Apenas lleva 18 meses de vida y al sexenio del presidente López Obrador se le empieza a acabar el tiempo, principalmente para lograr los objetivos económicos y sociales que él mismo se ha planteado.
Como referimos en este espacio cuando comenzaba la pandemia, el Covid-19 desnuda a un país que ya se encontraba frágil luego de los chascos en materia económica del lopezobradorismo durante 2019, marcadamente la contracción del PIB, algo no visto desde la crisis mundial de 2008.
Durante el año pasado al Gobierno federal le podíamos extender un pase de los malos resultados al concederle que era su primer año, periodo de ajustes y aprendizajes en el poder público para funcionarios, Morena y el presidente mismo. Pero esa concesión se terminó el primero de enero del 2020.
Se nos prometió que el 2020 sería mejor, el gobierno federal relajaría el gasto público, las empresas comenzarían a invertir y la economía encontraría su curso bajo una nueva ideología de gobierno. Sin embargo, nadie tenía la capacidad de prever al Covid-19.
El virus no se tocó el corazón cuando llegó a tierras tenochas. Sólo del 18 de marzo al 28 de abril se perdieron 707 mil empleos.
¿De dónde va a sacar el Presidente los empleos suficientes para estas personas que se estrenan en el desempleo, más las que se sumen, cuando en todo 2019 apenas se generaron un total de 342 mil?
Según estimaciones del Coneval, en el México post Covid-19 las personas en pobreza laboral representarán el 46% de la población total, cuando al cierre del 2019 se ubicaban en 37 por ciento.
Es decir, casi la mitad de los mexicanos no tendrán los ingresos suficientes para adquirir una canasta básica, pasarán hambre.
Esta dolorosa estimación es indigna de un país con las aspiraciones y riquezas de México.
El contexto obliga al presidente López Obrador a dar un viro de timón a cómo concibe la política social pues según el Coneval el virus empujará principalmente a personas de ingreso medio al abismo de la pobreza.
El discurso ya no puede ser sólo "por el bien de todos, primero los pobres". Por el bien de todos, también deben ser los clasemedieros. Esto cruza por exenciones fiscales para personas morales y físicas, transferencias a estratos medios y estímulos a empresas. Ningún oficinista se va a ir a Chiapas a plantar árboles frutales o a hacer prácticas a una fábrica.
El gabinete económico debe regresar con ideas innovadoras y valientes para sacar al país del hoyo una vez que el subsecretario López-Gattel abandone los reflectores.
No es aventurado pensar que el resto del 2020 será uno de ajustes en la dinámica de los negocios, los cuales deberán aprender a no abarrotar sus espacios de trabajo, quizá reducir sus producciones y servicios, y a retrasar sus planes de inversión hasta 2021, si es que los tenían.
Así, éste se puede empezar a ver como un año perdido para México y su gobierno. Si esta aritmética del desastre es correcta, al presidente le quedan cuatro años para encontrar al águila en el nopal, para guiar a su país a tierras más verdes.
Economía es destino, el Presidente no puede ignorarla y clamar victoria.
El que escribe jamás ha estado de acuerdo con el autonombramiento de "Cuarta Transformación". La lógica es que durante este sexenio se emprenderán cambios tan profundos que se le podrá equiparar a La Independencia, La Reforma y La Revolución, pero esa caracterización no le corresponde al gobierno establecerla, le corresponde a la historia, a nosotros los gobernados, a nuestros hijos.
La Cuarta Transformación aún no llega y si el presidente y su gobierno no apuran el paso se quedará sólo en promesa. Ya no hablaremos de un año perdido, sino de todo un sexenio. El tiempo corre.
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