Alessandro amaba patear el balón, jugar con sus amigos y aunque su equipo, el Cruz Azul, nunca le dio un campeonato, su corazón fue cementero.
Así lo aseguran sus compañeros del club Deportivo Tlatelolco, con quienes jugaba regularmente, hasta que simplemente desapareció.
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La última vez que lo vieron estaba por calles de la colonia 20 de Noviembre, aparentemente lo habrían subido a la fuerza a un taxi, después nadie más supo de él.
La madrugada del 11 de noviembre la policía detectó a dos personas que abandonaban una maleta, por su actitud sospechosa los detuvieron y dentro hallaron los restos de una persona.
Con las horas lograron la identificación, por desgracia se trataba del muchacho desaparecido, cuyo cuerpo fue reclamado por su familia.
La noche del miércoles velaron los restos, entre los asistentes estaban sus compañeros del equipo de futbol, que dolidos por la pérdida permanecieron al lado del féretro, dando el último adiós a quien ya nunca podrían verlo jugar de nuevo.
En sus ojos se notaban las horas de llanto, las horas fueron de recordar los mejores momentos pasados con el joven Alessandro y sobre todo esa manera que tenía de ser portero.
Incluso, se dijo por ahí, que recién había debutado en un equipo de cuarta división, había planes para que lo ficharan en la sub 16 a pesar de su edad, pero se tomaba en cuenta su desempeño como portero en el equipo de futbol, dentro del Club Deportivo Tlatelolco.
Su gran ilusión era jugar para su equipo el Cruz Azul, desde niño tuvo la habilidad con el balón y sus padres lo notaron, por lo que empezó a ir a escuelas donde desarrollaba más juego, recordó su entrenador, a quien solo se identificó como Walter.
Pero todo eso quedó en el pasado, este jueves amigos y familiares lanzaron un grito de justicia por la manera como acabaron con la vida de este brillante joven.
Sus amigos llevaron un sweter de portero, lo extendieron en el féretro y gritaron porras por Alessandro, ritos a veces ahogados por las lágrimas que no dejaron de derramar, mientras citaban su nombre con todas sus fuerzas.
Todos enojados, dolidos, porque, afirmaron: él era un buen niño, nada tenía que ver con el crimen, era deportista, sus sueños eran muy, muy lejanos de malas compañías, lejos de drogas o vicios, él sólo quería jugar futbol, pero la violencia que priva en esta Ciudad de México cortó de tajo todos sus sueños, y los de su familia y amigos.
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