El primer caso investigado como “suicidio” de una mujer, pero que en realidad se trató de un asesinato a manos de su pareja ocurrió con Nadia Muciño, hace 14 años en el Estado de México. A esa distancia, y ya con el tipo penal bien definido como feminicidio, el tema se repitió con la muerte de Lesvy Berlín Osorio. En ambos casos fueron las madres de las víctimas quienes han llevado hasta la cárcel a las parejas de sus hijas.
Ambas mujeres -Nadia 24 años, Lesvy 22- murieron asfixiadas, a ambas les hallaron cables alrededor de sus cuellos y de ambas se dijo que se trataba de un suicidio.
Para abogadas, activistas y diputados, el creciente número de mujeres muertas por la “violencia machista” es que no se investigan los casos con perspectiva de género, por lo que urgen a que se actúe bajo los lineamientos establecidos en el Código Penal local por feminicidio.
“La narrativa para no investigar no ha cambiado: ‘Se lo merecía por vestirse así, por subirse al taxi equivocado y salir de noche a divertirse, entre otras opiniones’. Siempre se tiene que culpar a la mujer”, lamenta María Dolores Blancas, fundadora de Casa Gaviota y ella misma sobreviviente de la violencia a manos de su pareja.
En entrevista con El Sol de México, Blancas advierte que “la naturalización de la violencia en el hombre ha hecho que los casos de crímenes de mujeres en la Ciudad de México, y en el país, sean cada vez con más saña, graves”.
Estado, factor de impunidad
Nadia Muciño conoció a su asesino cuando él era chofer de microbús, en la ruta Nicolás Romero, Estado de México, al Toreo, Cuatro Caminos. Con él sufrió violencia sexual, privación ilegal de la libertad, golpes y el crimen vino como consecuencia de la falta de atención que, hasta hoy, prevalece en los Ministerios Públicos. De esto da cuenta la propia familia de la víctima, quien señala que las autoridades sabían del entorno violento de la joven ahorcada a manos de su concubino y del hermano de éste y frente a sus tres hijos.
María Antonia, madre de Nadia, comenzó la lucha.
Logró que, primero, Isidro López Gutiérrez, cuñado de la víctima, fuera encarcelado y sentenciado a 42 años después. Aunque una apelación ya lo tiene libre. En tanto, Bernado, ocho años después del asesinato fue aprehendido y también condenado, ambos por homicidio, perola familia teme que este sujeto alcance el beneficio de la libertad por conducto de otra apelación.
Abogadas y familia de Nadia han recurrido a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a exponer el caso. El Estado mexicano pelea con la familia ante la misma instancia para que el feminicidio de Nadia no sea reconocido como tal.