Desde que Andrés Manuel López Obrador se convirtió en presidente de la República, vive dos vidas. Entre semana atiende a políticos de todos los colores, empresarios, estrellas de Hollywood, campeones de box y, a veces, a su esposa Beatriz Gutiérrez Müller, desde sus oficinas en Palacio Nacional.
Pero cuando llega el fin de semana revive sus días de campaña en breves giras por los estados. Se pone la guayabera del Peje, toma un vuelo comercial y sube a la Suburban blanca, para pregonar la doctrina de la Cuarta Transformación contra los políticos corruptos y conservadores que insisten en que el Gobierno de la República se mantenga “como un elefante reumático”.
Así, llega a los pueblos de la sierra de Guelatao, la Rumorosa, la Madre Occidental, Gorda o su natal sureste, para recordarles a los pejistas que no hay “divorcio del pueblo” como les prometió durante 18 años.
Cual Kalimán o El Santo, se sube a la arena que estaba de bote en bote y la gente loca de la emoción, para someter a votación la política exterior, avalar a los gobernadores o investigar si se va a cansar el ganso, en el reparto de los Programas Integrales del Bienestar, que no son subsidios, regalos ni populismo, sino “justicia social”.
GOBIERNO A MANO ALZADA
“¿Verdad que debemos llevar buenas relaciones con el gobierno del presidente Donald Trump?”, preguntó a los veracruzanos en Poza Rica, cuando su homólogo estadounidense lanzó la primera advertencia de una guerra comercial contra México, si no contenía a los migrantes centroamericanos.
Desde las siete de la mañana en las redes sociales y la conferencia mañanera, se le preguntó qué respuesta iba a dar a los tuits de Trump sobre el posible cierre de la frontera con México, para que no pasará ni un migrante más; López Obrador apeló al clásico “soy dueño de mi silencio”, hasta que llegó a la plaza pública para hacer una consulta a mano alzada con el “pueblo sabio”.
“Miren el pueblo, el pueblo es sabio. A ver, este asunto es interesantísimo. A ver que levanten la mano los que piensen que debemos de contestar, cada vez que se refiere a México el presidente Trump”, observó con una sonrisa, cómo ninguno de sus seguidores levantó la mano.
“A ver que levanten la mano los que piensen que debemos actuar con prudencia”, entonces, cuando vio a la mayoría votar por la opción B, decidió con agrado: “Ese es mi pueblo”.
Cuando terminó la gira del fin de semana y regresó a las reuniones mañaneras con el gabinete de seguridad, para continuar con su vida de rutina, López Obrador evadió los cuestionamientos de la prensa en el Salón Tesorería con un solo argumento: la gente había votado por la prudencia y además, ahí estaban representados todos los ciudadanos, porque había gente de todos los partidos.
Pero aquel 29 de marzo sólo ondeaban las banderas de Morena y el Partido del Trabajo, la gente portaba con orgullo la gorra del inmortal: “Me canso, ganso”, y algunos puntos hasta se pintaban de color guinda.
DETENTE ENEMIGO
Se ha dejado de oír en los tianguis el sabor cumbiachero del himno: “Morena, de hacer historia, llegó el momento… del mal gobierno, llegó el momento… del Movimiento de Regeneración Nacional”.
Ahora, la Orquesta Sinfónica de Ojinaga, Chihuahua, interpreta su composición del Me Canso Ganso, en apoyo al Presidente de la República, quien asegura que no hay reconciliación en el país y también reconoce que lo ha polarizado, pero entre quienes están a favor de la corrupción y quienes la condenan, y en eso, ¿cómo les cuestiona?
Mientras la clase popular de México lo besa, le entrega peticiones, marimbas con su nombre tallado en madera de cedro, parejas de gansos o le regala amuletos con el Sagrado Corazón de Jesús, para que les diga a los fifís: “Detente enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo”. Hay quienes se rebelan en los aeropuertos.
“Señor Obrador, soy del SAT, ¿qué va a pasar con nosotros? Tenemos incertidumbre, no nos quieren dar empleo. Por favor, se lo suplico, Coatzacoalcos necesita trabajo”, le reclamó una mujer que, dijo, padeció el recorte masivo en las oficinas del Servicio de Administración Tributaria.
Entre flashazos y el barullo de sus admiradores, el presidente de la República respondió “lo vamos a checar”; pero todo quedó en la promesa, nunca rindió en la mañanera un informe con el número de trabajadores de confianza, despedidos ni sindicalizados.
Justo después de que el tabasqueño celebró un acuerdo por la movilidad en Monterrey, a su regreso, una maestra tuvo un debate fallido con el Presidente, en el que le cuestionó las razones por las que el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología no apoyó a los niños para participar en las olimpiadas del conocimiento.
“¿Por qué le quitó a nuestros niños el apoyo a la Olimpiada de Matemáticas del Conacyt? El Conacytle quitó el apoyo a nuestros niños para poder salir fuera del país a representar a nuestro México”, reclamó.
Pero López Obrador rechazó la situación y cual político en campaña prometió que lo revisaría con la directora general del Conacyt, quien ha asegurado que sí se les dio 10 millones de pesos a los participantes, monto incluso mayor a lo que costó su humilde comedor de seis millones de pesos.
VUELOS SOBREVENDIDOS
Los menos valientes llegan a murmurar entre los asientos de Aeroméxico. “¡Qué bueno que va más adelante y no me lo encontré, porque si no, me habrían dado ganas de escupirle!”, platicaba un hombre antes de apagar su iPhone en un vuelo rumbo a Chihuahua.
A otros no les queda más remedio que hacer su puchero en ausencia del primer mandatario, porque ellos ni siquiera pudieron abordar el vuelo que se sobrevendió porque, de último minuto, el Presidente y su cuerpo de ayudantía abordaron uno de esos escasos y pequeños vuelos a Nayarit.
El pasado 10 de mayo, dos jóvenes recibieron un correo electrónico de Aeromar, en el que la aerolínea se disculpaba por el inconveniente de una saturación en la avioneta y por motivos de seguridad, les pedían no abordar el avión.
Uno de ellos no vio a su madre, pero sería recompensado con un vuelo redondo a cualquier destino nacional en este año, una suite en uno de los hoteles más lujosos, tres comidas bien servidas y el gimnasio del aeropuerto para bajar el empacho.
Y si tenían dudas sobre si continuaría el influyentismo, no se preocupe porque uno de los hombres que se quedó varado aquella noche en la Ciudad de México, dijo que era amigo del gobernador de Nayarit, Antonio Echevarría, quien no sólo le confirmó que su baja en el vuelo se debía a la presencia del presidente López Obrador, sino que le expresó sus condolencias porque tampoco podía interceder por él ante la aerolínea que hasta ha fungido como guía turística del tabasqueño.
Si aún le quedan dudas, entérese que Josefa González Blanco, exsecretaria del Medio Ambiente y Recursos Naturales, se vio obligada a renunciar a su cargo porque pidió que se retrasara un vuelo de Aeroméxico. Nada que ver con las Manifestaciones de Impacto Ambiental para Dos Bocas y Santa Lucía, las cuales aún están en trámite.
Como sea, para evitar las molestias a los pasajeros, López Obrador ha optado por abordar el vuelo en la última llamada, en especial cuando viaja con la No Primera Dama Beatriz Gutiérrez, quien intentó apoyar a su esposo en las redes sociales, pero dejó su cuenta inactiva porque la buleaban hasta cuando ponía una inocente carita feliz en su cuenta de Twitter.
A ella no le ha asentado tan bien el amor y paz, pero eso sí, se le debe reconocer que es una mujer preocupada por que se le pida perdón a los mexicanos y se cuiden los baños de los recintos culturales de los pueblos mágicos.
Por ejemplo, una vez en Mocorito, Sinaloa, pidió a los encargados de la Biblioteca “Estaquio Buelna” que no permitieran el acceso a los retretes al público en general, mientras se llevaba a cabo la presentación del Plan Nacional de Fomento a la Lectura, en el que ella participó en su papel de intelectual como su principal impulsora.
No vayan a pensar mal de la escritora e investigadora del Sistema Nacional de Investigadores, porque esas medidas que no se habían llevado a cabo en otros eventos ni recintos, lo hizo para proteger el patrimonio cultural, al menos, eso pretextaron las trabajadoras que recibieron órdenes muy claras.
En fin, ya como presidente, López Obrador abandonó algunos gustos, como el ir a comer caldo de pavo en el mercado de Valladolid, como lo hizo hace muchos años cuando aún era jefe de Gobierno en compañía de su familia, pues en aquella ocasión, pese a que llevaba lentes y gorra, las vendedoras lo reconocieron: “Sí, soy yo, ¡ya me descubrió!”.
Ahora sorprende a los restauranteros de las carreteras, donde son menos los comensales y mantiene su gusto por la comida popular.
Entre estas y otras dualidades, López Obrador revivirá aquel primero de julio en el que subió al templete del Zócalo, lugar que lo ha acompañado desde que realizaba los éxodos por la justicia en Tabasco.
Recordará el discurso que declamó por su triunfo en las elecciones del 2018, más allá del emotivo discurso del triunfo de la izquierda, rendirá su segundo informe de gobierno trimestral, en el que deberá explicar la contracción de empleo formal al 80 por ciento, los cierres a las estancias infantiles y cómo se mantendrá la calma en México, frente a la crisis de inseguridad y los amagos de Estados Unidos, por los flujos atípicos de migración.