Toda una tradición: elegir el árbol de Navidad perfecto

Para algunos, es toda una tradición ir al bosque de los arbolitos de Navidad en Amecameca

GERARDO CAMPOS

  · domingo 17 de diciembre de 2017

Las familias eligen el árbol, lo cortan y se les ayuda a ponerlo en sus autos

Es sábado por la mañana Fabiola e Israel se levantaron tempranito para llevar a la pequeña Natalia y a sus primas Rosita y Berenice a conocer una tradición familiar, ir al bosque de los arbolitos de Navidad en Amecameca, donde cortarán el suyo para adornar la sala de su casa en la unidad Los Picos de la delegación Iztacalco.

Cerca de las 8:30 horas se suben en la camioneta, e Israel conduce rumbo a la Calzada Ignacio Zaragoza. Es un trayecto de 53.8 kilómetros que recorrerán entre una hora 20 minutos y dos horas, depende del tráfico.

Tras pasar un tramo de la autopista México Puebla y pasar por el municipio de Chalco, toman la libre a Amecameca; cruzan por pintorescos municipios entre ellos Cocotitlán y Atlautla en donde abundan los puestos de tlacoyos, quesadillas y gorditas; aunque los lugares de más afluencia son los que venden conejo y pozole; el pulque curado en vitroleros de diferentes sabores hace colorido el ambiente color verde, rojo, rosa y café dependiendo de si son de tuna, fresa, guayaba o de nuez.

Es la hora de un almuerzo para agarrar energía para cortar el arbolito. La familia se acomoda en una mesa de tablones de madera en uno de los muchos lugares a lo largo del camino en los que los niños y jóvenes se divierten en cuatrimotos, caballos que rentan los lugareños y juguetes inflables; es casi el medio día y ya varios vehículos cruzan de regreso con un arbolito atado al toldo, van de vuelta también buscando un sitio para comer y jugar un rato.

Unos 20 kilómetros adelante comienza la zona de la tala de pinos, son ya 35 plantaciones de estos arbustos en la región del Izta-Popo, con más de un millón de árboles para cortar; el más conocido es El Bosque de los Arbolitos Navideños ubicado en el kilómetro 53.5 de la carretera Chalco-Cuautla, que fue creado por el empresario Ernesto Maurer desde los inicios de los años 60, cuando convirtió una área deforestada en un bosque tipo Suizo con pinos Vikingos y mostró a los habitantes cómo sembrar bosque para cosechar bosque, detonando una fuerte economía en la región acompañada de la venta de comida, artesanías, y lugares de recreación.

 

Este es el lugar que visita esta familia. Provistos de una sierra de mano escogen de entre unos 450 mil pinos en el lugar, un árbol  pachón, de más de dos metros de altura. Cualquiera cuesta 695 pesos. Tras colocarlo en una red van por su pase a la hacienda Panoaya, la excasa de Sor Juana Inés de la Cruz, renovada por Maurer como un restaurante con juegos, tirolesa, lago con lanchas y la atracción principal: venados y otros animales como llamas y cabras acariciables.

En la zona existen otros cinco parques ecoturísticos de gran afluencia, principalmente en esta fecha de fin de año: Dos Aguas, El Teporingo, San Juan Atzacoaloya, Santiago Cuahutenco y el Vivero de Paso de Cortés.

Ya entrada la tarde, regresan en su camioneta juntos con decenas de vehículos, la gran mayoría con pinos atados al techo. Israel apura el paso, ya que de camino a casa pasarán a comprar algunos adornos navideños extra para el arbolito y su nacimiento.

Aún no deciden si pasarán al Velódromo de la Ciudad de México o a la explanada de la delegación Venustiano Carranza; ambos lugares con tianguis de artesanías navideñas en gran variedad, mientras, disfrutan de elotes cosidos preparados y esquites que los lugareños venden a lo largo de la carretera Amecameca-Chalco.