La pandemia por COVID-19 dejó una nueva postal en la Ciudad de México: una brigada de seis personas, todas con trajes de bioseguridad, recorrió la avenida Presidente Masaryk, en Polanco, rociando fenol sintético para sanitizar el mobiliario urbano de esta calle en la que se exponen algunas las marcas de ropa y joyería más caras del mundo.
Para ello la alcaldía Miguel Hidalgo destinó un presupuesto de tres millones de pesos, ya que no solamente se desinfectará Polanco, sino también las Granadas, Anáhuac, Lomas, Bosques y San Miguel Chapultepec, pues en estas colonias radican 60 personas que fueron diagnosticadas con COVID-19 y hay otros 50 casos sospechosos.
La sanitización arrancó en Masaryk y seguirá en Horacio y Homero, como parte de los ejes troncales de Polanco, para luego extenderse a las bocacalles y posteriormente al resto de las colonias consideradas como foco rojo. El alcalde, Víctor Hugo Romo, descartó que se haga en esto en otras colonias populares por no tener casos de COVID-19.
Las seis personas de la empresa Central de Control de Plagas –con experiencia desde 1977 en el ramo- rociaron el fenol sintético en piso, bancas de descanso, bolardos, racks para aparcar bicicletas, postes de luz, barandales y toda superficie con la que las personas puedan tener contacto. La escena arrancó miradas de sorpresa a más de uno, que no dudó en registrar esta imagen histórica en su celular.
El perifoneo que hacían las patrullas de la Secretaría de Seguridad Ciudadana para advertir a la población que estamos en medio de una alerta sanitaria y que, por favor, permanezcan en sus casas, agregaban un toque de seriedad, aunque cierto es que había muy pocos peatones y escasos locales con sus cortinas abiertas, principalmente de comida.
El brillo de la avenida Presidente Masaryk –una de las más caras de México junto con el corredor peatonal de Madero, en el Centro Histórico- se apaga poco a poco. De los 800 establecimientos mercantiles que hay en sus tres kilómetros, el 97 por ciento están con la cortina abajo. El resto son giros que pueden seguir operando por ser de utilidad social.
Las calles de Polanco, donde suelen circular autos cuyo precio alcanza y rebasa los seis ceros, donde suelen caminar turistas y residentes extranjeros que pasean a sus mascotas, donde los escoltas son parte del paisaje urbano, lucen vacías. Ahí siguen inamovibles, eso sí, los vendedores de dulces que no pueden parar labores, alguno que otro valet parking, personal de seguridad privada, obreros, meseros.
De las 200 mil personas de población flotante que suelen transitar en Polanco queda poco rastro. Se ve a algunas cuantas salir con calma de la estación Polanco de la Línea 7 del Metro. Debajo, en el Sistema de Transporte Colectivo la vida transcurre casi igual: es cierto que hay menos gente, pero ahí siguen los comercios, los vagoneros y esas personas cuyos trabajos no han parado.
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