Con pesar, Carlos Samayoa, activista en movilidad de Greenpeace, reconoció ayer que la Ciudad de México no es segura para los ciclistas, y en algunas de las zonas de la periferia puede resultar hasta suicida que alguien se anime a usar la bicicleta, por lo que muchas personas prefieren usar el auto como su opción primaria de movilidad.
Durante una entrevista, ratificó la propuesta de dicho organismo para avanzar en la democratización del espacio público, a fin de dar seguridad a cada modalidad de movilidad y eso implica una transformación física y urgente de las calles de la capital para que el ciclista pueda moverse libremente, como lo haría en un automóvil con la seguridad que necesita.
El activista respondió a quienes afirman que la bicicleta no resuelve problemas, “nosotros decimos que sí, porque si ves las estadísticas, 50% de la población de la Ciudad de México se mueve en tramos no mayores de ocho kilómetros y la bicicleta puede resolver eso fácilmente; incluso por cuestiones de tiempo, porque es más redituable ir en bicicleta de un lugar a otro que ir en un auto o, incluso, en transporte público”.
Afirmó que esos datos demuestran que hay factibilidad y esa intención de fomentar la movilidad debe manifestarse, recomendó Carlos Samayoa, en un plan integral, que abarque todo, la intermovilidad y la integración del transporte público.
Opinó que como está el esquema de movilidad de infraestructura ciclista, es muy céntrico, y si alguien tiene la fortuna de vivir y moverse en las colonias Roma, Condesa o el Centro Histórico, tal vez un ciclista no corra peligro.
Sin embargo, conforme se aleja a las alcaldías de las periferias, como Iztapalapa, Tláhuac o Gustavo A. Madero, ese paradigma cambia y la seguridad disminuye inmensamente. Ante esta situación, muy pocas personas se animan a trasladarse en bicicleta.