Zinacantepec, Estado de México.- En el kilómetro 37 de la carretera Toluca-Temascaltepec, se cuentan infinidad de trágicas historias. Se habla de una barranca en el Mesón Viejo, de la que salen gritos de personas que caen con sus vehículos al fondo.
A ese tramo los lugareños le conocen como “el cementerio de las tragedias”, por todos los accidentes automovilísticos que han ocurrido.
“En las noches se llegan a escuchar ruidos de los carros cayendo, luego gritos de las personas”, cuenta Esmeralda, habitante del ejido Mesón Viejo.
A una media hora de Toluca, entre curvas pronunciadas, se ubica la entrada a El Mesón Viejo, asentado al fondo de un valle y rodeado por zonas boscosas. Allí de forma peculiar desde hace años se han registrado una cantidad hasta ahora incontable de accidentes
“Algunos carros los han sacado, otros ahí se quedan, seguido se van a la barranca”, relata don Agustín, un campesino de la zona.
Bajando sobre una brecha que lleva hasta una desviación, rodeando la barranca de El Mesón, se divisa un altar al Sagrado Corazón, como ofrenda a las personas que fallecen en los accidentes.
A unos 10 metros hacia arriba, está “el cementerio de autos”, es una zona escabrosa de unos 50 metros cuadrados donde permanece la carrocería de vehículos accidentandos. Algunos enteros y otros ya desvalijados.
Desde la carretera hasta el fondo, es una caída de unos 100 metros, la cual resulta mortal por lo escabroso del terreno y los grandes árboles que nacen en la barranca.
El lunes pasado, nuevamente El Mesón se hizo noticia, pues tras la caída de granizo en la zona, se reportó el accidente de dos vehículos que se fueron al fondo de la barranca. Justo en donde se ubica el cementerio.
“Hasta la madrugada se escuchan las patrullas, vinieron muchas ambulancias y ese día cayó mucho granizo”, recuerda Esmeralda.
Sobre el terreno ubicado sobre una pendiente, el perímetro luce con troncos de árboles muertos, que han caído con el impacto de los coches, también refacciones como calaveras, láminas, defensas y espejos retrovisores.
También entre la hierba, solitaria y abandonada, está fijada sobre la tierra y al pie de un gran pino una cruz dedicada a una familia, la cual tuvo la desfortuna de no sobrevivir a la caída en picada del "cementerio". Otra más luce desprendida de la tierra, entre los escombros y un zapato.
"Se quedan muchas pertenencias, otras cosas se las lleva la gente", explica Ulises un paramédicos que ha auxiliado en emergencias ocurridas en la zona.
El panorama en la barranca luce tétrico y saqueado, por la rapiña de las autopartes que realizan los pobladores.
"Un motor pesa alrededor de quinientos kilos y se los han llevado la gente, piezas como riñes e incluso la carrocería, la han desmontado", revela el paramédico.
La carretera, a lo largo de unos tres kilómetros, es paraje de vehículos abandonados, no sólo el cementerio de El Mesón Viejo, hay otros puntos donde caen los coches.
Pero el llamado "cementerio de tragedias", o de coches, donde se repiten todo el año los accidentes. Uno tras otro, como si el fondo de la barranca los jalara.