/ viernes 27 de septiembre de 2019

Ayotzinapa, rodeado por una densa bruma

Tres hombres aparecieron en camiseta en el escenario del Salón Tesorería de Palacio Nacional. Eran el presidente López Obrador. Alejandro Encinas. Y Omar Gómez Trejo

-¿Y cuándo se conocerán los resultados de la investigación del caso Ayotzinapa?- preguntaron ayer ansiosos reporteros a Alejandro Encinas. Y este les respondió: ¡Cuando los haya!

-¿Qué?, ¿cómo?- insistieron los periodistas.

-Sí. Así. Cuando existan. Hoy no los hay.

Respondía a gran velocidad y precisión a las inquietudes. Interrogantes que crecen. Ayer se cumplieron cinco años de la desaparición de los 43 jóvenes estudiantes de la Escuela Normal Rural "Isidro Burgos" de Ayotzinapa.

-¿De que dimensión es esa conjura?, ¿por qué no se ha resuelto?- preguntó este reportero. Ayotzinapa concentra, resume, reúne lo más podrido del sexenio anterior. Corrupción, mentira. Herencia fea; maloliente. Por eso resulta solución paradigmática. El final de un régimen. Prueba de uno nuevo. De pleno respeto a la Verdad; a la Libertad.

Tres hombres aparecieron en camiseta en el escenario del Salón Tesorería de Palacio Nacional. Eran el presidente López Obrador. Alejandro Encinas. Y Omar Gómez Trejo. Sustituyeron la chaqueta del traje con la camiseta gris. Sobre el pecho la palma de una mano. En cuyo centro el número 43 exigía respuesta.

"Hablo a los que saben qué ocurrió a los estudiantes. Existen. Ayuden. Harán un gran servicio al país. Existen recompensas. Ofrezco seguridad. Y, -si es preciso- protección. Creo en el perdón. Sin perdón no hay justicia", arenga el presidente Andrés Manuel López Obrador. "Mi régimen no encubre. Mi régimen no fomenta impunidad. Todas las instituciones cooperan, están atentas a cooperar en esta investigación. Me comprometí a reunirme con los padres de los jóvenes desaparecidos, tantas veces como sea necesario. Soy optimista. No me rindo. Sé que vamos por la ruta adecuada. Y que tendremos buenas noticias", agrega.

Ante el Presidente, el subsecretario de Gobernación y el Fiscal Especial para Ayotzinapa se halla un espeso muro. Una incógnita. Un misterio envuelto en una densa bruma. Una trama cuya ruta extravía. Cientos de miles de llamadas telefónicas. Bitácoras a juzgar con poderosa lupa. Interrogatorios mil. Reconstrucción de hechos hasta el mareo. Búsqueda de nuevas pistas en indicios que el tiempo borró. Científicos encorvados en mesas de laboratorio. Conjeturas. Hipótesis. Cálculos. Pues ya pasaron 5 años. Y nadie sabe nada.

-¿Y cuándo se conocerán los resultados de la investigación del caso Ayotzinapa?- preguntaron ayer ansiosos reporteros a Alejandro Encinas. Y este les respondió: ¡Cuando los haya!

-¿Qué?, ¿cómo?- insistieron los periodistas.

-Sí. Así. Cuando existan. Hoy no los hay.

Respondía a gran velocidad y precisión a las inquietudes. Interrogantes que crecen. Ayer se cumplieron cinco años de la desaparición de los 43 jóvenes estudiantes de la Escuela Normal Rural "Isidro Burgos" de Ayotzinapa.

-¿De que dimensión es esa conjura?, ¿por qué no se ha resuelto?- preguntó este reportero. Ayotzinapa concentra, resume, reúne lo más podrido del sexenio anterior. Corrupción, mentira. Herencia fea; maloliente. Por eso resulta solución paradigmática. El final de un régimen. Prueba de uno nuevo. De pleno respeto a la Verdad; a la Libertad.

Tres hombres aparecieron en camiseta en el escenario del Salón Tesorería de Palacio Nacional. Eran el presidente López Obrador. Alejandro Encinas. Y Omar Gómez Trejo. Sustituyeron la chaqueta del traje con la camiseta gris. Sobre el pecho la palma de una mano. En cuyo centro el número 43 exigía respuesta.

"Hablo a los que saben qué ocurrió a los estudiantes. Existen. Ayuden. Harán un gran servicio al país. Existen recompensas. Ofrezco seguridad. Y, -si es preciso- protección. Creo en el perdón. Sin perdón no hay justicia", arenga el presidente Andrés Manuel López Obrador. "Mi régimen no encubre. Mi régimen no fomenta impunidad. Todas las instituciones cooperan, están atentas a cooperar en esta investigación. Me comprometí a reunirme con los padres de los jóvenes desaparecidos, tantas veces como sea necesario. Soy optimista. No me rindo. Sé que vamos por la ruta adecuada. Y que tendremos buenas noticias", agrega.

Ante el Presidente, el subsecretario de Gobernación y el Fiscal Especial para Ayotzinapa se halla un espeso muro. Una incógnita. Un misterio envuelto en una densa bruma. Una trama cuya ruta extravía. Cientos de miles de llamadas telefónicas. Bitácoras a juzgar con poderosa lupa. Interrogatorios mil. Reconstrucción de hechos hasta el mareo. Búsqueda de nuevas pistas en indicios que el tiempo borró. Científicos encorvados en mesas de laboratorio. Conjeturas. Hipótesis. Cálculos. Pues ya pasaron 5 años. Y nadie sabe nada.

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