Después de su gran éxito, el gobierno de la Ciudad de México informó la semana pasada el funcionamiento permanente de la ciclovía ubicada en la avenida Insurgentes, que surgió de manera emergente en junio del 2020 como una alternativa para aligerar el flujo en el Metrobús y evitar contagios de Covid-19 por aglomeraciones.
De acuerdo con la Secretaría de Movilidad (Semovi) la decisión se llevó a cabo luego de una evaluación en conjunto con organizaciones civiles, la cual contempló aforos ciclistas, la operación vehicular, grupos de enfoque y conversaciones con comercios de la zona.
Aunque la dependencia no ahondó más en la evaluación del proyecto, aseguró que la avenida Insurgentes se convertirá en una calle “completa modelo” que incluya espacios para todo tipo de usuarios.
La decisión fue respaldada por múltiples colectivos ciclistas e incluso por la Coalición Cero Emisiones, bajo el argumento de que su permanencia abre la puerta al medio de transporte sustentable y amigable con el medio ambiente, pues con su funcionamiento este modelo puede replicarse en distintas ciudades del país, así como en las periferias de la CDMX.
Víctor Alvarado, coordinador de la Campaña de Movilidad y Cambio Climático de El Poder del Consumidor, indicó que cada kilómetro en bicicleta evita la emisión de 250 gramos de CO2, lo que las convierte en una opción clave para el transporte bajo en carbono y contribuye con los compromisos de la agenda 2030, que tiene como objetivo ciudades menos contaminantes y con una movilidad accesible, asequible y sostenible.
Y es que, de acuerdo con la Semovi, con la ciclovía en la avenida Insurgentes se estima que pueda existir una reducción total de 6 mil 440 toneladas de CO2 cada día.
Por su parte, la Coalición Cero Emisiones indicó que se podrían evitar 2.23 toneladas de CO2 al día, lo que representaría 582.19 toneladas de CO2 al año.
Los últimos datos de la Semovi apuntan a que se triplicó el número de personas usuarias en esta nueva vía, aumentando en un 275%, pues pasó de mil 996 ciclistas antes de instalarla a siete mil 494 usuarios.
Adicionalmente, en la “Evaluación de medidas temporales implementadas en Ciudad de México y recomendaciones para su mejora” de la Embajada Británica, la cual se aplicó a más de 2 mil 500 personas, se encontró que casi el 20 por ciento del total de personas usuarias son repartidores. También determinaron que la ciclovía tiene un 89 por ciento de aceptación, que el 98 por ciento de las personas que la utilizan reporta muy probable continuar usándola y que al 100 por ciento de quienes la usan le gustaría su permanencia.
Esta vialidad se ha convertido en un gran conector que permite acceder a las líneas 1, 2, 9, 12 y B del Metro; las líneas 1, 2, 3 y 4 de Metrobús; además de las ciclovías Paseo de la Reforma, Alfonso Caso, Niza, Durango, Álvaro Obregón, Nuevo León y los carriles compartidos Eje 2 Norte, Eje 7 Sur y Eje 8 Sur.
A partir de la evaluación, se decidió elaborar un proyecto ejecutivo para el tramo de San Simón a Doctor Gálvez, con 28.5 kilómetros (14.25 por sentido), en el que no solo se considera la ciclovía sobre Insurgentes, sino también espacios designados de carga y descarga en calles aledañas, para así garantizar la operación de la ciclovía y el acceso a negocios sobre Insurgentes.
Así, se colocará señalización y confinamientos para dar mayor espacio y protección a ciclistas; se atenderán intersecciones conflictivas; se crearán bahías de carga y descarga y se incorporarán biciestacionamientos de corta estancia. Todo ello, para impulsar la movilidad sustentable en la ciudad.
Más ciclovías, ¿más tráfico?
Aunque las ciclovías creadas en la Ciudad de México como la de Insurgentes han tenido un impacto positivo en cuanto a la movilidad sustentable de los capitalinos y la posible reducción de emisiones de carbono, lo cierto es que la falta de planeación vial también puede tener graves consecuencias.
A pesar de que ninguna de las autoridades capitalinas ni organizaciones medioambientalistas han mencionado las posibles repercusiones que pueda tener la creación emergente de estos espacios, la realidad es que con el paso del tiempo, una vialidad primaria en la capital como lo es Insurgentes ha sufrido una reducción de carriles, primeramente por el Metrobús, seguido de la creación de la ciclovía, por lo que pasó de tener cuatro carriles a tan solo dos.
La reducción del 50 por ciento de los carriles vehiculares de esta avenida repercute directamente en su flujo, y por consiguiente en el tráfico que puede darse en horas pico, al igual que en el incremento de emisiones de carbono que se emiten.
Si bien debe fomentarse el uso de transportes bajos en emisiones de carbono u otros contaminantes, es necesario también pensar en sus posibles consecuencias.
De acuerdo con datos de Greenpeace México, en la Ciudad de México circulan aproximadamente 5.7 millones de automóviles particulares cada día, los cuales son la primera fuente de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en la ciudad, y su consumo de combustibles fósiles es responsable del 95 por ciento de las emisiones de CO2, según el Inventario de Emisiones 2016.
Lo anterior repercute gravemente en la contaminación de la gran urbe, pues las emisiones vehiculares aumentan los niveles de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero, con un resultado catastrófico en lo que a calentamiento global se refiere.
La organización medioambientalista ha explicado que los vehículos automotores emiten dos tipos de gases contaminantes: las emisiones evaporativas y emisiones por el tubo de escape. Las primeras se deben a la evaporación de combustible generada por factores como temperatura ambiente, calor residual al apagar el motor, funcionamiento del motor encendido, entre otras actividades.
Por el otro lado, las emisiones por el tubo de escape se refieren a las quema de combustible y son consideradas las más peligrosas, pues ahí se encuentran partículas e hidrocarburos, contaminantes como el monóxido de carbono, el bióxido de carbono, los óxidos de nitrógeno y el azufre.
Y aquí viene el dato clave: dichos gases suelen ser emitidos en mayor proporción en vialidades con alta carga de tráfico vehicular.
Aunque sea una tesis impopular, no hay que desechar la idea de que la instalación de ciclovías en donde antes había carriles para los automóviles alienta la congestión vehicular al reducir la superficie de circulación y por lo tanto incrementar la densidad vehicular por metro cuadrado.
La norma mexicana, por debajo de otros países
La Norma Oficial Mexicana (NOM) número 042, que se refiere a los límites máximos permisibles de emisión de gases y partículas de vehículos automotores, ha sido ampliamente criticada por especialistas que aseguran que los parámetros permitidos en nuestro país se sitúan por debajo de los normados en otros países con mediciones mayores de contaminación, como Estados Unidos o algunos países europeos.
Las consecuencias no solo repercuten en la atmósfera capitalina, sino también en la propia salud de los habitantes, pues las reacciones químicas de las emisiones con la luz solar, causantes de contaminación del aire, se agravan en temporadas de altas temperaturas, dando como resultado daños a la salud que van de la irritación en ojos, nariz, garganta, asma y bronquitis, hasta enfermedades cardíacas.
De acuerdo con la organización, se calcula que el auto privado ocupa -en espacio- 90 veces más que el metro y 20 veces más que el autobús.
En 2018 Greenpeace identificó durante un recorrido en vehículo de aproximadamente seis kilómetros en las colonias céntricas de la Ciudad de México, que los vehículos que más emisiones de GEI generaron fueron las motocicletas, con 540 gCO2 per cápita; seguidas del auto particular, con 530 gCO2 per cápita; y finalmente el transporte público, con solo 3gCO2 per cápita.
Como era de esperarse, los métodos de transporte no motorizados, tales como la bicicleta, patines y el caminar no generaron emisiones durante el recorrido y fueron más satisfactorios para quienes los realizaron.
Entonces, ¿cuál es la solución?
De acuerdo con la ONG, la solución se encuentra en la movilidad sustentable, que no implica otra cosa más que cambiar nuestra forma de trasladarnos hacia alternativas como la bicicleta y el transporte público cero emisiones; no obstante, señala a las autoridades como responsables de dotar a los ciudadanos de este derecho y ofrecer alternativas reales y eficientes para ejercerlo.
“Necesitamos más y mejor transporte público no contaminante”, aseveró Greenpeace.
“Por años, las autoridades han privilegiado el presupuesto público para infraestructura para automóviles particulares y menos recursos para otras formas de transporte; esto ha hecho que la forma de movilidad que conocemos actualmente, además de contaminante, sea desigual”, indicó la organización, al tiempo que aseveró que solo el 53 por ciento de quienes residen en ciudades tiene acceso conveniente a transporte público, lo que hace que cada vez más personas prefieran moverse en automóvil, generando más tránsito y contaminación en el aire.
La eficiencia está entonces en la planeación y la creación de más opciones, no en la sustitución de unas vías por otras.
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