ruta original. El operador no avisó del cambio de camino, pero el atento cronista sí que lo hizo.
“Les recuerdo que la unidad no hará parada hasta la estación Museo de San Carlos. Así hagan berrinches, se paren de cabeza o griten, la unidad no se detendrá hasta Museo de San Carlos, que por cierto no forma parte de esta ruta, pero ahí sí podrán hacer ascenso y descenso de pasaje”, advirtió.
“La unidad avanzará derecho. Como dicen en mi pueblo: recto hasta topar con pared. Al llegar a la iglesia de San Judas Tadeo dará vuelta a la izquierda para incorporarse a la ruta norte de la misma línea”, apuntó.
En la capital del país circulan más de 500 unidades a diario que llevan a más de un millón de usuarios a sus destinos. Pero sólo en uno de ellos viaja que cronista del Metrobús.
El anciano es una especie de Waze vivo combinado que también entrega noticias del día, porque mientras el autobús esperaba en un semáforo, empezó a dar información como lo haría el titular de un noticiario radiofónico.
“Un comentario al margen: a partir de hoy, las gasolineras podrán cobrar lo que se les pegue la gana”, declaró contundente.
Los pasajeros (algunos indiferentes, otros divertidos) de pronto reaccionaron al unísono. Quienes viajaban acompañados de inmediato comentaron la noticia, los que iban solos hicieron algún gesto de desaprobación.
“Sí, necesitamos un Presidente que haga un cambio”, aseguraron un par de señoras que escuchaban atentas el relato del cronista y que creyeron oportuno hablar de las próximas elecciones. “Hoy amanecimos con mucho frío. Yo me vine bien tapado, aunque a esta hora ya está haciendo calor ¿verdad?”, siguió con los comentarios al margen del viaje.
Si en algún momento los usuarios pudieron creer que el cronista pudiera padecer alguna enfermedad mental o demencia senil, quedaba descartado. Tenía no sólo un conocimiento preciso del recorrido, sino una sensibilidad especial para la información del día y cómo darla.
“Por cierto, yo digo todo esto por una sola razón: yo hago este viaje siempre y me sé las estaciones. Mucha gente se sube y no sabe ni dónde está ni dónde bajarse, así que yo les ayudo”, aclaró para todos aquellos que mantenían alguna duda respecto a su cordura y el servicio que amable y gratuitamente prestaba.
“La siguiente parada es Museo de San Carlos. Si así lo necesitan pueden bajarse y caminar dos calles abajo para encontrar Reforma”, informó.
Algunos pasajeros bajaron de la unidad, algunos francamente absortos en sus cosas, pero otros con una leve sonrisa, con un brillo diferente en los ojos, conscientes de que lo que estaba sucediendo en ese autobús no era común.
“Es que siempre todos venimos con nuestra cara de palo, serios, sin decir nada”, dijo una de las pasajeras, “la verdad es que este señor hace muy ameno el viaje”.
“Estamos a punto de llegar a la próxima estación, Puente de Alvarado. Doblaremos a la derecha y sesenta metros después encontraremos la parada”, continuó el cronista con el relato del viaje.
“Esta estación ya forma parte de la ruta normal de esta línea. La estación está frente a una sucursal del Banco Bilbao Vizcaya Argentaria alias el Bancomer”, señaló con mucha precisión el narrador.
El trayecto de este reportero aquí terminó. Pero el cronista no bajó de la unidad. Posiblemente seguiría hasta la terminal de Buenavista, haciendo el relato del resto de las estaciones. En la estación Delegación Cuauhtémoc habrá hecho referencia al último tlatoani del imperio azteca, también habrá referido que la unidad pasaba junto a la sede nacional del PRI.
Más adelante, en la terminal Buenavista habrá recordado que hace muchos años aquella terminal (hoy centro comercial y base del tren suburbano), era el sitio de llegada y partida los trenes de Ferrocarriles Nacionales. El cronista del Metrobús, dicen otros usuarios, se mueve en al menos las Línea 1 y 4, así que, en algún momento, podría abordar su unidad y amenizar el trayecto.