La noche del 3 de mayo, entre el crujir de los metales y los gritos desesperados de la gente, Enrique Bonilla, quedó desconcertado tras el desplome de la parte elevada de la línea 12 del Metro. No sabe si volvió a nacer pues ha perdido todo desde ese día.
Los Olivos era su destino, apenas recuerda que se levantó para dirigirse hacia la puerta, cuando ocurrió el desplome. “Me sujeté de los tubos para bajar, cuando sucede el accidente. Todo se puso oscuro, se fue la luz y con el golpe quede entre los tubos y el asiento”, cuenta Enrique a La Prensa, sin embargo, no fue trasladado a ningún hospital y aunque ha recibido apoyo del gobierno local, se ha asesorado con abogados para obtener justicia.
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“Nos ayudaron a bajar, las personas rompieron vidrios, y pude bajar por la ventana y una escalera que pusieron (...) pero nadie me quiso llevar a ningún hospital, tenían la prioridad los que estaban mucho más heridos”, dijo Enrique.
Al acudir por sus propios medios al hospital, le dijeron que no había lugares disponibles. “Me regresé a mi casa con estos malestares, hasta que los abogados y la asociación ELIGE, me localizaron para brindarme ayuda”, cuenta.
Sus gastos básicos ascienden a siete mil pesos al mes, ahora depende de la ayuda de amigos mientras se resuelve el tema legal que espera acomode su vida.