Ante los ataques violentos que viven las mujeres trans en la Ciudad de México, hay voces que promueven que el término transfeminicidio sea tipificado, con lo que habría una clasificación específica en el Código Penal local; sin embargo, hay quienes difieren de esta inclusión por las complicaciones que podría traer la acreditación de casos.
A pesar de que el asesinato de Paola Buenrostro, ocurrido en 2016, derivó en una recomendación de la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México para la no repetición de casos como éste, los ataques a las mujeres trans no han cambiado y hay un peregrinar en las denuncias ante la Fiscalía General de Justicia, coinciden activistas, quienes manifestaron que la violencia que ejercen hacia ellas es notable porque siempre es extrema.
➡️ Es difícil acreditar la violencia intrafamiliar en la CDMX
En el país no hay una cifra real del número de asesinadas dentro de este sector en los últimos años, debido a que, en muchos casos, la noticia criminal refiere que se trataba de un hombre vestido de mujer. Además, el término transfeminicidio ha sido acuñado desde el tratamiento del tema a nivel social, pero no hay un protocolo especial para su investigación, más allá de que se aplique la perspectiva de género, cosa que en muchos casos tampoco ocurre.
En la capital del país, caracterizada por ser pionera en políticas públicas enfocadas a las poblaciones LGBTTTIQ+, el Observatorio Nacional de Crímenes de Odio contra Personas LGBT tiene un registro de ocho asesinatos contra mujeres trans ocurridos de 2018 a 2021. De los años previos no hay información disponible, según muestra el Observatorio.
Denunciar un transfeminicidio en la Ciudad de México es un proceso que no se desea a nadie, afirmó Kenya Cuevas, activista y fundadora de la Casa de las Muñecas Tiresias, al recordar cuál fue la reacción de las autoridades cuando denunció el homicidio de Paola Buenrostro. Comentó que, en ese momento, se enfrentó a un sistema sin empatía ni sensibilidad y claramente discriminatorio.
Sin embargo, considera que la lucha tiene sus primeros resultados, entre ellos dar otro tratamiento a las víctimas directas e indirectas bajo el reconocimiento, por parte de las instituciones, de los transfeminicidios.
En entrevista con El Sol de México, explicó que el concepto del transfeminicidio se basa en el “por ser trans me están matando” y es necesario que se diferencie, porque la violencia no es igual a la que viven las mujeres cisgénero o los hombres LGBT. Con ese fundamento, recordó que la Casa de las Muñecas Tiresias, en conjunto con el diputado local de Morena, Temístocles Villanueva, crearon la iniciativa de Ley “Paola Buenrostro”, para tipificar el delito de transfeminicidio.
Según la propuesta, el transfeminicidio sería aquel que se cometa en contra de una mujer trans, por razones de identidad de género o expresión de género.
Leah Muñoz, activista transfeminista, explicó que el movimiento actualmente mantiene una discusión sobre qué se quiere hacer respecto al término transfeminicidio porque, por un lado, su reconocimiento en lo legislativo implicaría un castigo para quien lo cometa, lo que se consideraría una victoria; pero, en relación con cómo debería integrarse como categoría en la investigación de los casos dificultaría determinar cuáles son las verdaderas causas del hecho.
Y es que no es cierto que todas las mujeres trans mueran por la misma causa. Ejemplificó el debate con un caso ocurrido en Argentina, en el que la activista Diana Sacayán fue asesinada por su pareja.
“Ella era una mujer trans asesinada por su pareja y esto abrió un debate, porque decían ‘bueno, esto fue un transfeminicidio-allá le llaman travesticidio- o fue un femicidio, como ahí le dicen. Y ¿por qué abrió este debate? Porque lo que aquí se quería ver era si las causas de su muerte fueron por ser trans o porque su pareja, que la reconocía como mujer, la había asesinado como a cualquier otra de las mujeres”, explicó.
Geraldina González de la Vega, presidenta del Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México, argumentó que la experiencia penal en los tipos tan específicos construidos a partir de fenómenos sociales, como lo sería el transfeminicidio, han resultado muy complicados a la hora de traducirlos a la técnica penal. Crear delitos específicos, de repente complica los juicios a los fiscales o a los jueces y juezas.
“Lo vemos con el tipo penal de feminicidio, que de repente cuesta mucho trabajo acreditarlo y eso, inclusive, puede tirar el caso completo”, señaló.
Al considerar al transfeminicidio, lo mejor sería que el tema formara parte de una capacitación específica para los Ministerios Públicos, peritos y la policía de investigación, con el fin de que comprendan el fenómeno.
La invisibilización
Matar a una mujer trans es igual que matar a un perro, a veces ni eso, porque cuando la gente se entera de que alguien trata con saña a un animal, hasta provocarle la muerte, persiguen al responsable, lo linchan. En cambio, si eso pasa con las mujeres trans es como si no pasara nada, relatan Erika Ivonne Villegas y Lola Dejavu Delgadillo, ambas activistas de la Agenda Nacional Política Trans de México.
En el marco del Día Internacional de la Mujer, Erika Villegas, quien ha sufrido diversos intentos por desaparecerla, manifestó que la violencia hacia las mujeres trans es muy notable porque es extrema, exagerada.
“Nos cortan los pechos, los genitales, nos marcan, nos han cortado en pedazos y tirado en la calle como si no fuéramos nadie. A la mayoría de la gente que hemos estado de activistas, si no han sido unas cuántas veces por no ponerle número, que nos han querido desaparecer”, señaló en entrevista con El Sol de México.
Remembró que, en el caso de Paola, el responsable fue detenido y los argumentos para dejarlo en libertad versaron en lo ridículo y así se han repetido más asesinatos.
A la desatención de las autoridades, se suma el cansancio de las familias de las víctimas o incluso su resistencia a creer que son mujeres y no hombres quienes perdieron la vida, al grado de que ya en el féretro piden que los vistan de hombres y les pongan su nombre de nacimiento. “Hemos tenido que sacarlas de un ataúd para vestirlas de mujer, porque las compañeras así querían ser muertas”, dijo.
Expuso que, desde el activismo, se ha logrado mucho gracias a su insistencia; sin embargo, las muertes siguen en pie, hubo un momento en que salir cada fin de semana implicaba un riesgo de muerte inminente para ellas, como si al exterior se les negara el derecho de vivir tranquilas.
Lola Delgadillo expresó que, durante mucho tiempo, el mensaje institucional por matar una mujer ha sido “no te van a hacer nada”, sin importar que la destazaran, que le quitaran la carne, no importa que la hayas asesinado, no te va a pasar nada”, y si es una mujer trans es peor.
Comentó que, en la Ciudad de México la administración pasada hizo un protocolo interinstitucional de atención para el reconocimiento de los feminicidios trans con características específicas, el cual no se retomó en el Gobierno actual.
Kenya Cuevas manifestó que en la capital, a pesar de ser una ciudad avanzada en derechos, los cambios han sido lentos y no han impactado a las instituciones.
Sostuvo que las mujeres trans viven la misma violencia que sufren todas las mujeres; pero le suman cuestiones relacionadas con derechos humanos fundamentales, como al trabajo, a la salud, a la vivienda y a la educación. En consecuencia, su promedio de vida es de 35 años, a nivel mundial.
“Tenemos una interseccionalidad de violencias, históricamente y desde el momento en que lo decida ser, se le violenta su derecho al trabajo, a la salud, a la vivienda, que son derechos vitales y fundamentales. Estos espacios donde violentan a mujeres trans hacen que las mujeres se enfrenten a círculos deficientes, sistemáticos en la sociedad, los cuales son donde nos permiten estar: el trabajo sexual es uno de ellos, el estilismo es otro, el show travesti en los antros gays en las madrugadas también es otro, las labores domésticas y trabajos informales son los únicos que pueden resguardar nuestro derecho al trabajo”, detalló.
El trabajo sexual es al que recurren 80 por ciento de las mujeres trans que enfrentan la falta de oportunidades laborales y en él surgen otro tipo de demandas y necesidades para ejercerlo, como el consumo de sustancias, involucramiento con el crimen organizado, la violencia social y la ejercida por parte de los policías.
Inclusión en el movimiento feminista
Al interior del movimiento feminista en la Ciudad de México hay grupos que rechazan la inclusión de mujeres trans, debido al “borrado de mujeres”, término que usan para referirse a la peligrosidad que ellas les representan. Villegas aseguró que ese bloque no defiende a las mujeres trans ni a las trabajadoras sexuales, porque las tachan de denigrantes.
Al respecto, “Clarice”, quien se autodefine como feminista, opinó que el feminismo se caracteriza por ser un movimiento que cuestiona todo, incluso a su propia ideología. En ese sentido, consideró que la resistencia de feministas a incluir a las mujeres trans en sus espacios tiene que ver con que, en muchos debates, notan que algunas compañeras trans incurren en prácticas típicamente machistas, debido a que fueron socializadas como hombres.
En entrevista con esta casa editorial, señaló que hay una nueva ola de violencia misógina que se genera hacia las posturas críticas, por respetuosas y sensatas que sean, en relación con el fenómeno social que rodea a las mujeres trans.
“Parecería estarse convirtiendo en un tema tabú e intocable, incuestionable en el mismo tenor que cotidianamente lo son el tío o el papá violador al ser denunciados por mujeres ante sus familias. ¿Por qué se parecen tanto estos dos fenómenos, ligados al silenciamiento y el linchamiento social de mujeres? Porque de pronto dentro del feminismo, que es el movimiento social crítico por antonomasia, el tema de las mujeres trans aparece como intocable, el incuestionable”, dijo.
También por su sociabilización como hombres, argumentó, las mujeres trans caen en prácticas típicamente machistas que las feministas llevan años trabajando para erradicar de sus espacios, por ejemplo, el avasallar a quienes participan en los debates, arrebatarles las palabras, acaparar el micrófono o pronunciarse sobre violencias que no les atañen, por ejemplo, la explotación de mujeres con base en las llamadas maternidades subrogadas.
Otro motivo es la aparición en colectivas de casos en que mujeres trans agreden física o sexualmente a compañeras.
“Yo le atribuiría toda esta violencia, y el rechazo que viene en respuesta por parte de muchas feministas, a la violencia machista. Y no, definitivamente no creo que este tipo de violencia ni ninguna otra deba ser parte del colectivo feminista”, sostuvo.
Leah Muñoz señaló que el discurso de exclusión surge de una corriente que data de hace casi 50 años, que calificaba a las mujeres trans como “drones del patriarcado”, porque pretendían inmiscuirse. Actualmente, se retoma el discurso con la idea de que son hombres que quieren ocupar espacios que les pertenecen a las mujeres, el llamado borrado de mujeres.
Expuso que sí bien hay grupos transexcluyentes, hay otro gran sector que impulsa que el movimiento feminista recupere la integración de las mujeres trans que hasta antes del 2017 no estaba puesto en cuestión.
Muestra de ello es que, en la marcha de este año, organizada por la Coordinación 8M donde hay alrededor de 100 organizaciones, el cartel muestra la bandera trans.
Sobre el tema, la titular de la Copred manifestó su preocupación por las expresiones que rechazan la inclusión de las mujeres trans, porque éstas validan las violencias que viven. Lanzó un llamado a considerar que las mujeres somos diversas y vivimos distintos modos de opresión.
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