Las mujeres que desean entrar en la actividad política enfrentan dificultades por su condición de género, que se ven agravadas por su pertenencia étnica, asegura Freiné Salgado, directora del Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir (ILSB), que se dedica a capacitar a mujeres para participar en política y llevar su agenda feminista a todos los espacios de interés público.
El Sol de México entrevistó a cuatro de ellas que compiten por puestos de elección popular en la contienda electoral que culmina el 6 de junio próximo, arropadas por diferentes partidos políticos, pero con la idea común de que su voz sea escuchada.
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A todas las une su fortaleza para enfrentar la discriminación por su condición de mujeres, indígenas o afromexicanas, y su deseo de hacer visibles las demandas de 13.2 millones de mujeres indígenas y 1.3 millones de mujeres afrodescendientes en el país, según el Censo de Población y Vivienda 2020.
“Lo que se hace en este instituto es formar liderazgos colectivos e individuales de mujeres indígenas y afromexicanas, para que a través de la formación y la apertura de espacios políticos se vayan consolidando y pongan en la agenda nacional la demanda de sus derechos”, dice Salgado.
Paradójicamente, la labor del instituto, asegura, es completamente apartidista. “Nosotras lo que queremos es ver a más mujeres indígenas y afromexicanas haciendo políticas sociales, haciendo activismo, pero también política institucional. Les ayudamos a que se organicen en colectivos y redes y demanden derechos por su propia voz.
“Uno de los ejemplos que te voy a poner es el de la Asamblea Nacional Política de Mujeres Indígenas, que es una red de redes, por así decirlo, de mujeres indígenas que ya es un movimiento fuertísimo dentro de la política y es una actora social relevante”.
Por su parte, Zenaida Pérez Gutiérrez, coordinadora del Programa de Mujeres Indígenas del ILSB, menciona que ya llevan siete años capacitando y formando liderazgos con base en tres ejes de acción: formación de cuadros, articulación de narrativas y agendas, y generación de condiciones de incidencia para que sus agendas lleguen al ámbito público.
“Se les acercan los recursos para que, con su propia voz, lleven sus mensajes a los espacios de toma de decisiones, que lleguen con una agenda que no sea de ocurrencias personales, sino por temáticas conceptuadas; que digan que representan a 13 millones de mujeres indígenas, lo cual no es poca cosa”.
Cabe recordar que en el actual proceso electoral el Instituto Nacional Electoral (INE) ha reservado espacios de representación popular para las comunidades indígenas y de migrantes, lo que nunca había sucedido en el país y que se pretende aprovechar con esta iniciativa.
Sin brazos hizo arte y ahora política
Su nombre es Santa Obdulia Hernández, pero es mejor conocida como Yuye Hernández, en el medio de los artistas plásticos oaxaqueños. Es candidata a Regidora de Cultura de su natal Santiago Pinotepa, en Oaxaca, por el partido Morena.
Todo eso no sería tan extraordinario en muchas partes del país, salvo por el hecho de ser mujer (en una región donde los usos y costumbres suelen marginarlas), afromexicana y además discapacitada, pues nació sin los dos brazos, lo que no le impidió cursar estudios de arte en la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca y ser pintora de manera profesional.
“Pese a que no cuento con mis brazos completos, tengo un solo dedo, me metí al mundo del arte, donde he alcanzado reconocimientos a nivel nacional e internacional por mi trabajo”.
Señala que abrir este camino no ha sido fácil. “A las mujeres de la Costa se nos niega la posibilidad de participar, de opinar o de incidir en la política. Muchos me decían que no me metiera en esto, pero yo decía que hay que alzar la voz y dar a conocer nuestras carencias, las discriminaciones que hemos sufrido desde siempre”, asegura.
Hace tres años ya había sido candidata suplente de Regidora en el mismo municipio, por lo que siente que ya tiene experiencia en estas lides, aunque ahora siente más responsabilidad por ir como titular. Ha sido capacitada por el Instituto Simone de Beauvoir dentro de su programa de mujeres líderes y empoderamiento.
Después de eso, dice, ha hecho activismo en su comunidad para que más mujeres luchen por sus derechos.
Desde 1995 trabaja con un grupo de jóvenes de la Costa Chica de Oaxaca y Guerrero, donde fundó la asociación civil Cimarrón, para denunciar la discriminación hacia los afromexicanos.
“No teníamos una identidad. No éramos reconocidos. Comenzamos como un grupo pequeño de artistas plásticos de origen afro, de distintas comunidades, buscando un reconocimiento a nivel constitucional, lo cual se dio apenas el año pasado”.
ATAQUES E INSULTOS
Santa Obdulia asegura que se siente segura de sus planteamientos, aunque no dejan de sorprenderle y dolerle los ataques e insultos que recibe por parte de sus opositores y aun dentro de su comunidad, por estar dando la cara.
Le han dicho que no está preparada para encabezar esfuerzos culturales en su comunidad, que está discapacitada, que viene de una comunidad muy pequeña, de apenas 180 habitantes y que no tiene estudios, lo cual es falso, pues hasta título universitario posee.
“Yo les digo que uno no nace sabiendo, pero que hay que estudiar, hay que investigar”.
Aun su familia, por protegerla, le ha pedido que deje el activismo social para que no le pase nada, para que no pierda la vida.
Le parecen buenos los avances en materia de reconocimiento de los afromexicanos como etnia constitucional, pero insuficientes.
“Hace dos años el gobernador estableció el 25 de junio como Día de la Comunidades Afro Mexicanas, que no está mal, pero es como si nos dijeran, ‘ahí tienen eso, ya no molesten”.
Menciona que todavía, aun con leyes ya establecidas, se dan casos como el de Rosy Castro, de Huatulco, a la que no dejaron ser candidata, pese a tener todo para serlo. El aparato político no la dejó pasar aunque es una figura reconocida entre las mujeres de su estado.
Dice que su participación política personal va a servir para que más personas de su comunidad y aledañas se animen a alzar su voz, a denunciar sus carencias.
Termina enviando un mensaje a las mujeres del país, sobre todo las de comunidades pequeñas, indígenas o afromexicanas. “Yo les diría que lo intenten. Que somos mujeres guerreras, valientes. Que este es nuestro tiempo, nuestro año para alzar la voz. Tenemos el derecho de participar en la política, ya no se nos puede negar. No hay que quedarse calladas. No hay que intimidarse”.
Cristina hace campaña con 17 mil pesos
Originaria de Guerrero, Cristina Solano Díaz quiere hacer historia como la primera mujer migrante de origen indígena que se convierta en diputada al Congreso de Baja California.
Solano es joven, tiene 27 años, y desde hace 20 participa como activista en Ensenada a pesar de no haber nacido ahí. “Somos Ñuu Savi –mixtecos, de la Montaña de Guerrero–, y desde los siete años he participado en el activismo como comerciante, como niña jornalera, como brigadista. Mi historia, como la de muchas mujeres, no ha sido fácil”.
Cristy, como la llaman sus amigos y familiares, comenzó su trayectoria de apoyo social escuchando y tomando notas en la asociación civil San Rafael que su familia fundó apenas llegaron a Baja California para instalarse en la colonia Cañón Buena Vista, en el municipio de Ensenada, hace ya 20 años. La vida en La Montaña de Guerrero era casi imposible para sus padres, por lo que decidieron buscar suerte en otro lado.
“Apenas comenzaba a entender el español y mi familia me pedía que tomara la lista de asistencia. Yo apenas tenía siete años y como miles de niños de acá, me tocó también ser jornalera y comerciante ambulante”, recuerda la hoy candidata por el Partido Encuentro Solidario (PES).
Su niñez la pasó entre el campo, la escuela y vendiendo artesanías en la zona turística, donde ayudaba, además, como intérprete a otros indígenas que no hablaban español para vender sus artesanías. Los días no eran fáciles pues a pesar de que las autoridades trataban de impedir el trabajo infantil, “había que ayudar a la familia para comer”.
Partiendo de esa experiencia, su activismo no paró. Conformó grupos de jóvenes, trabajó con grupos culturales, formó una asociación civil de intérpretes y traductores y dio el salto a la política cuando fue invitada por la Asamblea Nacional Política de Mujeres Indígenas por su trabajo en la comunidad. Siempre –asegura– enfrentando al machismo y la discriminación por ser mujer, indígena y migrante.
“Si bien, es cierto que todos hablan ahora de paridad de género o de inclusión social, la realidad es que sigue habiendo mucha discriminación para las mujeres, los indígenas y por supuesto para las mujeres migrantes de origen indígena”, afirma.
Muestra de ello es que a Cristina sólo le asignaron 17 mil pesos para su campaña, lo que la ha obligado a ser una “candidata de tierra”, mientras que los otros contendientes recibieron buenas cantidades de dinero.
“El mayor desafío que he enfrentado, y que creo que es por mi condición de mujer indígena, es el financiamiento, pues en esta campaña a mí me dijeron ‘no hay más que 17 mil pesos’, lo que para mí ha significado una desventaja y un gran desafío, pues he tenido que hacer mi campaña a pie, pues no tenemos para más”.
Convencida de que sólo legislando las cosas cambiarán para las mujeres migrantes de origen indígena, Cristina agrega que son muchos los desafíos que aún se deben enfrentar, ya que todos dicen sí a la inclusión, pero lo cierto es que no existen mecanismos al interior de los partidos políticos que garanticen la participación y representación política de la población indígena o migrante de origen indígena.
“Es evidente que a pesar de que el INE modificó los criterios para la participación de grupos históricamente discriminados como las mujeres indígenas, seguimos en desventaja. Yo porque fui invitada directamente por el ingeniero Jorge Hank Rhon, de otra forma no sé si hubiera llegado a lograr esta candidatura”.
Su caso está conectado a esa necesidad de representación de la comunidad indígena. “Soy la única fórmula de candidatura indígena, propietaria y suplente indígena, debidamente acreditada”, señala.
”He ido a muchas capacitaciones, he escuchado muchas historias pero hoy tengo la oportunidad de escribir mi propia historia como mujer indígena joven, en una contienda electoral histórica, en un Estado en donde habemos 300 mil personas indígenas, que somos el 8.5 por ciento de la población indígena. Esa es la situación por la que me encuentro participando en estas elecciones y por las que he decidido enfrentar lo que sea”, concluyó.
Asul entró al quite por las mujeres indígenas
Cada vez que Asunción Sandoval escuchaba que otra mujer indígena rechazaba un cargo público en Cacalotepec, Oaxaca, o inscribirse a una candidatura política por un partido, ella era la primera en decir “tenemos que entrar al quite, porque ha sido mucho tiempo el que hemos sido relegados”. Ahora que se lo propusieron, aceptó luchar por los derechos de las mujeres, los indígenas y llevar la voz de las jóvenes feministas al congreso de Oaxaca.
“Mujer Ayuuk, mamá, activista, abogada y feminista”, así se define la joven de 32 años de edad ante su comunidad de poco más de dos mil 500 habitantes, que busca representar a un total de 130 mil personas que habitan en ese distrito diez.
El Sol de México intenta por casi cuatro días contactarla. Asunción Cacalotepec es uno de los 540 municipios de Oaxaca y está enclavado en la sierra más quebrada al norte de la entidad. El clima cálido húmedo hace que la neblina caiga en ese valle de montañas. En la cima de una de ellas, entre caminos de terracería, se alcanzan a ver las dos torres de la iglesia en torno a la cual está la cabecera municipal.
–No hay cobertura de celular. Por la llegada de la temporada de lluvias hay problemas con la luz y el internet, en cuanto vuelva a tener conexión respondo, se escucha en un mensaje de voz para celular.
Dos días después la candidata por Movimiento Ciudadana al distrito diez para un escaño en el congreso estatal de Oaxaca envía otra grabación:
–Llegamos cansados de visitar dos agencias más las actividades como mamá, caímos rendidos. Habla de que su papá, su mamá y su hija la acompañan en sus recorridos de campaña en la sierra.
Hace poco más de un año, con la pandemia, regresó a San Miguel Campo México, una de las ocho agencias de ese municipio junto con su hija de dos años. Ahora vive en la casa en proceso de construcción de sus padres: un profesor bilingüe jubilado y una ama de casa, ambos campesinos que cultivan para el autoconsumo.
“Me considero una mujer capaz, fuerte, honesta, comprometida con mi familia, con las mujeres y hombres de mi comunidad y con mi región”, define en otro momento.
Asunción Sandoval Ildelfonso, mejor conocida entre amigos y familiares como Asul, nació en ese municipio en donde se asienta la comunidad mixe, orgullosos de su cultura, que nunca fue conquistada por los españoles.
En el recorrido por las cañadas, como parte de la campaña electoral, la más grande de México que renovará mediante el voto el congreso federal, 20 congresos locales y 15 gubernaturas, ella sólo habla el idioma elegante, florido como la selva, es decir, el mixe o ayuuk. En ese sitio hay pocos que hablan el español.
Sus primeras letras las aprendió de una joven preparatoriana que llegó hasta la agencia municipal para formar a cinco alumnas bajo un techo improvisado, porque no había escuela, pero tampoco había luz, carretera ni agua entubada. “Poco a poco la comunidad ha trabajado para tener esos servicios”.
Para cursar la secundaria Asul se trasladó a la cabecera municipal y al concluir tuvo que viajar a la capital para ingresar al Colegio de Bachilleres de Oaxaca 1.
Más tarde eligió ingresar a la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales en donde se convirtió en abogada.
Elige entre la cocina y el patio de la casa, entre árboles y plantas, para responder algunas preguntas de la entrevista. Aprovecha que tiene 24 horas de conexión a internet satelital. Su voz gruesa y decidida tiene de fondo una orquesta de pájaros de la región.
Enclavada en la zona de la sierra oaxaqueña, hacia el norte de la entidad, entre montañas a más de dos mil 600 metros de altura sobre el nivel del mar, la candidata cuenta que después de su graduación en la universidad se incorporó al Unidad de Atención a Mujeres Víctimas de la Violencia de Género de la Secretaría de la Mujer en aquel estado y ahí empezó a incursionar en la defensa de los derechos sexuales y reproductivos en jóvenes y adolescentes.
“Ahí me llegaron términos de formación política, participación política, liderazgo y gestión comunitaria. Ahí empiezo a establecer vínculos con otras mujeres indígenas. Empiezo a entender que la política no sólo es esa cuestión de votar y ser votada, que es algo de la administración pública, sino a conocer a mujeres que trabajan, tiene liderazgo político, pero desde sus espacios. Que la participación política implica más que un cargo”.
A poco más de un mes de lanzada su campaña, fueron su hermano y su pareja quienes la animaron a aceptar la postulación.
Sus adversarios la señalan por su inexperiencia en la política, en los cargos públicos o en el gobierno de costumbres en su comunidad, pero ella ve eso como una oportunidad para posicionarse, incursionar en la política.
Como compañera de fórmula lleva a Mayra Paola Chávez Guzmán, originaria de Santo Domingo Tepuxtepec, de tan sólo 25 años. Eso provoca que les digan que son jóvenes, “pero ni siquiera entro en el rango de juventud porque tengo 32 años (sonríe), pero nos lo dicen más por esta cuestión de ‘qué van a saber ellas si están mocosas’. ¿Qué nos pueden proponer ellas?”.
Asul afirma que su mejor respuesta es el trabajo realizado en contra de la violencia hacia las mujeres y el trabajo con la sociedad civil para garantizar sus derechos.
No se siente menospreciada en su comunidad porque “todos somos indígenas”, pero afuera de ese lugar ser mujer e indígena es suficiente para sufrir discriminación.
“Sólo me veo como mujer que radica aquí, que no tiene compromisos con nadie ni padrinos, nada. Lo veo como una oportunidad para tener experiencia y continuar con mi trabajo, en comunidades, con mujeres, adolescentes y jóvenes”.
Antes de esto realizaba esa labor de defensoría desde la sociedad civil, después de su breve paso por la administración pública. Por lo que ahora considera que es momento de tomar herramientas nuevas. “Me motiva hacer una carrera política, por eso lo tomé”.
Asul lleva casi un mes caminando por las agencias del municipio y por la cabecera de la localidad. De casa en casa, camina la localidad para colocar las pocas mantas con las que la apoyó el partido.
“Es un partido pequeño que no tiene mucho financiamiento”, justifica.
Ella no cree en esas campañas de perifoneo, prefiere visitar a los vecinos que conocen la trayectoria de su padre como maestro en la región y la que sembraron su mamá y sus abuelas.
Reconoce que se inspira en otras mujeres oaxaqueñas que en los últimos años abrieron camino en la región para enfrentar los problemas de desarrollo y violencia contra las mujeres: Sofía Robles, Felicitas Cruz y Lidia Aguilar Aguilar.
Su meta en el congreso oaxaqueño es “llegar, negociar y pelear mayor presupuesto para la región”, donde hace falta todo.
“Quiero que los afromexicanos seamos una realidad”
Originaria de Cuajinicuilapa, Guerrero, Mijane Salinas recorre las calles del distrito 15 de ese municipio para conseguir un sufragio a su favor.
Su intención es convertirse en diputada local, aunque su camino se ha visto plagado de obstáculos debido al rechazo recibido por ser afromexicana.
La candidata del Partido Verde Ecologista de México (PVEM) dice que ser mujer, joven, madre soltera y afromexicana es una combinación que acentúa las dificultades para generar respeto y confianza frente a la opinión pública.
“La gente tiene un total desconocimiento de nuestra identidad. Asume que una mujer negra tiene que ser muy negra, desconoce de nuestra identidad y cómo la estamos construyendo”.
Menciona que en su andar, a sus 32 años, ha sido menospreciada por su juventud para hacer frente a las necesidades de su distrito. “Por años las juventudes no hemos sido visibles en los contextos políticos. No hay candidatos jóvenes. Ahí he recibido discriminación”. Los comentarios discriminatorios han estado presentes a lo largo de su vida.
Desde hace dieciocho años, en plena adolescencia, comenzó su lucha social. “Empecé denunciando que no teníamos papel baño en la prepa”.
Hija de Silvio Jiménez Lugo, gestor social que presidió el PRI en Cuajinicuilapa, narra que desde chica estuvo rodeada de pancartas, marchas, mítines y procesos electorales, situación que le llevó a enfilarse a la vida política
Su gusto por las políticas públicas y los derechos humanos la llevó a estudiar Derecho en la Facultad de Chilpancingo.
Después de concluir sus créditos, Mijane quiso estudiar una maestría. “Mi sueño era dar clases, pero cada que quise acceder a alguna beca, me rechazaron porque no era indígena. Me frustró”.
Al ver uno de sus derechos vulnerados por pertenecer a un grupo étnico, decidió que las cosas deberían cambiar. A partir de ese momento Mijane asumió su identidad afromexicana.
“Ser afromexicana en México es tener historia, es tener dignidad y resiliencia”.
Con el sonido de las aves de fondo, porque está a punto de marcharse a hacer proselitismo, la candidata dice que asumir una identidad distinta es ponerse a favor de los derechos políticos, culturales y económicos de esa comunidad, para que “los afromexicanos seamos una realidad”.
Mijane expone que si llega a ganar el cargo de elección popular, luchará por visibilizar a su comunidad y buscará mayores oportunidades para todos.
Señala que está dispuesta a luchar no sólo por sus derechos, como pueden ser los sexuales y reproductivos o el acceso a una vida libre de violencia, sino “por una real participación efectiva en todos los sentidos”.
Actualmente es presidenta de Mano Amiga de la Costa Chica A.C. y fundadora de la Red Nacional de Juventudes Afromexicanas.
Forma parte de la colectiva Mujeres Afromexicanas en Movimiento de Guerrero y Oaxaca, además de que es miembro de la Red de Mujeres Afrolatinas, Afrocaribeñas y de la diáspora, capítulo México, y promotora de las acciones afirmativas para el pueblo afromexicano en derechos políticos y electorales.
A dos años del reconocimiento constitucional de los pueblos afrodescendientes, el Instituto Nacional Electoral (INE) implementará por primera vez, en estas elecciones, una serie de medidas afirmativas que buscan garantizar que los afromexicanos integren asientos en los Congresos.
Con información de Sarai Uribe, Nurit Martínez Roxana González.
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