Luego de los robos a joyerías de las plazas Antara, Tepeyac y Las Antenas, 67 centros comerciales conectaron sus cámaras de videogilancia al Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano (C5) de la Ciudad de México para prevenir y atender delitos. En total hay 74 plazas vigiladas.
El coordinador del C5 de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC), Juan Manuel García Ortegón, explicó que en la capital hay cerca de 300 plazas comerciales, de las cuales 197 están en condiciones para compartir sus cámaras.
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“Hicimos un trabajo de gabinete para identificar cuáles eran las plazas comerciales susceptibles de conectarse al C5.
"Nuestro primer número fue de 197, que tienen un tamaño suficiente. Identificamos cerca de 300, pero hay unas que tienen muy pocos negocios”, mencionó a El Sol de México.
Las plazas son de distintos consorcios como los Grupos Carso, Dahnos y GICSA, así como Fibra Uno Administración, GAO, Gigante Grupo Inmobiliario y Chedraui.
Para que los centros comerciales compartan su videovigilancia, el Centro de Comando instala un poste con dos cámaras y un botón de auxilio. Las imágenes son enviadas al C5, pero también al circuito cerrado del lugar.
En 2019, el Gobierno de la Ciudad de México arrancó el programa Mi Negocio para que empresas privadas, universidades, alcaldías, plazas y centros comerciales compartan sus cámaras con el C5 e instalen botones de pánico.
García Ortegón explicó que los empresarios se resistían a compartir sus imágenes, porque los comensales no se sienten cómodos al ser grabados, por lo que muchos optaron por instalar las cámaras sólo en la entrada y salida del centro, como en Plaza Antara, donde en junio pasado un grupo sujetos rompieron los cristales de la joyería Berger para robar relojes de lujo.
En abril pasado, un hombre fue asesinado en Plaza Carso mientras estaba en una cafetería. Ahora el sitio es videovigilado en su interior.
“Hubo, al principio, mucha reticencia por parte de los administradores y, sobre todo, de las áreas de seguridad de los centros comerciales, porque les preocupaba el tema de garantizar el uso de las imágenes y los derechos de imagen y sus visitantes.
“Dijimos: ‘a ver, no hay problema, quien no quiera tener botón de auxilio en la vía pública no lo ponemos, que solamente esté en la tienda, o que sólo se active desde el centro de comando de las plazas'”, explicó el funcionario.
De acuerdo con las autoridades capitalinas, en algunos centros el poste con cámaras no tiene un botón de auxilio para evitar un mal uso y desencadenar alarma entre los asistentes.
García Ortegón aseguró que la atención de la SSC es mejor al vincular las cámaras con el C5, pues basta con oprimir el botón de auxilio y obtienen la ubicación exacta de la alerta. El tiempo de atención es menor a cinco minutos.
El funcionario aclaró que el resguardo de las imágenes en las cámaras de seguridad instaladas en los centros comerciales es de 15 días, a diferencia de las que hay en calle, que tienen capacidad de resguardo de hasta 60 días.
Mayor seguridad
A casi seis meses del robo a la joyería Berger, la plaza comercial registra gran afluencia de visitantes, pero aún no en los niveles que algunos negocios esperaban.
De acuerdo con trabajadores de restaurantes, la demanda en sus locales está a 30 por ciento de lo estimado para estas fechas decembrinas.
Ahora el centro comercial tiene cámaras al interior y en cada entrada y salida.
También hay más de 10 elementos de seguridad privada de la empresa Total Safety, de los cuales dos vigilan la tienda Carolina Herrera y la Joyería Berger.
En Plaza Carso, David, un trabajador en el lugar, confió que la conexión de la videovigilancia al C5 de la Secretaría de Seguridad Ciudadana prevenga delitos dentro y fuera del centro comercial.
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"Espero que eso ayude a detectar mucho más rápido cualquier actividad peligrosa, como que abran las cajuelas de los carros, asaltos, o un robo de auto, "Espero que dé mas sensación de seguridad", comentó.
En tanto, Omar, otro empleado de ese centro comercial, consideró que la vigilancia es buena, pero puede invadir la privacidad de las personas que acuden a pasear o a comprar.