Mítikah, torre residencial en construcción -proyectada para ser el rascacielos más alto de la ciudad con 276.3 metros de altura y 67 pisos-, por ahora se encuentra parada por problemas con las autoridades, mientras los habitantes del pueblo de Xoco se sienten desplazados, abandonados por las autoridades, como pájaros enjaulados.
María del Carmen Chávez tiene 76 años de edad y toda su vida ha residido en la calle Real de Mayorazgo, y desde que iniciaron en 2008 las obras de construcción de este complejo inmobiliario -que incluye oficinas, zona residencial y una plaza comercial- todo cambió para ella y los demás habitantes del barrio de Xoco, alcaldía Benito Juárez, ubicado al sur de la Ciudad de México.
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El sonido del motor del taladro, el pam, pam de los martillazos, la sierra cortando madera, y hombres escalando grandes alturas entre varillas es ya algo traumático para los que viven a los alrededores del desarrollo inmobiliario más grande que se construye sobre terrenos que antes eran sembradíos de fruta y verdura.
Los problemas iniciaron desde 1989 cuando se construyó el Centro Comercial Coyoacán, y con las construcciones de Ciudad Mítikah todo se agravó.
La falta de agua y el tráfico vehicular son problemas que se están reflejando desde que llegaron construcciones como la Cineteca Nacional, el Centro Bancomer, otros edificios que triplicaron el número de habitantes de las pequeñas calles como Real de Mayorazgo y San Felipe.
YA NO LLEGA LA LUZ DEL SOL
María del Carmen recuerda que antes que el pueblo de Xoco sufriera la expansión urbana tenía el Río Churubusco donde el agua era transparente, de ahí tomaban agua para consumo humano.
“Todo estaba muy bonito. Ya no se puede vivir aquí. Ya nos taparon todo, la tarde del sol ya no se ve, nombre, va a ser un gentío. Ya bajan muchos carros por aquí. Ahora los arbolitos ya los quitaron, era muy tranquilo el pueblo, era muy seguro”, expresó.
En 2015, el proyecto fue adquirido por Fibra Uno, por la suma de 185 millones de dólares.
“El pueblo ya no es pueblo, sabe qué cosa es, para acá estaba muy bonito, y ahora puro edificio, parecemos pájaros en jaulas, vea nada más cuántas jaulas quieren hacer para tantas personas”, platicó mientras giraba su cabeza para ver los edificios que rodean su casa.
TALAN 54 ÁRBOLES SIN PERMISO
El complejo de Fibra Uno taló 54 árboles en la calle Real de Mayorazgo a pesar de que el gobierno de Claudia Sheinbaum Pardo les advirtió que no les iba a conceder el permiso.
Ernestina Torres Vázquez, con 83 años de edad, comentó: Ojalá ya no nos construyeran porque qué barbaridad, y ahora quieren hacer un desnivel y cortaron muchos árboles, quería que desapareciera la iglesia, pero no. Nos hemos opuesto”.
Recordó que intentaron convencerlos para que les ayudaran a conseguir permiso para cortar los árboles, una justificación que les dieron es que ya estaban podridos, y cuando salió de su casa se dio cuenta que ya los habían tirado, ahí confirmó que sí servían porque los troncos estaban sanos. Las autoridades anunciaron ayer que reforestarían esa zona.
Su casa es de un solo piso, comentó que se sentía desplazada de su espacio, aunque no piensa irse de su hogar sí se siente discriminada y poco respaldada por los gobiernos.
DEJÓ DE SER UN PUEBLO
Manuel Saturnino, académico de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), dijo que ha habido una tendencia excesiva de permisibilidad a las empresas constructoras, y es lo que ha llevado a este tipo de obras a no respetar ninguna norma.
Comentó que desaparecieron las condiciones de vida a la que estaba acostumbrada la población residente y no les queda más alternativa que vender y desplazarse hacia la periferia de la ciudad.