- A solo 3 calles de la morgue, en la Doctores, trabaja en unaembalsamadora
Lleva 14 años coqueteando, trabajando y entregándose a diariocon la muerte. Adán se funde a diario al olor a formol, vaselina oalcohol y no escatima esfuerzo y profesionalismo para que susmuchachos y muchachas, los que se acaban de ir, luzcan guapos obellas, sí. “Casi vivos”.
Los embalsama.
Preserva y, sin falsa modestia, con un orgullo que no pregona,Adán Ornelas engalana a los que se adelantaron, a veces hasta diezcuerpos al día y, con el cuidado de un artista, devuelve porinstantes u horas ese rostro apacible que hace pensar a quienes losven que solo está dormido, o dormida, con sus mejores vestidos,con sus ropas de lujo. Que a lo mejor despierta en una de esas.
[caption id="attachment_513966" align="aligncenter"width="615"]Adán labora diario con las tijeras, alcohol, lápiz labial omaquillaje, y las prendas de vestir que le llevan losdeudos.[/caption]
Ahí, en el centro de la colonia Doctores, entre Doctor Márquezy Doctor Jiménez, Adán Ornelas Torres, curiosamente a solo trescalles del Servicio Médico Forense de la Ciudad de México, seencuentra esta embalsamadora que no llama la atención y que cumplecon su función a cabalidad, por cierto en medio de otros seisestablecimientos similares.
En algún sentido, embalsamar es un oficio apasionante y a Adánle tocó perfeccionarlo por casi tres lustros –hoy tiene 35- enjornadas de 24 por 24 horas, de ocho a diez cuerpos al día, concostos al que solicita el servicio que van de dos mil a 3 mil 500pesos. Lo más que llega a cobrar nuestro personaje es cuatro mil,pero no más, sea cual sea la presunta clase social de la familiaque pide, por favor, que le ayude a despedirse con bien de su serquerido, que le impregne una imagen de tranquilidad y descanso.Solo eso.
Pero no todo es sencillo ni mucho menos. Por las ágiles manosde Adán también han pasado macheteados, baleados, atropellados opersonas que decidieron tomar el camino del suicidio para irserápido del mundo y que su gente solicita con tristeza y a vecescon gritos desgarradores “trátemelo bien, por su madrecitasanta”.
En esas planchas de metal grisáceo han concurrido en la laborde este “técnico embalsamador”, además, niñas y niños,bebés que lo entristecen y mucho, o aquella novia quedada que setiró a las vías del Metro, incluso, sí, su abuelo y su tía quesu propia familia agradeció y agradece pues “te quedaronbonitos”, en el punto de irse a mejor vida.
Adán labora diario con tres personas que también son técnicosde lo mismo, él inició en esto desde sus 21 años aprendiendo delos maestros que le antecedieron. Empiezan desde las seis o sietede la mañana, dependiendo de la demanda con su pomo de vaselina,el lápiz labial o el maquillaje, el formol y el alcohol, más lastijeras, pinzas, vendas y las prendas de vestir que les dan losdeudos, claro.
Adán tiene su familia, como todos y aunque al principio tuvoproblemas, y fuertes, con su esposa que le reclamaba estar todo eldía entre estas paredes blancas y con esos hedores tan peculiares,junto al de la cadaverina, por supuesto, ella tuvo que entender quede eso viven y “de eso tenemos que seguir viviendo”.
Al final, Adán Ornelas agradece que día a día embellece a lamuerte, a la huesuda, y también por qué no, embellece a la vidacon su profesional trabajo que muy pocos en México ambicionan.