/ viernes 26 de noviembre de 2021

Antorchas digitales: la cultura de la cancelación

Pensar sólo en uno mismo sin atender, o al menos percatarse, de que en la sociedad hay muchas personas más alrededor ha cerrado la puerta de la discusión, del debate, de la reflexión y, sobre todo, de la tolerancia a las ideas distintas, y alimenta la intención de cancelar todo lo que no opina o piensa igual a uno

Alina Sánchez, defensora de los derechos de las mujeres, se pronunció contra la industria musical y contra la agrupación mexicana Los Ángeles Azules, pues argumenta que la canción 17 años, es un tema que fomenta la pedofilia.

“Cancelen a Los Ángeles Azules. Desde hace años fomentan la pedofilia y nadie ha dicho nada. Basta de normalizar la violencia”, escribió en su cuenta de Twitter. “Me sumé a pedir la cancelación porque vulnera a las mujeres, insisto que la canción del grupo debería ser cancelada, contiene un mensaje que romantiza que un hombre mayor tenga un interés amoroso por una persona que es muchos años más joven. Eso es pedofilia y no se debería normalizar, ni mucho menos cantar ni bailar”, dice en entrevista con El Sol de México.

Entre las nuevas formas de protesta está la cultura de la cancelación o la conocida “cancel culture”, un concepto que consiste en retirar el apoyo a una persona que dijo/hizo algo ofensivo/cuestionable o que violó derechos humanos.

Hace seis años, antes de que las redes sociales tomarán un rol inquisidor en México, seis mil personas votaron en una campaña en change.org para cancelar la primera exposición retrospectiva del artista vienés Herman Hitsch, diseñada exprofeso para el Museo Jumex en la Ciudad de México. A partir de una convocatoria del ambientalista Carlos Silva Ronzón, miles de mexicanos exigieron suspender el proyecto antes de que se inaugurara. Su argumento era que el artista usaba animales muertos en sus performances, pero desconocían que estos provenían de un rastro. La cancelación del proyecto llegó hasta la Embajada de Austria en México, donde se lamentó el desconocimiento del proceso del creador.

Y quién no recuerda las manifestaciones de campesinos en el lobby del Palacio de Bellas Artes en diciembre de 2019. Sin aviso y con banderas del movimiento zapatista, un grupo de hombres con sombrero de paja irrumpió el palacio de mármol para exigir que se cancelara la exposición “Emiliano Zapata después de Zapata” que incluía, entre otras decenas de obras, una pintura del personaje revolucionario afeminado, de la autoría del artista mexicano Fabián Cháirez. En ese momento los manifestantes ni siquiera habían recorrido la exhibición.

Su protesta radicaba en que en la pintura de Cháirez, el personaje de Zapata es representado con una actitud afeminada, desnudo, con tacones y montado sobre un caballo, lo que en su opinión ofendía al revolucionario. Sin embargo, desconocían que la pequeña pintura estuvo por muchos años expuesta en un bar de la Ciudad de México y hace una reflexión sobre los estereotipos de la Historia. La demanda de cancelar se repitió apenas unos meses atrás, cuando el proyecto artístico Tlali, del escultor mexicano Pedro Reyes, se suspendió luego de que un grupo de historiadores, académicos y artistas se manifestaran, desde la trinchera digital, sobre la escultura que reemplazaría a la de Cuauhtémoc en avenida Reforma. Bajo el argumento de que la imagen de la mujer indígena no representa a la población nativa del país y menos a la femenina, un grupo de 350 personas firmaron una carta para detener el proyecto.

Apenas unos días después del anuncio de la escultura, Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de la Ciudad de México, decidió retirarlo y aseguró que la escultura que ocupe el sitio será elegida por un comité integrado por mujeres indígenas, historiadores y académicos.

BULLYING GRUPAL

¿Qué tienen en común estos casos ocurridos en diferentes momentos en México? Las respuestas pueden llevar por diferentes caminos, pero vale la pena centrarse en la idea de la cultura de la cancelación.

Se trata de un concepto que ha adquirido fuerza en los últimos años como un movimiento social desde el que lo políticamente incorrecto queda fuera, y la sociedad está a la caza, literal, de proyectos artísticos, sociales o políticos que se salen de un esquema de valores.

Junto con la idea de la cultura de la cancelación, existe su concepto hermano, “Woke”, que si bien en origen su intención es positiva al impulsar protestas sociales para demandar igualdad en derechos humanos, con las nuevas generaciones se ha deformado hasta su extremo contrario, y en esto México tiene tela de donde cortar.

La palabra Woke se refiere libremente a una ideología política de izquierda impulsada por las redes sociales que surgió en el mundo de habla inglesa a principios de la década de 2010, recuerda el periodista Zaid Jilani, en el diario británico The Guardian. El exreportero de The Intercept explica que el término se deriva del estado de estar despierto o consciente de las desigualdades estructurales en la sociedad y ser hiperconsciente del propio papel de uno en esas desigualdades. “Alguien que está despierto inspecciona constantemente todas las instituciones de la sociedad, buscando la presencia de racismo, sexismo y otras formas de prejuicio generalizado”.

Despertar era otra forma de decir "consciente": Woke.

Era tener conciencia de las condiciones e historia en un Estados Unidos que adormece con los mitos de una sociedad meritocrática, ciega al color y post-racial. En medio de los asesinatos policiales en esa sociedad "post-racial", esos mitos se volvieron insostenibles, dice Malaika Jabali, editora de Essence Magazine, en The Guardian.

Estar despierto significó estar alerta de las realidades continuas de la opresión que vivían los afroamericanos en Estados Unidos. Hoy se basa en hacer visibles las violaciones a derechos humanos que pasan desapercibidas, es el mantra de las nuevas culturas de activismo en el mundo. Un arma de doble filo que puede usarse de un lado positivo o negativo y que también, alcanza a dañar a quien es acusado, advierten especialistas.

“Recientemente ha surgido la cultura de la cancelación o cancel culture, un concepto que consiste en retirar el apoyo o “cancelar” a una persona que dijo o hizo algo ofensivo o cuestionable. Es un tipo de bullying grupal ya que son muchas las personas que se ponen de acuerdo para atacar o descalificar los puntos de vista de otra persona o de alguna empresa. Esto se ha vuelto aún más popular al delatar actitudes racistas, homofóbicas y machistas.

“Es un movimiento tan grande que varias personas han perdido sus trabajos por ser canceladas, sin la posibilidad de enmendar o arreglar sus acciones, quedando para siempre encerradas en un charco de odio público”, explica Paulette Delgado, especialista en Tendencias Educativas, en su columna en el portal Observatorio del Tecnológico de Monterrey.

La preocupación radica en que la cultura de la cancelación se sostiene de una constante censura, principalmente en internet, y promueve una intolerancia a las opiniones de otras personas para dar prioridad al pensamiento de masas.

La cultura de la cancelación designa a un cierto fenómeno mundial para retirar el apoyo moral, financiero, digital e incluso social, a aquellas personas u organizaciones que se consideran inadmisibles.

Se ha señalado como “un llamado a boicotear a alguien que ha compartido una opinión cuestionable o impopular principalmente en redes sociales”, según define Dorothy Musariri en su artículo How cancel culture attempted to silence Jamelia and Kanye West.

Una de las primeras referencias a la cultura de la cancelación se dio en la película de 1991 New Jack City, pues en la versión original, uno de los personajes dice: “Cancelad a esta puta. Ya me compraré otra”. El término volvió a aparecer en 2014 en un episodio del reality show “Love and Hip-Hop: New York”, y en esa emisión un hombre le decía a otra participante en plena discusión: “Cancelada”.

Desde entonces, la idea de cancelar a la gente se ha utilizado por tuiteros, principalmente, para boicotear a personajes públicos que, en su opinión, han tenido reacciones de discriminación y racismo, de acuerdo con el portal Dictionary.com y el Merriam Webster.

El DESPERTAR

A decir del filósofo David Pastor Vico y del psicólogo social Joan Garriga, un mal social del presente es la individualidad y, tal vez, un factor en la cultura de la cancelación. Pues pensar sólo en uno mismo sin atender, o al menos percatarse, de que en la sociedad hay muchas personas más alrededor ha cerrado la puerta de la discusión, del debate, de la reflexión y, sobre todo, de la tolerancia a las ideas distintas, y alimenta la intención de cancelar todo lo que no opina o piensa igual a uno.

“No estamos solos, no sólo en el hoy y el presente, sino no estamos solos como sociedad. Realmente esta pandemia ha hecho que mucha gente, obligada a permanecer en soledad, se hunda y sienta desasosiego e incluso la violencia intrafamiliar va en aumento, y cierra la oportunidad de debatir con el otro”, acota en entrevista David Pastor Vico.

Al respecto, Joan Garriga, autor del libro Decir sí a la vida, refiere que en pleno siglo XXI hay una mayor incertidumbre, es un momento de inseguridad y mucho temor, pero lo más grave del es que al vivir en sociedades individualistas las personas entran en crisis de no aceptación del otro o lo diferente. “Los humanos somos gregarios por naturaleza, pero necesitamos a los otros para contener los avatares de la vida, si viviéramos en grupos más significativos, se podrían enfrentar mejor las guerras, las pandemias o inseguridades”, dice en entrevista con El Sol de México.

De manera paralela a la idea de cancelación, surgió el concepto “Woke”, que literalmente en inglés significa despertar, y se ha usado en el sentido de tomar consciencia o estar activamente atento a hechos de discriminación o desigualdad. Aún más abstracto y complejo de definir, la cultura woke inició en Estados Unidos en 2013 y 2014, aunque la fecha es inexacta, cuando la generación de alumnos universitarios levantaron la voz contra protocolos institucionales, y más específico contra conferencistas que consideraban contrarios a ideas progresistas o de igualdad.

Xochitl Pimienta, especialista en análisis político y medios de comunicación, recuerda que el término woke se identificaba con un movimiento que buscaba crear conciencia entre la población afrodescendiente en Estados Unidos por la discriminación y opresión de la que fueron víctimas. En 2014, el término tomó relevancia gracias a las redes sociales por el movimiento “Black Lives Matter”, “stay woke”, que retomó este concepto de conciencia ante la presión racial tras la muerte de Michael Brown, un joven afrodescendiente de 18 años que fue asesinado a tiros por un oficial de Ferguson, en Missouri.

Sin embargo, la académica del Tecnológico de Monterrey, explica que el término se ha modificado a lo largo del tiempo y ha arropado a otros “movimientos de la identidad” y que además advierte ha tomado tintes más políticos y en ocasiones más intolerantes ante la diversificación del pensamiento.

En México vale recordar que en mayo de 2012, en plena campaña presidencial, Enrique Peña Nieto vivió una amarga experiencia en la Universidad Iberoamericana donde los estudiantes le reprocharon a voz y mano alzada su posición mediática, su postura ante situaciones como la matanza de Acteal y otros conflictos políticos sociales. Esa tarde nació el movimiento #YoSoy132 que, literal, obligó a Peña Nieto a salir por la puerta trasera de la escuela.

Fue un momento Woke para los alumnos de la Iberoamericana según el propio concepto, y la cultura de cancelación en su mayor expresión. “A medida que el uso del término se ha extendido más allá de sus orígenes afroamericanos, woke se ha utilizado cada vez más como un término general para describir los movimientos e ideologías de justicia social de izquierda. Para 2020, críticos de estas posiciones en varios países occidentales han usado el término a menudo de manera irónica, como un insulto a movimientos e ideologías de izquierda percibidos como demasiado fanáticos o insinceros”, explica Perry Bacon Jr en su artículo ¿Por qué atacar a la gente, cancelar la cultura y despertar se está convirtiendo en la nueva estrategia política del Partido Republicano?

INFORMACIÓN INMEDIATA

Si bien es cierto que las redes sociales son una herramienta con poderes exponenciales por su alcance masivo, también es que pueden llegar al extremo de la censura y, según el caso, la cancelación. “La cultura de la cancelación ha creado una severa censura en internet y provoca miedo a equivocarse en las redes sociales y ser cancelados. Además, crea una falta de comprensión de las opiniones de otras personas ya que demuestra que sólo importa la opinión de las masas y si alguien piensa diferente o cometió un error hace años, su reputación puede ser destruida”, acota Paulette Delgado, del Instituto para el Futuro de la Educación del ITESM, en su columna.

Una de las iniciativas de mayor impacto en las redes sociales sobre la cancelación es #MeToo, que ha servido para denunciar a través de Twitter, principalmente, a acosadores y abusadores sexuales en cualquier área de trabajo, desde los círculos literarios, los académicos, los laborales, los artísticos hasta los políticos. La lista de personajes cancelados es larga, pero uno de los más impactantes para los latinos fue el caso de Plácido Domingo, quien fue acusado de acosador sexual por más de una docena de jóvenes cantantes en 2019. Ese año, el tenor fue cancelado en más de un concierto en Estados Unidos como consecuencia de las denuncias.

En este sentido es que para Danae Silva, coordinadora de la página en Facebook La Corregidora, la cultura de la cancelación es positiva: “Somos las voces que no se escuchaban, las personas cuyas identidades no eran más que un chiste del que los comediantes se burlaban durante sus programas en horario estelar; bromas que nuestros padres repetían en la hora de la comida, y nuestros compañeros reiteraban durante el recreo”, refirió en su texto Bienvenida la cultura de la cancelación publicado en la revista Tierra Adentro.

Los woke buscan reivindicar los derechos de los grupos oprimidos del mundo, afirma Jaime Chalita, Historiador y docente en la UNAM.

Podemos tomar como punto de partida el 2013, cuando la Generación Z llegó a la universidad. Fue entonces cuando se gestó esta cultura. Dicha generación se educó bajo un sistema escolar y social “híbrido”, en el cual los medios digitales tuvieron un papel de suma importancia. Con internet las nuevas generaciones pueden escoger los contenidos que ven y evaluar si son los correctos según sus principios, contrario a la década pasada cuando los grandes medios de comunicación imponían los temas de interés, señala Mirna Belmonte, comunicóloga y docente en la Universidad Mexicana.

La llegada de las redes sociales abrió las fronteras tanto físicas como culturales entre países. Hoy en día, basta con ser tendencia para ser visible ante el mundo. Antes tenías que crear círculos de estudio, reunirte con las personas que compartieran tus ideales, pero ahora basta con hacer una invitación por internet y mucha gente llegará al evento, agrega Chalita.

Una de las características de la cultura Woke es la necesidad de sus integrantes para informarse de forma inmediata sobre lo que pasa en todo el mundo. La rapidez con la que viaja la información hoy en día es tal, que lo que hoy es importante, mañana no existe. Los jóvenes quieren estar más informados, con esa información viene curiosidad y al final participación, dice Belmonte.

La visibilidad de los Woke se puede atribuir a la difusión en los medios digitales. Estos, son una salida por la que la información fluye y cualquier internauta puede enterarse y opinar sobre ello. La respuesta o evasión de las instituciones ante estos movimientos no ha resuelto sus inquietudes. La falta de voluntad para tolerar las controversias, ha consumido a los organismos privados y gubernamentales para enfrentar dichos ideales.

Por su parte, los medios de comunicación tradicionales adoptaron posturas que van desde la imprudencia hasta la despreocupación. En consecuencia, los grupos de resistencia reprueban hasta la fecha toda información que provenga de estos medios.

REALEZA DEL WOKE

Megan Markle es considerada la princesa de este movimiento. Expertos señalan que la duquesa de Sussex es el personaje más notorio. Tras la entrevista de Oprah con los duques de Sussex, Meghan se coronó como la princesa al revelar su “verdad”, exponiendo el latente racismo que se vive dentro del Palacio de Buckingham.

También, Gerard Baker, editor del diario The Wall Street Journal, señaló que Meghan aprovechó la ocasión para acuñarse la cultura Woke, describiendo que ha sufrido racismo no sólo por parte de la familia real, sino de la prensa británica.

Otros periodistas admiten que la duquesa ha estado involucrada en movimientos en contra de la discriminación a las mujeres, incluso antes de ser parte de la realeza.

Sin embargo, existen celebridades y políticos que reprueban las actitudes de la cultura Woke. Uno de sus detractores es el expresidente de Estados Unidos, Barack Obama, quien señaló que dicha cultura era la fórmula perfecta para el dogmatismo.

En palabras del propio Obama, lo que los jóvenes estaban haciendo era “tirar piedra y probablemente no van a llegar lejos''. Hacer un cambio, según él, no se basa en juzgar a las personas que cometieron errores en el pasado. Juzgar los actos del pasado llevan a muchas falsedades, de este modo se pierde la esencia del movimiento y se dejan de lado las causas por las que luchan; amor e inclusión, comenta María García, Filósofa y docente de la UNAM.

El radicalismo no es algo ajeno a esta cultura. Durante las marchas se ha desatado la violencia y represión contra las personas que no comparten las ideas del movimiento, esto hace que los Woke caigan en lo mismo contra lo que están luchando, dice Jocelyn Monroy, comunicóloga y docente en el Instituto José Ramón Fernández.

Otro aspecto del radicalismo que ha llevado a la violencia es no reconocer la existencia de películas y libros que fueron producidos en otra época. Tratar de censurar dichos elementos lleva a la distorsión. Los protestantes jóvenes buscan un cambio de la noche a la mañana, algo que no se puede lograr. Los cambios sociales requieren de tiempo y personas dedicadas con valores de igualdad racial, económica y de género. No puede haber un cambio real sin educación, señala Jaime Chalita.

Juan Carlos Barrón , investigador del Centro de Investigaciones Sobre América del Norte (CISAN) de la UNAM, coincide en que la palabra Woke pasó de representar el despertar de la consciencia de los grupos oprimidos a tomar acciones punitivas contra quien no comparta una ideología, alcanzando acciones radicales que pueden ser comparadas a las de los grupos blancos supremacistas en Estados Unidos y por lo que nació este concepto de “estar despierto/stay woke”.

“Deja de ser lo que originalmente era para convertirse en una distorsión de su origen y ahora es utilizada de manera mediática en redes sociales”, comenta en entrevista.

Abunda en que parte de su evolución se debe a cambios generacionales que han creado burbujas, en donde gente afín se retroalimenta con ideas semejantes, se crea la falsa sensación de que mucha gente piensa similar y piensan que están bien, al no encontrar discusión, argumentación y lo peor, advierte: “Se incrementa la intolerancia, se hacen identificaciones obsesivas de la posición del otro porque no hay una verdadera retroalimentación y diálogo, sino que únicamente está la reproducción de clichés”.

El especialista en teoría crítica aplicada al estudio del ciberespacio dice que parte de este boom se debe al nacimiento de las redes sociales en los últimos 15 años, así como al capitalismo que ha identificado mercados específicos para reproducirse mediáticamente, lo cual, afirma, también ha impulsado el terreno de la posverdad, donde no necesariamente se crean mentiras, pero tampoco verdades completas y se incentiva el discurso de odio.

“Es una retroalimentación que falsea, que anula la conversación y entonces forma parte del complejo que está impulsando la polarización política en muchos países”, consideró. “Los que están contigo son los que están bien informados y los que están en contra de ti están desinformados o de plano no tienen criterio o son parte de la borregada acrítica".

José Alfredo Nateras, académico de la UAM y especialista en culturas e identidades juveniles, refiere que la cultura de la cancelación también raya entre lo políticamente correcto y el derecho a la libertad de expresión, pues señala que cuando un comentario no es bien recibido por el termómetro de las redes sociales se toman posturas radicales que incluso pueden llegar a rebasar el espacio virtual y tener consecuencias físicas y materiales.

Jessica Noguez, fundadora de Emprende Bonito y una analista de la cultura de la cancelación, dice que aunque este movimiento no es tan visible en México, está creciendo poco a poco al interior del país sin que nadie se pronuncie, aun cuando afecta a cualquiera.

La consultora de marketing explica que el problema con la cultura woke es que quieren diversidad de color, de sexo, de origen, mientras que no soportan la diversidad de ideas o pensamiento. “Si no piensas como ellos, te cancelan, si no repites mantras como ‘las mujeres trans son mujeres’ eres intolerante. No hay matices”.

Fátima Masse, directora de Sociedad Incluyente del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), enfatiza que el hecho de tener un discurso polarizado, donde no logremos encontrar áreas comunes que ayuden a ir rompiendo barreras y a cerrar las brechas de desigualdad, nos hace perder muchos beneficios a todos, pues hay causas que deben defenderse y visibilizarse, sin alimentar la intolerancia en los movimientos sociales.

Al cierre de esta edición, Los Ángeles Azules siguen haciendo bailar a millones de mexicanos...

Alina Sánchez, defensora de los derechos de las mujeres, se pronunció contra la industria musical y contra la agrupación mexicana Los Ángeles Azules, pues argumenta que la canción 17 años, es un tema que fomenta la pedofilia.

“Cancelen a Los Ángeles Azules. Desde hace años fomentan la pedofilia y nadie ha dicho nada. Basta de normalizar la violencia”, escribió en su cuenta de Twitter. “Me sumé a pedir la cancelación porque vulnera a las mujeres, insisto que la canción del grupo debería ser cancelada, contiene un mensaje que romantiza que un hombre mayor tenga un interés amoroso por una persona que es muchos años más joven. Eso es pedofilia y no se debería normalizar, ni mucho menos cantar ni bailar”, dice en entrevista con El Sol de México.

Entre las nuevas formas de protesta está la cultura de la cancelación o la conocida “cancel culture”, un concepto que consiste en retirar el apoyo a una persona que dijo/hizo algo ofensivo/cuestionable o que violó derechos humanos.

Hace seis años, antes de que las redes sociales tomarán un rol inquisidor en México, seis mil personas votaron en una campaña en change.org para cancelar la primera exposición retrospectiva del artista vienés Herman Hitsch, diseñada exprofeso para el Museo Jumex en la Ciudad de México. A partir de una convocatoria del ambientalista Carlos Silva Ronzón, miles de mexicanos exigieron suspender el proyecto antes de que se inaugurara. Su argumento era que el artista usaba animales muertos en sus performances, pero desconocían que estos provenían de un rastro. La cancelación del proyecto llegó hasta la Embajada de Austria en México, donde se lamentó el desconocimiento del proceso del creador.

Y quién no recuerda las manifestaciones de campesinos en el lobby del Palacio de Bellas Artes en diciembre de 2019. Sin aviso y con banderas del movimiento zapatista, un grupo de hombres con sombrero de paja irrumpió el palacio de mármol para exigir que se cancelara la exposición “Emiliano Zapata después de Zapata” que incluía, entre otras decenas de obras, una pintura del personaje revolucionario afeminado, de la autoría del artista mexicano Fabián Cháirez. En ese momento los manifestantes ni siquiera habían recorrido la exhibición.

Su protesta radicaba en que en la pintura de Cháirez, el personaje de Zapata es representado con una actitud afeminada, desnudo, con tacones y montado sobre un caballo, lo que en su opinión ofendía al revolucionario. Sin embargo, desconocían que la pequeña pintura estuvo por muchos años expuesta en un bar de la Ciudad de México y hace una reflexión sobre los estereotipos de la Historia. La demanda de cancelar se repitió apenas unos meses atrás, cuando el proyecto artístico Tlali, del escultor mexicano Pedro Reyes, se suspendió luego de que un grupo de historiadores, académicos y artistas se manifestaran, desde la trinchera digital, sobre la escultura que reemplazaría a la de Cuauhtémoc en avenida Reforma. Bajo el argumento de que la imagen de la mujer indígena no representa a la población nativa del país y menos a la femenina, un grupo de 350 personas firmaron una carta para detener el proyecto.

Apenas unos días después del anuncio de la escultura, Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de la Ciudad de México, decidió retirarlo y aseguró que la escultura que ocupe el sitio será elegida por un comité integrado por mujeres indígenas, historiadores y académicos.

BULLYING GRUPAL

¿Qué tienen en común estos casos ocurridos en diferentes momentos en México? Las respuestas pueden llevar por diferentes caminos, pero vale la pena centrarse en la idea de la cultura de la cancelación.

Se trata de un concepto que ha adquirido fuerza en los últimos años como un movimiento social desde el que lo políticamente incorrecto queda fuera, y la sociedad está a la caza, literal, de proyectos artísticos, sociales o políticos que se salen de un esquema de valores.

Junto con la idea de la cultura de la cancelación, existe su concepto hermano, “Woke”, que si bien en origen su intención es positiva al impulsar protestas sociales para demandar igualdad en derechos humanos, con las nuevas generaciones se ha deformado hasta su extremo contrario, y en esto México tiene tela de donde cortar.

La palabra Woke se refiere libremente a una ideología política de izquierda impulsada por las redes sociales que surgió en el mundo de habla inglesa a principios de la década de 2010, recuerda el periodista Zaid Jilani, en el diario británico The Guardian. El exreportero de The Intercept explica que el término se deriva del estado de estar despierto o consciente de las desigualdades estructurales en la sociedad y ser hiperconsciente del propio papel de uno en esas desigualdades. “Alguien que está despierto inspecciona constantemente todas las instituciones de la sociedad, buscando la presencia de racismo, sexismo y otras formas de prejuicio generalizado”.

Despertar era otra forma de decir "consciente": Woke.

Era tener conciencia de las condiciones e historia en un Estados Unidos que adormece con los mitos de una sociedad meritocrática, ciega al color y post-racial. En medio de los asesinatos policiales en esa sociedad "post-racial", esos mitos se volvieron insostenibles, dice Malaika Jabali, editora de Essence Magazine, en The Guardian.

Estar despierto significó estar alerta de las realidades continuas de la opresión que vivían los afroamericanos en Estados Unidos. Hoy se basa en hacer visibles las violaciones a derechos humanos que pasan desapercibidas, es el mantra de las nuevas culturas de activismo en el mundo. Un arma de doble filo que puede usarse de un lado positivo o negativo y que también, alcanza a dañar a quien es acusado, advierten especialistas.

“Recientemente ha surgido la cultura de la cancelación o cancel culture, un concepto que consiste en retirar el apoyo o “cancelar” a una persona que dijo o hizo algo ofensivo o cuestionable. Es un tipo de bullying grupal ya que son muchas las personas que se ponen de acuerdo para atacar o descalificar los puntos de vista de otra persona o de alguna empresa. Esto se ha vuelto aún más popular al delatar actitudes racistas, homofóbicas y machistas.

“Es un movimiento tan grande que varias personas han perdido sus trabajos por ser canceladas, sin la posibilidad de enmendar o arreglar sus acciones, quedando para siempre encerradas en un charco de odio público”, explica Paulette Delgado, especialista en Tendencias Educativas, en su columna en el portal Observatorio del Tecnológico de Monterrey.

La preocupación radica en que la cultura de la cancelación se sostiene de una constante censura, principalmente en internet, y promueve una intolerancia a las opiniones de otras personas para dar prioridad al pensamiento de masas.

La cultura de la cancelación designa a un cierto fenómeno mundial para retirar el apoyo moral, financiero, digital e incluso social, a aquellas personas u organizaciones que se consideran inadmisibles.

Se ha señalado como “un llamado a boicotear a alguien que ha compartido una opinión cuestionable o impopular principalmente en redes sociales”, según define Dorothy Musariri en su artículo How cancel culture attempted to silence Jamelia and Kanye West.

Una de las primeras referencias a la cultura de la cancelación se dio en la película de 1991 New Jack City, pues en la versión original, uno de los personajes dice: “Cancelad a esta puta. Ya me compraré otra”. El término volvió a aparecer en 2014 en un episodio del reality show “Love and Hip-Hop: New York”, y en esa emisión un hombre le decía a otra participante en plena discusión: “Cancelada”.

Desde entonces, la idea de cancelar a la gente se ha utilizado por tuiteros, principalmente, para boicotear a personajes públicos que, en su opinión, han tenido reacciones de discriminación y racismo, de acuerdo con el portal Dictionary.com y el Merriam Webster.

El DESPERTAR

A decir del filósofo David Pastor Vico y del psicólogo social Joan Garriga, un mal social del presente es la individualidad y, tal vez, un factor en la cultura de la cancelación. Pues pensar sólo en uno mismo sin atender, o al menos percatarse, de que en la sociedad hay muchas personas más alrededor ha cerrado la puerta de la discusión, del debate, de la reflexión y, sobre todo, de la tolerancia a las ideas distintas, y alimenta la intención de cancelar todo lo que no opina o piensa igual a uno.

“No estamos solos, no sólo en el hoy y el presente, sino no estamos solos como sociedad. Realmente esta pandemia ha hecho que mucha gente, obligada a permanecer en soledad, se hunda y sienta desasosiego e incluso la violencia intrafamiliar va en aumento, y cierra la oportunidad de debatir con el otro”, acota en entrevista David Pastor Vico.

Al respecto, Joan Garriga, autor del libro Decir sí a la vida, refiere que en pleno siglo XXI hay una mayor incertidumbre, es un momento de inseguridad y mucho temor, pero lo más grave del es que al vivir en sociedades individualistas las personas entran en crisis de no aceptación del otro o lo diferente. “Los humanos somos gregarios por naturaleza, pero necesitamos a los otros para contener los avatares de la vida, si viviéramos en grupos más significativos, se podrían enfrentar mejor las guerras, las pandemias o inseguridades”, dice en entrevista con El Sol de México.

De manera paralela a la idea de cancelación, surgió el concepto “Woke”, que literalmente en inglés significa despertar, y se ha usado en el sentido de tomar consciencia o estar activamente atento a hechos de discriminación o desigualdad. Aún más abstracto y complejo de definir, la cultura woke inició en Estados Unidos en 2013 y 2014, aunque la fecha es inexacta, cuando la generación de alumnos universitarios levantaron la voz contra protocolos institucionales, y más específico contra conferencistas que consideraban contrarios a ideas progresistas o de igualdad.

Xochitl Pimienta, especialista en análisis político y medios de comunicación, recuerda que el término woke se identificaba con un movimiento que buscaba crear conciencia entre la población afrodescendiente en Estados Unidos por la discriminación y opresión de la que fueron víctimas. En 2014, el término tomó relevancia gracias a las redes sociales por el movimiento “Black Lives Matter”, “stay woke”, que retomó este concepto de conciencia ante la presión racial tras la muerte de Michael Brown, un joven afrodescendiente de 18 años que fue asesinado a tiros por un oficial de Ferguson, en Missouri.

Sin embargo, la académica del Tecnológico de Monterrey, explica que el término se ha modificado a lo largo del tiempo y ha arropado a otros “movimientos de la identidad” y que además advierte ha tomado tintes más políticos y en ocasiones más intolerantes ante la diversificación del pensamiento.

En México vale recordar que en mayo de 2012, en plena campaña presidencial, Enrique Peña Nieto vivió una amarga experiencia en la Universidad Iberoamericana donde los estudiantes le reprocharon a voz y mano alzada su posición mediática, su postura ante situaciones como la matanza de Acteal y otros conflictos políticos sociales. Esa tarde nació el movimiento #YoSoy132 que, literal, obligó a Peña Nieto a salir por la puerta trasera de la escuela.

Fue un momento Woke para los alumnos de la Iberoamericana según el propio concepto, y la cultura de cancelación en su mayor expresión. “A medida que el uso del término se ha extendido más allá de sus orígenes afroamericanos, woke se ha utilizado cada vez más como un término general para describir los movimientos e ideologías de justicia social de izquierda. Para 2020, críticos de estas posiciones en varios países occidentales han usado el término a menudo de manera irónica, como un insulto a movimientos e ideologías de izquierda percibidos como demasiado fanáticos o insinceros”, explica Perry Bacon Jr en su artículo ¿Por qué atacar a la gente, cancelar la cultura y despertar se está convirtiendo en la nueva estrategia política del Partido Republicano?

INFORMACIÓN INMEDIATA

Si bien es cierto que las redes sociales son una herramienta con poderes exponenciales por su alcance masivo, también es que pueden llegar al extremo de la censura y, según el caso, la cancelación. “La cultura de la cancelación ha creado una severa censura en internet y provoca miedo a equivocarse en las redes sociales y ser cancelados. Además, crea una falta de comprensión de las opiniones de otras personas ya que demuestra que sólo importa la opinión de las masas y si alguien piensa diferente o cometió un error hace años, su reputación puede ser destruida”, acota Paulette Delgado, del Instituto para el Futuro de la Educación del ITESM, en su columna.

Una de las iniciativas de mayor impacto en las redes sociales sobre la cancelación es #MeToo, que ha servido para denunciar a través de Twitter, principalmente, a acosadores y abusadores sexuales en cualquier área de trabajo, desde los círculos literarios, los académicos, los laborales, los artísticos hasta los políticos. La lista de personajes cancelados es larga, pero uno de los más impactantes para los latinos fue el caso de Plácido Domingo, quien fue acusado de acosador sexual por más de una docena de jóvenes cantantes en 2019. Ese año, el tenor fue cancelado en más de un concierto en Estados Unidos como consecuencia de las denuncias.

En este sentido es que para Danae Silva, coordinadora de la página en Facebook La Corregidora, la cultura de la cancelación es positiva: “Somos las voces que no se escuchaban, las personas cuyas identidades no eran más que un chiste del que los comediantes se burlaban durante sus programas en horario estelar; bromas que nuestros padres repetían en la hora de la comida, y nuestros compañeros reiteraban durante el recreo”, refirió en su texto Bienvenida la cultura de la cancelación publicado en la revista Tierra Adentro.

Los woke buscan reivindicar los derechos de los grupos oprimidos del mundo, afirma Jaime Chalita, Historiador y docente en la UNAM.

Podemos tomar como punto de partida el 2013, cuando la Generación Z llegó a la universidad. Fue entonces cuando se gestó esta cultura. Dicha generación se educó bajo un sistema escolar y social “híbrido”, en el cual los medios digitales tuvieron un papel de suma importancia. Con internet las nuevas generaciones pueden escoger los contenidos que ven y evaluar si son los correctos según sus principios, contrario a la década pasada cuando los grandes medios de comunicación imponían los temas de interés, señala Mirna Belmonte, comunicóloga y docente en la Universidad Mexicana.

La llegada de las redes sociales abrió las fronteras tanto físicas como culturales entre países. Hoy en día, basta con ser tendencia para ser visible ante el mundo. Antes tenías que crear círculos de estudio, reunirte con las personas que compartieran tus ideales, pero ahora basta con hacer una invitación por internet y mucha gente llegará al evento, agrega Chalita.

Una de las características de la cultura Woke es la necesidad de sus integrantes para informarse de forma inmediata sobre lo que pasa en todo el mundo. La rapidez con la que viaja la información hoy en día es tal, que lo que hoy es importante, mañana no existe. Los jóvenes quieren estar más informados, con esa información viene curiosidad y al final participación, dice Belmonte.

La visibilidad de los Woke se puede atribuir a la difusión en los medios digitales. Estos, son una salida por la que la información fluye y cualquier internauta puede enterarse y opinar sobre ello. La respuesta o evasión de las instituciones ante estos movimientos no ha resuelto sus inquietudes. La falta de voluntad para tolerar las controversias, ha consumido a los organismos privados y gubernamentales para enfrentar dichos ideales.

Por su parte, los medios de comunicación tradicionales adoptaron posturas que van desde la imprudencia hasta la despreocupación. En consecuencia, los grupos de resistencia reprueban hasta la fecha toda información que provenga de estos medios.

REALEZA DEL WOKE

Megan Markle es considerada la princesa de este movimiento. Expertos señalan que la duquesa de Sussex es el personaje más notorio. Tras la entrevista de Oprah con los duques de Sussex, Meghan se coronó como la princesa al revelar su “verdad”, exponiendo el latente racismo que se vive dentro del Palacio de Buckingham.

También, Gerard Baker, editor del diario The Wall Street Journal, señaló que Meghan aprovechó la ocasión para acuñarse la cultura Woke, describiendo que ha sufrido racismo no sólo por parte de la familia real, sino de la prensa británica.

Otros periodistas admiten que la duquesa ha estado involucrada en movimientos en contra de la discriminación a las mujeres, incluso antes de ser parte de la realeza.

Sin embargo, existen celebridades y políticos que reprueban las actitudes de la cultura Woke. Uno de sus detractores es el expresidente de Estados Unidos, Barack Obama, quien señaló que dicha cultura era la fórmula perfecta para el dogmatismo.

En palabras del propio Obama, lo que los jóvenes estaban haciendo era “tirar piedra y probablemente no van a llegar lejos''. Hacer un cambio, según él, no se basa en juzgar a las personas que cometieron errores en el pasado. Juzgar los actos del pasado llevan a muchas falsedades, de este modo se pierde la esencia del movimiento y se dejan de lado las causas por las que luchan; amor e inclusión, comenta María García, Filósofa y docente de la UNAM.

El radicalismo no es algo ajeno a esta cultura. Durante las marchas se ha desatado la violencia y represión contra las personas que no comparten las ideas del movimiento, esto hace que los Woke caigan en lo mismo contra lo que están luchando, dice Jocelyn Monroy, comunicóloga y docente en el Instituto José Ramón Fernández.

Otro aspecto del radicalismo que ha llevado a la violencia es no reconocer la existencia de películas y libros que fueron producidos en otra época. Tratar de censurar dichos elementos lleva a la distorsión. Los protestantes jóvenes buscan un cambio de la noche a la mañana, algo que no se puede lograr. Los cambios sociales requieren de tiempo y personas dedicadas con valores de igualdad racial, económica y de género. No puede haber un cambio real sin educación, señala Jaime Chalita.

Juan Carlos Barrón , investigador del Centro de Investigaciones Sobre América del Norte (CISAN) de la UNAM, coincide en que la palabra Woke pasó de representar el despertar de la consciencia de los grupos oprimidos a tomar acciones punitivas contra quien no comparta una ideología, alcanzando acciones radicales que pueden ser comparadas a las de los grupos blancos supremacistas en Estados Unidos y por lo que nació este concepto de “estar despierto/stay woke”.

“Deja de ser lo que originalmente era para convertirse en una distorsión de su origen y ahora es utilizada de manera mediática en redes sociales”, comenta en entrevista.

Abunda en que parte de su evolución se debe a cambios generacionales que han creado burbujas, en donde gente afín se retroalimenta con ideas semejantes, se crea la falsa sensación de que mucha gente piensa similar y piensan que están bien, al no encontrar discusión, argumentación y lo peor, advierte: “Se incrementa la intolerancia, se hacen identificaciones obsesivas de la posición del otro porque no hay una verdadera retroalimentación y diálogo, sino que únicamente está la reproducción de clichés”.

El especialista en teoría crítica aplicada al estudio del ciberespacio dice que parte de este boom se debe al nacimiento de las redes sociales en los últimos 15 años, así como al capitalismo que ha identificado mercados específicos para reproducirse mediáticamente, lo cual, afirma, también ha impulsado el terreno de la posverdad, donde no necesariamente se crean mentiras, pero tampoco verdades completas y se incentiva el discurso de odio.

“Es una retroalimentación que falsea, que anula la conversación y entonces forma parte del complejo que está impulsando la polarización política en muchos países”, consideró. “Los que están contigo son los que están bien informados y los que están en contra de ti están desinformados o de plano no tienen criterio o son parte de la borregada acrítica".

José Alfredo Nateras, académico de la UAM y especialista en culturas e identidades juveniles, refiere que la cultura de la cancelación también raya entre lo políticamente correcto y el derecho a la libertad de expresión, pues señala que cuando un comentario no es bien recibido por el termómetro de las redes sociales se toman posturas radicales que incluso pueden llegar a rebasar el espacio virtual y tener consecuencias físicas y materiales.

Jessica Noguez, fundadora de Emprende Bonito y una analista de la cultura de la cancelación, dice que aunque este movimiento no es tan visible en México, está creciendo poco a poco al interior del país sin que nadie se pronuncie, aun cuando afecta a cualquiera.

La consultora de marketing explica que el problema con la cultura woke es que quieren diversidad de color, de sexo, de origen, mientras que no soportan la diversidad de ideas o pensamiento. “Si no piensas como ellos, te cancelan, si no repites mantras como ‘las mujeres trans son mujeres’ eres intolerante. No hay matices”.

Fátima Masse, directora de Sociedad Incluyente del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), enfatiza que el hecho de tener un discurso polarizado, donde no logremos encontrar áreas comunes que ayuden a ir rompiendo barreras y a cerrar las brechas de desigualdad, nos hace perder muchos beneficios a todos, pues hay causas que deben defenderse y visibilizarse, sin alimentar la intolerancia en los movimientos sociales.

Al cierre de esta edición, Los Ángeles Azules siguen haciendo bailar a millones de mexicanos...

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