A partir del inicio del confinamiento derivado de la pandemia de Covid-19 y a la fecha, el Instituto de Verificación Administrativa (Invea) local impuso sellos de suspensión de actividades en 290 comercios de la Ciudad de México por violar las reglas sanitarias o dar servicio sin ser considerada una actividad prioritaria.
En la página electrónica del organismo se da cuenta de los procedimientos emprendidos contra esos negocios y el primer lugar lo tienen los giros de venta de bebidas alcohólicas con 78 casos, mientras que el segundo es para las papelerías, con 21, y en tercer sitio están las tiendas de ropa, con 20.
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La avalancha de suspensión de actividades de bares y cantinas se registró prácticamente desde que la capital pasó del semáforo epidemiológico rojo al naranja y se permitió la operación de bares, antros y cantinas con servicio de restaurante.
Sin embargo, en las visitas de inspección efectuadas por personal del Invea se descubrió que en la mayoría de los casos la venta de bebidas alcohólicas era la actividad preponderante, no se guardaba la sana distancia entre los comensales y no se respetaba el horario marcado para bajar cortinas.
Ante estas anormalidades, el Gobierno de la Ciudad de México decidió suspender por dos semanas, desde el sábado pasado, los servicios en bares, restaurantes y antros habilitados como restaurantes, los cuales funcionaban al amparo del programa Reabre.
A principios de agosto, la administración capitalina autorizó que esos negocios levantaran sus cortinas, siempre y cuando cambiaran al giro de restaurante, cumplieran con un aforo de 30 por ciento, colocaran sus mesas sana distancia, instalaran filtros sanitarios, toma de temperatura; que meseros usaran cubrebocas o caretas y guantes; y que contaran con abastecedores de gel antibacterial.
EMPRESARIOS BUSCAN SUPERAR LA CRISIS
Aunque tienen permitido operar en el semáforo naranja con alerta, los pequeños restaurantes no logran superar la crisis económica en la que los metió la emergencia sanitaria desde el cierre de marzo pasado. Jaime Valencia, propietario de tres locales en Zona Rosa, cuenta que la reducción de horario les ha pegado en los ingresos, así como las constantes verificaciones por parte del Invea.
En entrevista con El Sol de México comentó que como restaurante debe cumplir con 41 medidas para evitar la clausura. Entre ellas está la nueva disposición del código QR, la cual ha sembrado incertidumbre, principalmente respecto al manejo de datos personales. “El miércoles tuve siete clientes que prefirieron no entrar por la duda del manejo de sus datos personales”, dice el empresario.
Otra de las preocupaciones del sector es el pago de los aguinaldos a su plantilla de trabajadores. En el caso de Jaime Valencia, son 120 las personas que laboran en sus tres negocios y que por ahora están ganando el salario mínimo más propinas, pero éstas con suerte llegan a los 100 pesos, cuando antes de la pandemia eran de hasta 800 pesos por jornada.
En un recorrido por la calle de Génova, donde el personal del Invea realiza hasta cinco verificaciones por semana, lo cual es visto por los negocios de este corredor peatonal como una estrategia de acoso, se apreció la poca afluencia de clientes en los restaurantes que ni con el Buen Fin levantó. “El manejo de la información sobre si pasamos a semáforo rojo o no ha ahuyentado a los clientes”, añade Valencia.
En su caso, sólo vende 18 por ciento de lo que vendía el año anterior y aunado a ellos desde el 7 de agosto que reabrió, ha tenido que absorber los gastos de insumos de protección e higiene como son caretas, guantes, cubrebocas, gel antibacterial, desinfectante y material para señalización.
Ante la situación que padece el sector restaurantero, Jaime Valencia pidió al gobierno de Claudia Sheinbaum que en caso de regresar al semáforo rojo no se vuelva a ahorcar económicamente a los negocios y no se decrete un cierre, pues hasta ahora, en su caso, han logrado evitar contagios de Covid-19 entre su plantilla y sus clientes gracias al cumplimiento de las medidas sanitarias.
Con información de Israel Zamarrón