Donde comen dos comen tres, reza una famosa frase que, multiplicada por decenas, alcanza para describir lo que ocurre en las inmediaciones de la Basílica de Guadalupe, donde personas de todos los orígenes acuden para proveer de alimento gratuito a los peregrinos que llegan al templo mariano a reafirmar su fe y devoción y se cuentan por millones.
Son los otros peregrinos, familias que una noche antes preparan guisados -lo mismo papas con chorizo, chicharrón en salsa verde o arroz con huevo, que tortas de jamón o sándwiches- y aguas de sabor para regalar a los fieles que llegan de todas las latitudes de la República a La Villa de Guadalupe.
Es una manera de agradecer a La Virgen todo lo que nos da, cuenta Leoba Rubio, quien junto con su madre y su hijo llegó desde Atizapán, Estado de México, a regalar tacos de guisados a los peregrinos justo en la Calzada de Guadalupe y casi esquina con avenida Euzkaro. Durante nueve años ha hecho lo mismo y mientras el cuerpo aguante, dice, lo seguirá haciendo.
“Lo damos (el alimento) en agradecimiento de todo lo que nos da en todo el año La Virgen de Guadalupe, por todo lo que nos ayuda, lo que nos provee”, cuenta mientras atienda una fila de peregrinos que en un abrir y cerrar de ojos se hace más larga. La Virgen, dice, le ayudó a no perder una pierna por una enfermedad y sacó a su esposo de la leucemia que sufrió.
Gustavo vivía hace más de 12 años en Estados Unidos y desde allá seguía por la televisión las peregrinaciones que cada 12 de diciembre llegan a la Basílica de Guadalupe. Se prometió que algún día, al regresar a México, sería uno de los que apoyan a los peregrinos con agua y alimento, y por 12 años ha cumplido su promesa.
“Venimos de Atlacomulco, Estado de México. Esto es una manera de agradecerle a La Virgen de una forma diferente, a lo mejor no venimos a hincarnos, pero ayudando a las personas que vienen de más lejos que nosotros con un taco y agua creo que es una manera de agradecer también”, dice mientras sirve vasos con agua de jamaica que le reciben con un “gracias”.
Él, su madre, su esposa y sus hijos hacen movimientos rápidos para despachar los tacos de chicharrón en salsa verde y vasos con agua “para pasarse el bocado”. El agradecimiento a La Virgen, continúa, “es por el día a día, si uno tiene trabajo, tiene salud, estamos bien como familia, con eso no necesitamos más, esos son los milagros diarios de La Virgen”.
Estos otros peregrinos más tardan en preparar los guisados que en los que se les terminan. Ninguno dura más de una hora, dependiendo la cantidad de alimento que lleve. Tan rápido como llegan, se van. La experiencia les ha enseñado que es mejor asistir el 11 de diciembre, pues el 12 ya hay más gente y los policías no los dejan pasar. Casi siempre eligen apostarse sobre Calzada de Guadalupe, a unas calles de la Basílica.
Melitón Chávez es un señor de trato amable, bonachón. Lleva la caja de su camioneta Toyota de carga llena con cajas de plátano. Él también se hizo una promesa: que cuando tuviera un vehículo en el que poder transportar el alimento, acudiría cada 12 de diciembre a apoyar a los peregrinos que recorren kilómetros a pie, en bicicleta o en autobús para llegar a la Basílica.
“Por darle gracias a La Virgen y al altísimo porque nos dan trabajo y tenemos salud, muchas personas no tienen ni eso. La verdad agradecemos de esta manera para esperar que nos siga bendiciendo igual o mejor si se puede”, se sincera al preguntarle por qué acude a repartir alimentos y suelta una carcajada que no tiene malicia.
Como la señora Leoba o Gustavo, Melitón no se lo piensa y suelta: “quiero durar otros añitos para estar viniendo”. Se refiere a tener salud, trabajo y vida para apoyar a los peregrinos de a pie, ya que ellos, los proveedores de alimento son los otros peregrinos.