/ sábado 16 de septiembre de 2017

Oaxaca, la pena y el dolor

Son las 9.27 de la mañana del sábado 16 de septiembre y tiembla

Oaxaca de Juárez ¡Tiembla! Son las 9.27 de la mañana del sábado 16 de septiembre y tiembla. ¿Es un temblor nuevo o es una más de las cientos de réplicas del sismo de la noche del jueves 7? Es la capital del estado de Oaxaca. No se escuchan alarmas sísmicas. De pronto comienza el movimiento. Como si la tierra se meciera en una lentitud trágica. Se escuchan gritos de mujeres: “¡Está temblando!”…

La gente al paso se queda estática. Gente sale de casas y edificios, lugares públicos. Sigue temblando. Las mujeres se abrazan unas a otras, aun sin conocerse. Los hombres se quedan estáticos lejos del alcance de estructuras: Todos miran hacia las casas. Miran hacia los edificios. Miran al cielo. Tiembla. La experiencia del 7 de septiembre ha dejado aquí traumas, miedos, terrores… Pasa… Ya pasó. Fue de 5.9. Todos se miran unos a otros. En sus rostros hay preocupación grave. Pudo haber pasado algo grave. Nada por ahora aquí. Pero en su mirada de terror está el Istmo… y sufren.

Esta misma ciudad de Oaxaca, no muy lejos del Istmo, apenas a tres  horas por carretera sinuosa, también ha sufrido los estragos del terremoto. La gente aquí lo sabe. Y sabe de qué se trata cuando tiembla porque esta es una zona sísmica; de ahí que sus construcciones nuevas o viejas en general sean de apenas una o dos plantas; que las torres de sus iglesias sean chaparras y que antaño se construyeran muros de gran espesor aun de adobe…

Pero lo de estos días ha sido muy fuerte y constante: No para. No se habla de otra cosa: de lo que pasa aquí mismo, en la región del Valle, como de la tragedia del Istmo. Muchos tienen familia allá o conocen, o tienen amistad con gente de Juchitán, Matías Romero, Ixhuatán, Salina Cruz, Tehuantepec y más municipios hoy colapsados. También hay rancherías dañadas. Lugares aislados de los que no se habla pero que están ahí, sumidos en su enorme tragedia…

La noche del 15 hubo Grito en el balcón principal de gobierno. No hubo fiesta. El gobernador Alejandro Murat Hinojosa gritó los clásicos “¡Vivas!”, pero añadió: “¡Oaxaca está de luto, pero estamos de pie!”.

La ceremonia fue presidida por un gran crespón negro en el balcón principal, en señal de luto por los 96 paisanos muertos desde el jueves terrible. Tan solo en Juchitán 45 y miles de casas dañadas allá...

Apenas el 14 de septiembre la Secretaría de Gobernación publicó la Declaratoria de Desastre Natural en 283 municipios de Oaxaca: que es decir la mitad de su territorio está en desgracia.

Aquí mismo, en la capital de la entidad, o mejor dicho, en la región del Valle que es donde se encuentra, se resiente aun el impacto. Hay edificios dañados. Casas colapsadas. Aquí o allá. Un ejemplo evidente es el de San Sebastián Tutla, apenas a unos kilómetros de Oaxaca-capital: la iglesia que había sido catalogada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia como joya arquitectónica por su antigüedad y belleza: está gravemente dañada. Casas alrededor fracturadas y para urgente revisión.

Como la iglesia abierta de Cuilapam, o la iglesia de San Pedro y San Pablo en Etla, con daños extremos en su estructura. El emblemático teatro Macedonio Alcalá tiene daños en sus muros, aunque su estructura, dicen, es firme pues está hecha de acero; la Catedral de Oaxaca presenta fisuras; la muy hermosa iglesia de Santo Domingo –joya del barroco colonial hecha por manos oaxaqueñas—tiene fisuras y con una torre dañada; el campanario de San Juan de Dios, a la vista, presenta daños también en el campanario…

En un recorrido por la ciudad se ven casas fracturadas; frisos a punto de caer; pero ciertamente son resguardados y hay vigilancia. 

El ambiente que se ve es distinto: Está nublado. El aroma de sus frutas y flores y dulces y viandas parece ausente; como la alegría de la ropa que visten los oaxaqueños y que tiende a ser colorida, por estos días no tanto. Los vivos colores de las casas se ven tenues por esa falta de sol. No hay la algarabía histórica de su mercado 20 de Noviembre y en El Pañuelito, que es una pequeña plaza para el paseo dominical: nada: silencio. El gran parque de El Llano está casi vacío.

De un tiempo a esta parte a Oaxaca se le han cargado los problemas uno más uno y más:

La CNTE-22 es uno de ellos; el políticamente más grave. Irresoluble hasta ahora. La gente de a pie está harta. Fastidiada. Hasta la coronilla, se dice. Con estos maestros y con el gobierno que no ha sabido solucionar un problema que se extiende a la vida de la capital de Oaxaca:

… Día si-día no; día sí-día no: hay bloqueos aquí o allá: no hay piedad de estos maestros que exigen-exigen-exigen viejos privilegios y nuevos acuerdos para seguir siendo una fuerza política nacida del poder político institucional de Oaxaca…

Dicen que por estos días están ayudando a los damnificados del Istmo, pero la gente les recrimina su ausencia para ayudar en la tragedia. Mientras esa misma 22 se niega a que las escuelas dañadas en el Istmo sean censadas y renovadas: “porque atenta a la democracia”.

Otro problema es el de la CTM, organización escudo del gobierno del estado, para defenderse y confrontar a la CNTE-22. El gobierno del estado la estimula en su defensa. Pero ya se convierte en un problema social que podría salirse de las manos de este mismo gobierno.

Y qué tal la 14 de junio, que es la confronta pero que encabezan viejos líderes locales con intereses bien codificados: Se habla de Flavio Sosa, aquel personaje in crescendo desde el conflicto de 2006 y su enfrentamiento con otro líder, Don Panchito. Pero mientras son peras o son perones, también es una fuerza política que daña la vida de los oaxaqueños.

El gobierno de Alejandro Murat prometió que lo de la 22 se solucionaría tan pronto iniciara su gobierno: parecía que sí; pero no. Ahí están nueve meses después: como “la puerta de Alcalá”.

Castigo sí para el ahora ex secretario de Seguridad Pública, Armando Bohorquez, quien tenía en bodegas las alarmas sísmicas, tan necesarias para todos, sobre todo para la gente del Istmo y que pudieron salvar vidas.

Problema es, también, que hay aquí un gobierno que no se entiende oaxaqueño, ni los oaxaqueños se entienden en él. La pobreza extrema, la marginalidad, el abandono, la mala formación educativa, la mala salud: todo ahí, a la vista.

Ya se dice acá: el gobernador Murat se enteró de la magnitud de la tragedia en el Istmo en la madrugada del viernes. Desde la noche anterior celebraba efusivamente con sus cercanos su ‘éxito, con la visita del Presidente’. Peña Nieto fue a inaugurar un asunto empresarial, pero en realidad fue a comprometer a Oaxaca en su cuota de votos para 2018 a favor del PRI…

Oaxaca está ahí. Se le han juntado la pena y el dolor. Y sí, está firme en su gente que con todo y sus miedos, sus tristezas, su tendencia histórica a la melancolía: con todo y eso, están dispuestos a seguir fuertes y firmes; están dispuestos a comenzar y comenzar y comenzar: es la historia de Oaxaca…

… Y es eso lo que hace a la grandeza oaxaqueña: Por encima de todos sus problemas están todos ellos; juntos ahora mismo, a pesar de todo, en una Guelaguetza de hermanos, y con eso mismo que dijera el fraile Navarrete cuando se encontró en el valle oaxaqueño: “Hay ahí una luz resplandeciente que hace brillar la cara de los cielos”.

Oaxaca de Juárez ¡Tiembla! Son las 9.27 de la mañana del sábado 16 de septiembre y tiembla. ¿Es un temblor nuevo o es una más de las cientos de réplicas del sismo de la noche del jueves 7? Es la capital del estado de Oaxaca. No se escuchan alarmas sísmicas. De pronto comienza el movimiento. Como si la tierra se meciera en una lentitud trágica. Se escuchan gritos de mujeres: “¡Está temblando!”…

La gente al paso se queda estática. Gente sale de casas y edificios, lugares públicos. Sigue temblando. Las mujeres se abrazan unas a otras, aun sin conocerse. Los hombres se quedan estáticos lejos del alcance de estructuras: Todos miran hacia las casas. Miran hacia los edificios. Miran al cielo. Tiembla. La experiencia del 7 de septiembre ha dejado aquí traumas, miedos, terrores… Pasa… Ya pasó. Fue de 5.9. Todos se miran unos a otros. En sus rostros hay preocupación grave. Pudo haber pasado algo grave. Nada por ahora aquí. Pero en su mirada de terror está el Istmo… y sufren.

Esta misma ciudad de Oaxaca, no muy lejos del Istmo, apenas a tres  horas por carretera sinuosa, también ha sufrido los estragos del terremoto. La gente aquí lo sabe. Y sabe de qué se trata cuando tiembla porque esta es una zona sísmica; de ahí que sus construcciones nuevas o viejas en general sean de apenas una o dos plantas; que las torres de sus iglesias sean chaparras y que antaño se construyeran muros de gran espesor aun de adobe…

Pero lo de estos días ha sido muy fuerte y constante: No para. No se habla de otra cosa: de lo que pasa aquí mismo, en la región del Valle, como de la tragedia del Istmo. Muchos tienen familia allá o conocen, o tienen amistad con gente de Juchitán, Matías Romero, Ixhuatán, Salina Cruz, Tehuantepec y más municipios hoy colapsados. También hay rancherías dañadas. Lugares aislados de los que no se habla pero que están ahí, sumidos en su enorme tragedia…

La noche del 15 hubo Grito en el balcón principal de gobierno. No hubo fiesta. El gobernador Alejandro Murat Hinojosa gritó los clásicos “¡Vivas!”, pero añadió: “¡Oaxaca está de luto, pero estamos de pie!”.

La ceremonia fue presidida por un gran crespón negro en el balcón principal, en señal de luto por los 96 paisanos muertos desde el jueves terrible. Tan solo en Juchitán 45 y miles de casas dañadas allá...

Apenas el 14 de septiembre la Secretaría de Gobernación publicó la Declaratoria de Desastre Natural en 283 municipios de Oaxaca: que es decir la mitad de su territorio está en desgracia.

Aquí mismo, en la capital de la entidad, o mejor dicho, en la región del Valle que es donde se encuentra, se resiente aun el impacto. Hay edificios dañados. Casas colapsadas. Aquí o allá. Un ejemplo evidente es el de San Sebastián Tutla, apenas a unos kilómetros de Oaxaca-capital: la iglesia que había sido catalogada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia como joya arquitectónica por su antigüedad y belleza: está gravemente dañada. Casas alrededor fracturadas y para urgente revisión.

Como la iglesia abierta de Cuilapam, o la iglesia de San Pedro y San Pablo en Etla, con daños extremos en su estructura. El emblemático teatro Macedonio Alcalá tiene daños en sus muros, aunque su estructura, dicen, es firme pues está hecha de acero; la Catedral de Oaxaca presenta fisuras; la muy hermosa iglesia de Santo Domingo –joya del barroco colonial hecha por manos oaxaqueñas—tiene fisuras y con una torre dañada; el campanario de San Juan de Dios, a la vista, presenta daños también en el campanario…

En un recorrido por la ciudad se ven casas fracturadas; frisos a punto de caer; pero ciertamente son resguardados y hay vigilancia. 

El ambiente que se ve es distinto: Está nublado. El aroma de sus frutas y flores y dulces y viandas parece ausente; como la alegría de la ropa que visten los oaxaqueños y que tiende a ser colorida, por estos días no tanto. Los vivos colores de las casas se ven tenues por esa falta de sol. No hay la algarabía histórica de su mercado 20 de Noviembre y en El Pañuelito, que es una pequeña plaza para el paseo dominical: nada: silencio. El gran parque de El Llano está casi vacío.

De un tiempo a esta parte a Oaxaca se le han cargado los problemas uno más uno y más:

La CNTE-22 es uno de ellos; el políticamente más grave. Irresoluble hasta ahora. La gente de a pie está harta. Fastidiada. Hasta la coronilla, se dice. Con estos maestros y con el gobierno que no ha sabido solucionar un problema que se extiende a la vida de la capital de Oaxaca:

… Día si-día no; día sí-día no: hay bloqueos aquí o allá: no hay piedad de estos maestros que exigen-exigen-exigen viejos privilegios y nuevos acuerdos para seguir siendo una fuerza política nacida del poder político institucional de Oaxaca…

Dicen que por estos días están ayudando a los damnificados del Istmo, pero la gente les recrimina su ausencia para ayudar en la tragedia. Mientras esa misma 22 se niega a que las escuelas dañadas en el Istmo sean censadas y renovadas: “porque atenta a la democracia”.

Otro problema es el de la CTM, organización escudo del gobierno del estado, para defenderse y confrontar a la CNTE-22. El gobierno del estado la estimula en su defensa. Pero ya se convierte en un problema social que podría salirse de las manos de este mismo gobierno.

Y qué tal la 14 de junio, que es la confronta pero que encabezan viejos líderes locales con intereses bien codificados: Se habla de Flavio Sosa, aquel personaje in crescendo desde el conflicto de 2006 y su enfrentamiento con otro líder, Don Panchito. Pero mientras son peras o son perones, también es una fuerza política que daña la vida de los oaxaqueños.

El gobierno de Alejandro Murat prometió que lo de la 22 se solucionaría tan pronto iniciara su gobierno: parecía que sí; pero no. Ahí están nueve meses después: como “la puerta de Alcalá”.

Castigo sí para el ahora ex secretario de Seguridad Pública, Armando Bohorquez, quien tenía en bodegas las alarmas sísmicas, tan necesarias para todos, sobre todo para la gente del Istmo y que pudieron salvar vidas.

Problema es, también, que hay aquí un gobierno que no se entiende oaxaqueño, ni los oaxaqueños se entienden en él. La pobreza extrema, la marginalidad, el abandono, la mala formación educativa, la mala salud: todo ahí, a la vista.

Ya se dice acá: el gobernador Murat se enteró de la magnitud de la tragedia en el Istmo en la madrugada del viernes. Desde la noche anterior celebraba efusivamente con sus cercanos su ‘éxito, con la visita del Presidente’. Peña Nieto fue a inaugurar un asunto empresarial, pero en realidad fue a comprometer a Oaxaca en su cuota de votos para 2018 a favor del PRI…

Oaxaca está ahí. Se le han juntado la pena y el dolor. Y sí, está firme en su gente que con todo y sus miedos, sus tristezas, su tendencia histórica a la melancolía: con todo y eso, están dispuestos a seguir fuertes y firmes; están dispuestos a comenzar y comenzar y comenzar: es la historia de Oaxaca…

… Y es eso lo que hace a la grandeza oaxaqueña: Por encima de todos sus problemas están todos ellos; juntos ahora mismo, a pesar de todo, en una Guelaguetza de hermanos, y con eso mismo que dijera el fraile Navarrete cuando se encontró en el valle oaxaqueño: “Hay ahí una luz resplandeciente que hace brillar la cara de los cielos”.

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