En el panteón Civil San Lorenzo Tezonco, en Iztapalapa, la regla se cumple: no hay acceso más que para inhumaciones y bajo las condiciones impuestas desde mayo ante el Covid-19.
No hay caravanas esperando sobre Avenida Tláhuac ni grupos de música entrando y saliendo del panteón. Tampoco está lleno familias para recordar a quienes ya se fueron.
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Ahora, ante la contingencia sanitaria que vive la Ciudad de México por el Covid-19, solo un pequeño puesto de flores sobrevive en el exterior. Candelaria, quien atiende el único puesto colocado a la entrada del panteón, espera sentada vestida con un suéter ligero y sin usar cubrebocas. Vendía 5 mil pesos durante el 1 y 2 de noviembre, pero hasta ayer en la tarde solo había logrado vender 350 pesos.
“Solo dios sabe cuándo a uno lo llama”, dice sobre el Covid-19. Desde que el coronavirus llegó a la capital del país en marzo, hasta ayer, ella no ha dejado de trabajar ni un solo día en este panteón que se preparó hasta con siete hectáreas extra ante el aumento de muertes durante la contingencia sanitaria.
“Aquí entraron hace unos meses hasta 100 cadáveres por día, no nos ha tocado”, agrega.
Ofrece ramos de cempasúchil, flores blancas, floreros de plástico y adornos para las tumbas. Esta vez, el panteón no se pintó de naranja con sus flores.
¿Y qué va a hacer con el cempasúchil que le sobra? Candelaria cuenta que se dedica a enflorar los panteones del pueblo, pero eso lo podrá hacer a partir del próximo martes cuando abran de nuevo las puertas.
Personal del panteón negó dar información sobre los servicios que han atendido este 1 de noviembre. También se negaron a proporcionar datos sobre las personas que a pesar del llamado a no asistir, lo hicieron.
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