En la frontera sur de México se legitima el uso de mano de obra desprotegida, empobrecida y sin opciones, ante la cual ni los Estados ni los mercados asumen responsabilidades, advierte una investigación del Colegio de la Frontera Norte (Colef),
“La amplia tradición migratoria en la frontera sur de México no sólo es el resultado de decisiones individuales, estratégicas y racionales reproducidas por ellas mismas de manera cultural, desprovistas de causalidades históricas y estructurales, sino que es el resultado de las desigualdades existentes en la región. Este fenómeno social es el objeto de una política migratoria que funciona como mecanismo de contención y de seguridad”, destaca el estudio.
Además, alerta que través de esta política se busca frenar la movilidad de centroamericanos hacia Estados Unidos, pero también se legitima el uso de mano de obra empobrecida, con trabajos precarios y con una mínima o nula responsabilidad de su bienestar por parte de los Estados y mercados.
“La visión dominante de la migración no cuestiona ni actúa sobre las causas últimas que la generan. Además, se descontextualizan –intencionalmente– los problemas de desarrollo que la circunscriben”, subraya el estudio, elaborado a través de encuestas sobre la contratación de mano de obra migrante de guatemaltecos en el sector agrícola de la frontera sur de México, de manera particular, en el estado de Chiapas.
Tras su análisis, el documento afirma que la migración, además de ser una estrategia económica, es vivida como una oportunidad para adquirir mayor tranquilidad familiar, así como para tener seguridad laboral y menos violencia.
Destaca, así mismo, que la situación de irregularidad en la que cientos de niños y niñas migrantes laboran en la región, representa un factor de riesgo que los lleva a desempeñar empleos sin seguridad, con horarios extremos, condiciones insalubres y salarios bajos. También señala la ausencia de información y de una política pública que contemple los derechos del niño y de los niños migrantes, tanto en México como en Guatemala.
“Realizan los trabajos más pesados y bajo condiciones precarias. Se enfrentan a situaciones de abuso y explotación; además, en el caso de las mujeres, se enfrentan a la realización de jornadas laborales reproductivas no reconocidas. Al migrar y trabajar en esas condiciones, hace que las personas migrantes se conviertan en una fuerza laboral barata, sustituible y desechable”, concluye el estudio.