Qué tan amolados estaremos en lo político durante este inmundo 2020 que de lo más emocionante ha sido la revelación del Frente Nacional Anti-AMLO (FRENAAA) en el circo mediático de México.
Y es que en el campo de la política de partidos lo extraordinario de nuestros tiempos no se ha traducido en planteamientos diferentes. La Organización Editorial Mexicana (OEM) informó al respecto durante la semana: PRD y PAN van a ir en alianza a las elecciones 2021.
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"¡Viva!", dijo nunca nadie.
Según explicó Jesús Zambrano a esta casa editorial, "el desarrollo de la vida política del país ha llevado a que las alianzas se conviertan en una necesidad política para detener el deterioro provocado por López Obrador. Él es el que nos está metiendo en la dinámica aliancista".
Como si la humillación que AMLO les propinó al PAN, PRD y a su candidato de unidad Ricardo Anaya, no fuera suficiente, ambas fuerzas políticas repetirán la fórmula que tan magros resultados les dio en 2018, y que entregó gubernaturas, cámaras legislativas y la presidencia al morenismo.
En ese sentido no es culpa de la presidencia con esteroides que la oposición tenga que ir en alianza otra vez, sino que no se le ocurre otra cosa.
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Del otro lado del arroyo no están mejor. Morena lleva más de un año de no poder elegir a su nuevo presidente por falta de un padrón de militantes bien hecho, mientras que los tirones entre Mario Delgado y Porfirio Muñoz Ledo para ganarse el puesto brindan poca confianza sobre la capacidad de liderazgo una vez que la actual administración federal termine.
No hay claridad sobre qué va a hacer Morena con ese poder que aún mantiene o si cuenta con la imaginación para hacer algo del todo. El partido es ese Ferrari que le compró el padre ausente –léase AMLO– al hijo malcriado: nadie le enseñó a conducirlo y si se mata nadie se va a hacer responsable.
Y pues el PRI es un zombi con temor a levantar la cabeza para que no le caiga la Unidad de Inteligencia Financiera.
Cuidado. Esta irresponsabilidad de los partidos tradicionales puede enviar al país, ahora sí, al barranco del medievo político.
Si la extrema derecha no había mostrado de lleno su fea cara por las calles era porque hasta el 2018 se sentía cómoda dentro del sistema de partidos, pero ante la ruina en la que se encuentra la oposición partidista ha decidido trazar su propia ruta.
El FRENAAA es la cámara de incubación de un movimiento radical de derecha con la aspiración de pelear algo en las urnas en el futuro cercano.
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Sus dirigentes visibles, Gilberto Lozano, Juan Abascal y Pedro Ferriz, y buena parte de quienes andan hoy en el Zócalo pretenden hacer gobierno los antivalores del clasismo, el autoritarismo, el dogma, la mentira y la teoría de la conspiración.
Azuzado por la ineficacia de la 4T, el FRENAAA con el tiempo puede concitar el apoyo de quienes se sienten decepcionados del gobierno, los partidos políticos o quienes de plano nunca apoyaron al lopezobradorismo.
Pregúntenle a Brasil, España, EU o Polonia, donde movimientos de derecha extrema han ido ganando espacio en los más altos niveles de la política tras el fracaso de gobiernos progresistas.
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Precisamente el oportunismo político, la indefinición ideológica y la falta de propuestas de avanzada se tradujeron en la victoria de AMLO.
Pero estas fuerzas que llevaron a que el péndulo de la democracia se moviera hacia la izquierda también pueden hacer que se mueva hacia a la extrema derecha en 2024 u años posteriores.
Haríamos mal en encasillar al FRENAAA en el meme viviente que son hoy con sus casas de campaña voladoras, plantones fantasma y sus marchas en carros de lujo. Se nos van los derechos adquiridos durante la democracia en ello.
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