Recordó al sacerdote salvadoreño Romero muerto en 1980 por fuerzas contrarias a su mensaje teológico. "Privilegió al ser humano", sacó en limpio el Presidente Andrés Manuel López Obrador. 1980. Año de durísimas -sangrientas- pugnas en Centroamérica. Guatemala explotaba por órdenes del general Lucas García.
"La criatura humana, primero". Leyes adecuadas; realistas. "Informo pues ese es el fin de mi comparecencia "mañanera". Porque es mi obligación. Para que la vida pública en nuestro país sea cada vez más abierta a los ojos de los ciudadanos.
¡Yo no tengo nada que ocultar! Aquí no se apadrinan negocios. Ni se auspician movidas chuecas. Este es otro tiempo. Diferente al de antes. Época en que el Gobierno de México' era un mero facilitador de negocios. Tratos de "mero arriba marcaban así la vida toda del gobierno y la sociedad”. Negocios. Tratos. Contratos. Palmadas en la espalda. Guiños, señas, miradas y silencios elocuentes.
Festín de la corrupción Celebración de la impunidad. Danza de influencias. Exhibición desnuda de la ambición. Fracaso de la virtud. Nulidad del buen nombre, la dignidad, la honradez y el trabajo. Maratón insolente de la perversión. Competencia por poseer y acumular. Trepar. Atropellar. Trepar
"No hay dinero que compre al Presidente de México -ubicó López Obrador. Aquí no se protege ni se apadrina a nadie. Mis colaboradores son personas de mérito. Ya académico. Ya profesional. Y por encima de todo honestos. Personas con convicción e ideales. Decidieron estar aquí. En este combate a la corrupción y a la impunidad. Su trabajo da frutos. Benefician al pueblo de México".
Costumbre del Presidente Andrés Manuel López Obrador "remachar", dar una segunda -o hasta tercera- revisión a informe, parte o información que divulguen sus colaboradores. Entrega una versión "corregida y aumentada" de lo que sus cercanos revelaron. Hechos o proyectos.
Así, puso frente a todos al Doctor -su médico, su amigo- Jorge Alcocer. Secretario de Salud que suele intervenir con agradecible brevedad los martes de cada semana. Martes. Día del Pulso de la Salud. Así lo rebautizó López Obrador. La pandemia aumento su importancia. Don Jorge Alcocer debe producir una introducción muy vaga. Para no vagar más, él llama a su bienamado discípulo el señor López -Gatell al micrófono. A informar. Con un llano y determinante: ¡Hugo!, cede el sitio a su exalumno y leal colaborador.
El médico Jorge Alcocer recibió la encomienda presidencial de dar un amplio informe sobre el tema de la Salud en México. Se dio a elogiar al Presidente López Obrador y a disparar dardos envenenados contra personas que le antecedieron en el cargo de Secretario de Salud. Los encontró corruptos, inmorales, insaciables, abusivos, desconsiderados y responsables de graves daños a la salud, la economía, el bienestar y la intranquilidad que hoy -y desde hace mucho tiempo- mantiene en constante sobresalto a la ciudadanía nacional.
López Obrador dijo que el combate a la corrupción en la adquisición de medicamentos, equipos, utensilios y otras minucias caras a la salud de los mexicanos se transformó en un ahorro de !once mil millones de pesos!
En tal combate postró -derrotó- a intermediarios de farmacéuticas. A influyentes que disfrutaron trato muy cercano con protectores ubicados en altas esferas de la política -y los negocios- de México. Camarilla que controló un mercado de unos 80,000 millones de pesos anuales.
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Feo monopolio -lo calificó. Red de influencias. ¿La Cofepris? Una larga historia. Nada se movía ahí sin "moche" o "mordida". O los billetes y las sonrisas o el basurero y el olvido para papeles huérfanos.
"Un día les platicaré lo que hice para acabar con la corrupción ahí", prometió López Obrador.
