La dinámica de las relaciones entre México y Estados Unidos es tan longeva como compleja. Con buenos y malos momentos, nuestras fronteras son de las zonas de mayor tránsito comercial en el mundo. Además de compartir ciudades gemelas, que en su conjunto, suman poco más de 20 millones de personas, se ha desarrollado un indisoluble articulación de intereses. Los naturales cambios de gobiernos, ambos regímenes presidencialistas, han representado interesantes pruebas que ejercen influencia en la toma de decisiones, tanto en la Ciudad de México como en Washington, D.C.
En estos años, no es diferente. Por una parte, al Presidente Andrés Manuel López Obrador, a lo largo de su mandato, habrá convivido con los Presidentes de los Estados Unidos, de dos partidos políticos rivales. Lo anterior es un dato relevante, pues aunque en efecto haya relevos, la continuidad de las bases de la relación bilateral permanecen.
Así, el Acuerdo Bicentenario, firmado en octubre de 2021, aborda una agenda integrada por los temas: Seguridad fronteriza, Salud Pública y Comunidades Seguras. Como se lee, la prioridad, en general, es la situación compartida de lo que en México llamamos delincuencia organizada y en Estados Unidos, crimen organizado transnacional.
No obstante la puesta en práctica del Acuerdo Bicentenario, la Embajada de ese país y el Departamento de Estado, han emitido en fechas recientes alarmas de viaje a distintas parte de México, para prevenir a sus ciudadanos de potenciales riesgos para su integridad física y bienes. A la fecha la situación de la Seguridad Pública en la franja fronteriza, con excepciones, padece una intensa actividad, sobre todo de los delitos de tráfico de drogas, trata de personas y tráfico de armas. Estos tres asuntos son los que, con frecuencia, se convierten en temas políticos e incluso electorales en el país del norte.
Al sustituir a la Iniciativa Mérida, firmada el 3 de diciembre de 2008, también fue un protocolo de entendimiento entre ambos países, también un evidente predominio de los asuntos relacionados con la agenda de Seguridad binacional. Sin embargo, de forma gradual, fue perdiendo influencia, sobre todo, con el inicio de gobiernos diferentes a los de George W. Bush y Felipe Calderón. Barack Obama y Enrique Peña Nieto, ganaron desde la oposición, la presidencia de cada uno de sus países.
En perspectiva, el Entendimiento Bicentenario puede convertirse en las bases de nuevos acercamientos. Si bien ahora, hay diferencias, sobre todo por lo que hace al tratamiento del gobierno mexicano en lo que se refiere al sector energético, es natural que hay desencuentros, tal y como sucede entre los países que integran la Unión Europea, por ejemplo. Los retos de esa compleja relación solo pueden ser atendidos a partir de la cooperación y disposición de ambas partes, para dar pasos en la misma dirección.
A los dos países les conviene que el Acuerdo funcione. Es, o bien puede ser, una ecuación de ganar-ganar.
* Profesor Investigador Titular de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México. @JOPso