Pie de Nota | De mis manos frías y muertas

La campaña que México ha iniciado en contra de la gran industria de las armas llega en mal momento, o el mejor, dependiendo de cómo se mire.

Erick Ramírez | El Sol de México

  · viernes 26 de noviembre de 2021

El Gobierno de México presentó hace unos meses una demanda contra la industria armamentista en Estados Unidos. Foto: Reuters

La campaña que México ha iniciado en contra de la gran industria de las armas llega en mal momento, o el mejor, dependiendo de cómo se mire.

De manera destacada, el canciller Marcelo Ebrard acudió esta semana a la ONU para solicitar que las naciones pongan manos a la obra para que el comercio de armas legal e ilegal empiece a ser vigilado más rigurosamente.

“Las compañías productoras y distribuidoras de armas mantienen ingresos abundantes y en ascenso. Si no hubiera disponibilidad casi ilimitada de armas, la mayoría de conflictos tendrían más oportunidad de soluciones pacíficas”, refirió en el foro mundial.

El reclamo es en seguimiento a la demanda que la 4T presentó hace unos meses contra la industria armamentista en Estados Unidos por lo que considera prácticas negligentes en la venta de armas, las cuales terminan por ensangrentar las calles nacionales en manos de criminales.

En este espacio aplaudimos la acción mexicana en los juzgados americanos por el simple hecho de comenzar a atribuir justas responsabilidades entre los señores de la guerra como Colt, Smith & Wesson y Barrett, por los ríos de armas que llegan al mundo subdesarrollado.

Montado en una agenda cuando menos interesante, el canciller fue a machacar sobre el tema en las Naciones Unidas aunque parezca difícil que devenga en resultados concretos. Las tendencias de mercado no favorecen la causa mexicana.

De acuerdo con una reciente encuesta de Gallup, la proporción de estadounidenses que piensan que el control de armas debería ser más relajado alcanzó en 2021 al 11% de la población.

Este es el nivel más elevado en la materia desde 2014 ya que desde 2018 cada vez menos estadounidenses quieren mayor control en el mercado de armas, año que coincide con la llegada del republicano Donald Trump a la Casa Blanca.

Este fenómeno no es aislado de los hogares blancos sureños e ignorantes. En 2017 el Pew Research Center estimó que el 21% de los hogares hispanos tenían un arma en casa, mientras que para los hogares con al menos un integrante con grado o posgrado la proporción escalaba al 37%.

De aquel año a la fecha la tenencia de armas en EU no podría haber hecho otra cosa más que escalar. Según a quien se le pregunte el mercado de venta y compra de armas en el país vecino se estima alcanza ya los 15 mil millones de dólares, más que la industria del cine.

Si digo que se antoja difícil es porque, para nuestra mala suerte, el estadounidense es ese pueblo que está dispuesto a irse a una segunda revolución con tal de no perder su derecho constitucional para comprar y tener lanzagranadas y rifles de francotirador en su casa.

Entonces tenemos al canciller Ebrard yendo a la ONU para solicitar que por fin haga algo en la materia del trasiego de armas.

"Ternurita", dirían ahora los chavos.

Y no es que sea uno cínico, sino que los datos del mercado y lo absurdo del enamoramiento americano con las armas revelan el tamaño de la bestia que el gobierno mexicano pretende domar.

Lo mismo sucedió con las vacunas anticovid cuando la 4T pidió a la ONU que los países ricos no fueran a acapararlas en detrimento de naciones más pobres. Hoy tenemos a ciudadanos europeos tomando hasta tres dosis cuando en África el 90% de la población no ha recibido ni siquiera una.

Ya lo advirtió una vez el finado Charlton Heston, actor y expresidente de la Asociación Nacional del Rifle, cuando Al Gore amenazó en campaña con regular la venta de armas: "(Sólo) de mis manos frías y muertas".

Imaginemos qué respuesta le van a dar a México cuando "vayamos por sus armas".