Tres alternancias y una continuidad. Dos relevos pacíficos, uno agitado y otro caótico. En lo que va del presente siglo, México ha vivido cuatro cambios de banda presidencial, cada uno con sus respectivas dosis de tensión y expectativa.
Este 1 de octubre, el país atestiguará la quinta toma de posesión, cuando Claudia Sheinbaum, la primera presidenta de México, se coloque la banda y jure desempeñar “leal y patrióticamente” el cargo.
Si será un acto terso o tenso, eso dependerá de las acciones de la oposición y de los grupos que se han sentido agredidos por las reformas aprobadas de última hora por la mayoría morenista en el Congreso.
La caótica investidura de Felipe Calderón
De los últimos relevos presidenciales, el más convulso fue el que se vivió el 1 de diciembre de 2006, cuando el presidente electo Felipe Calderón debió entrar por el estacionamiento de la Cámara de Diputados y colarse por detrás de la tribuna para eludir las barricadas colocadas por los enardecidos legisladores del PRD.
Unas 75 horas antes del evento, los diputados del PAN se atrincheraron en la tribuna para evitar que los perredistas frustraran la toma de posesión de Calderón, con lo que pretendían crear una crisis constitucional que impidiera el inicio del nuevo gobierno.
El origen de la irritación estaba en las elecciones presidenciales de ese año, que fueron ganadas por Calderón por un margen de 0.52 por ciento; el entonces candidato perredista Andrés Manuel López Obrador desconoció los resultados, acusó fraude, llamó “espurio” al michoacano y encabezó una jornada de protestas, que incluyó el bloqueo de Paseo de la Reforma.
Las crónicas de ese día refieren que los panistas incluso contrataron a un personaje parecido a Calderón con el fin de usarlo como “señuelo” a fin de distraer a los complotistas y así facilitar el ingreso del mandatario electo, quien se habría escondido en un vehículo para pasar inadvertido.
Cuando Calderón y el presidente saliente, Vicente Fox, llegaron al salón de plenos, aquello era un hervidero. Arriba de la tribuna, panistas y priistas evitaban a empujones que subieran los perredistas. En medio del griterío, Calderón pronunció las palabras que exige el artículo 87 constitucional.
Era tan anárquico el ambiente, que el presidente Fox estuvo a punto de entregar la banda presidencial en propia mano a Calderón, cuando el protocolo indica que el lienzo debe ser entregado primero al presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, para después pasar a manos del nuevo mandatario.
Cuatro minutos duró aquella turbulenta ceremonia. Al día siguiente las fotografías de las portadas de los principales diarios mostraban a un adusto Calderón con la banda presidencial puesta y un sonriente Fox, rodeado de diputados que se batían a codazos y arañazos.
Fox, el presidente que rompió el protocolo en la toma de posesión
Seis años antes, el 1 de diciembre de 2000, cuando el presidente Ernesto Zedillo entregó la banda a Vicente Fox, la polarización no era tan marcada en México y la toma de posesión transcurrió sin contratiempos.
Con el aura de haber terminado con 69 años de hegemonía del PRI, con la promesa del cambio y un triunfo contundente en las urnas, Fox llegó a la ceremonia de toma de protesta con una amplia legitimidad; además el PAN, su partido político, obtuvo la mayoría en el Congreso.
El acto es recordado por dos “innovaciones” que Fox hizo al protocolo republicano. Primero, al rendir protesta como presidente de la República, el guanajuatense protestó desempeñar el cargo no sólo para procurar el bien y la prosperidad de la Unión, sino por “los pobres y marginados de este país”, palabras que no están en el guion establecido en el artículo 87 constitucional.
Además, antes de emitir su mensaje político ante la sesión de Congreso, Fox saludó a sus cuatro hijos, lo que fue duramente criticado por los partidos de oposición.
Antes de llegar al palacio de San Lázaro, Fox desayunó con “niños de la calle” de Tepito y después acudió a la Basílica de Guadalupe, dos actos que también rompieron con el protocolo tradicional de las sucesiones presidenciales.
La violencia marcó el inicio del sexenio de Peña Nieto
Una sucesión que sí se vio empañada por la violencia, fue cuando el presidente Enrique Peña Nieto recibió la banda de Felipe Calderón, el 1 de diciembre de 2012. Era el segundo descalabro de López Obrador en una contienda presidencial y sus simpatizantes no iban a permitir que la jornada transcurriera en calma.
Mientras Peña Nieto recibía el lienzo presidencial de manos del entonces presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, Jesús Murillo Karam, afuera del recinto fuerzas de seguridad se enfrentaban con integrantes del movimiento #YoSoy132, habitantes de San Salvador Atenco y otros contingentes de izquierda, lo que dejó un saldo de entre 15 y 20 personas heridas.
Simultáneamente, López Obrador encabezaba una movilización en el Ángel de la Independencia para convocar a la resistencia civil pacífica.
Debido a la agitación que se vivía en diversos puntos de la ciudad, la ceremonia de investidura de Peña Nieto comenzó con casi una hora de retraso. Mientras el mexiquense rendía protesta, los legisladores perredistas gritaban “¡Asesino!” y “¡Presidente de telenovela!”, aunque nada que impidiera el desarrollo del acto.
Investidura de AMLO, la más tensa
La ceremonia más tersa de este siglo se vivió el 1 de diciembre de 2018, cuando Andrés Manuel López Obrador, después de tres intentos, logró ganar las elecciones de manera contundente para convertirse en el primer izquierdista en llegar a la Presidencia.
El encargado de entregar la banda presidencial a López Obrador fue Porfirio Muñoz Ledo, uno de los principales impulsores de la transición democrática de México.
Desde su primer discurso como presidente constitucional, el tabasqueño dejó en claro que sus principales objetivos serían acabar con la corrupción y la impunidad, trabajar por los más pobres, abolir el neoliberalismo y erradicar la discriminación y el clasismo.