Francisco Labastida Ochoa, excandidato a presidencial por el PRI, consideró como un riesgo que Alejandro Moreno Cárdenas gana la dirigencia nacional del PRI y acusó que los gobernadores que lo apoyan corren un riesgo ante las diferencias que tuvo Moreno con López Obrador durante la pasada campaña presidencial.
Previo a la renuncia al PRI de José Narro y la dimisión de José Ramón Martell, el también exgobernador de Sinaloa aseveró que el campechano dejaría al partido en manos de Enrique Peña Nieto y Morena.
Con más de medio siglo de militar en sus filas, conocedor a fondo de su instituto político, sentencia:
“El riesgo de que llegue Alito (Alejandro Moreno Cárdenas), es que va a poner al PRI a las órdenes del presidente Enrique Peña y de Morena.
“El expresidente Peña fue el causante de la grave derrota del partido y Morena por tener tan alta presencia en el Legislativo, necesita un contrapeso y eso lo vamos a perder”.
¿Algunos gobernadores dan su apoyo a Alito?
-Sí, porque creen que con ello van a conseguir recursos. Corren un riesgo, porque las diferencias en campaña entre Alito y el Presidente de la República fueron muy serias. Y perdón, son de esas ofensas que no se olvidan.
¿Qué va a ocurrir con el PRI?
-El futuro nadie lo sabe. Soy economista, no soy brujo. Pero sería un error negar los riesgos que corre el partido, dejar de hacer conciencia sobre los mismos; informar a la sociedad. Estamos obligados a ello e invitar a la reflexión.
¿Tiene dos años para transformarse para el 2021?
-Sí. Si hacemos bien las cosas. Sí no, pasaremos a ser un partido testimonial, que ya en alguna medida lo somos, pero más acentuado.
Ahí está el reto: hacer bien las cosas, con un padrón realista, con reglas claras, asentadas, sin dar lugar a que sea el dinero y la compra de votos lo que determine el resultado de la votación. Sería lo ideal.
¿En estas elecciones internas el PRI se juega su futuro?
-Sí, en la medida en que dejemos de tener una opinión y seamos aplaudidores como focas, en ese momento el partido desaparece.
En la quietud de su oficina, en un ambiente rodeado de pinturas, de libros, de buena música, refiere que el Revolucionario Institucional tiene que pasar por un proceso de transformación profunda en donde los pesos que le hacen daño “hay que quitárselos”.
¡El partido tiene que ser reconstruido, tiene que renacer! Enfatiza, que hoy en día, el tricolor enfrenta dos etapas críticas:
“La primera, la elección de quien va a ser el nuevo presidente. Y la segunda, es la definición de para qué queremos al partido, que es al final sólo un instrumento para servirle al país. No es un objetivo en sí mismo, es sólo un instrumento”.
Y suelta: “Los que piensen que ser presidente del partido es la meta final, es un error”. Apunta que el PRI corre el riesgo de una separación muy seria, porque si el padrón de 6.5 millones de simpatizantes tenía múltiples defectos e imperfecciones y no fue admitido por el INE. Lo segundo, que lo complica más todavía, es que le quieren agregar en estas fechas más de 600 mil nuevos militantes.