El Partido Revolucionario Institucional (PRI), que por muchos años fuera la representación política de México, renovará este domingo a su dirigencia nacional, tratando de mantenerse a flote, ante el fantasma de la división en que quedó sumido después de perder la Presidencia de la República, en 2018, y serios problemas económicos.
El partido, que el pasado 4 de marzo cumplió 90 años de su fundación, elegirá a quien habrá de guiar al priismo durante la mayor parte del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, de 2019 a 2023, por lo que se habrá de reemplazar a Claudia Ruiz Massieu.
Prerrogativas garantizan pluralidad partidista: PRI
Las elecciones del 2018 fueron la muestra de la crisis del partido, la peor derrota en su historia en cuanto al porcentaje de votos, ya que sólo obtuvo el 16 por ciento. Además, el pasado proceso electoral le dejó una disminución de recursos y una severa pérdida de posiciones en el Congreso de la Unión, donde en el Senado de la República sólo tiene 14 de los 128 escaños y en la Cámara de Diputados retuvo 47 de 500 curules.
En los estados, el PRI también tiene una crisis sistemática ya que sólo cuenta con 12 gubernaturas, lo que representa una tercera parte del país, siendo esta la cifra más baja para el partido.
Para el politólogo José Fernández Santillán el PRI llega a este momento muy debilitado y se juega técnicamente su supervivencia.
“Es un proceso electoral desesperado, en el sentido de que el PRI se encuentra en la mayor crisis de su historia y eso es una afirmación que no hago yo sino gente que son militantes y dirigentes del partido”, refirió en entrevista con El Sol de México.
PROBLEMAS ECONÓMICOS
Pero aunado a las derrotas electorales, la derrota económica es la que más afecta al tricolor, ya que debido a su baja votación, los recursos públicos que recibe a través del Instituto Nacional Electoral (INE) disminuyeron de manera estrepitosa.
De acuerdo con la Comisión de Finanzas y Administración del Consejo Político Nacional del PRI, el partido tiene en sus cuentas sólo 590.6 millones de pesos, lo que hace imposible que cumpla con sus obligaciones financieras, por lo que han tenido que solicitar créditos dejando como garantías sus edificios como el que se ubica en la Fragua 3, que es utilizado para la formación de sus cuadros.
Los recursos obtenidos de la hipoteca se utilizaron para llevar a cabo la elección de su nueva dirigencia nacional en donde compiten la exgobernadora de Yucatán, Ivonne Ortega Pacheco; el gobernador con licencia, Alejandro Moreno Cárdenas y la militante, Lorena Piñón.
De acuerdo con datos del INE, el PRI reportó haber recibido en el 2019 un total de 227.3 millones de pesos de financiamiento y gastos por un total de 250.9 millones de pesos por lo que tiene un déficit de 23.5 millones de pesos, siendo esta la primera vez que reporta un saldo rojo.
Uno de los males endémicos de la política mexicana es la corrupción y el tricolor no está fuera de esa problemática con personajes acusados como el expresidente Enrique Peña Nieto y los exgoberna dores Javier Duarte y César Duarte. Además de los escándalos, como el ocurrido con la llamada “Casa Blanca”.
Para el también académico y escritor, es claro que si el PRI está sumido en esta crisis es por Peña Nieto que “le entregó completo el partido a su amigo Luis Videgaray, a los tecnócratas porque sí existen los tecnócratas neoliberales”.
“El PRI sufrió este embate de los neoliberales cuando rompieron los candados cuando se decía que no podía haber dirigentes o gente se pudiera postular a cargos de elección popular si no tenían militancia y metieron a Enrique Ochoa y a José Antonio Meade, siendo un insulto para los priistas”, explicó.
Dados cargados, poca transparencia en el financiamiento, violación al tope de gastos de campaña y hasta “mapaches”, son los escenarios de esta elección interna y quien resulte vencedor, que a lo mucho es histórica por la forma y el modo, tendrá que administrar un partido casi en ruinas, sumido en el caos de no tener representación política como en el pasado y sobre todo estar casi al borde de la quiebra financiera de manera técnica, al tiempo de tener que salir a dar la cara para terminar con el estigma de la corrupción.