En el último lustro, creció en 5.9 por ciento la proporción de mexicanas que renunciaron a ser madres, mientras que quienes sí lo desean postergan la edad para sí ser mamás, señala el Inegi.
Esto hizo que por primera vez en México los nacimientos se encuentren por debajo del nivel de reemplazo de la población.
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Mientras en 2014 el 18.3 por ciento de las mexicanas mayores de 18 años dijeron no querer tener hijos, para 2018 esa cifra subió a 24.2 por ciento, indica la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica del Inegi.
A partir de esos resultados en el estudio de 2022: Nuevo escenario de baja fecundidad en México a partir de la información censal —también de ese instituto— encontró que sin importar el contexto rural o urbano las mexicanas están limitando la fecundidad.
El estudio de fecundidad del Inegi señala que en las primeras dos décadas de este siglo la relación entre la decisión de tener hijos o no y cuántos concebir tiene una estrecha relación con la escolaridad de ellas, a menor grado más hijos.
A partir del bachillerato se limita la maternidad, mientras en las mujeres de educación superior disminuye la cantidad de nacimientos y aumentan los años para empezar a ser madres.
En 1950, en México las mujeres tenían siete hijos en promedio y para el año 2022 las mexicanas sólo tienen dos hijos en promedio.
La desigualdad propiciaba que, en 1999, las mujeres sin escolaridad tuvieran en promedio 3.8 hijos y una década después se redujo a 2.7 hijos en promedio, en tanto que las de que tenían la educación superior pasaron en ese periodo de 1.7 a 1.2. A escala nacional la edad promedio para la maternidad subió un año más y ahora es a los 29 años.
Carolina Grajales, de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM, indicó que hoy no se puede generalizar lo que ocurre con la maternidad de las mujeres, lo cierto es que incluso en el sector rural ellas logran mayor escolaridad y piensan más en embarazarse.
Hoy, las mujeres también están evitando el casamiento o el emparejamiento y si logran posponer el embarazo ellas empiezan a tomar decisiones sobre su cuerpo, aunque también por las violencias existentes, nuestro país ocupa el primer lugar de embarazos no deseados.
“Aunque pareciera que la maternidad es una decisión personal, para mí está determinada por la sociedad y el entorno social. Como hay una hipersexualización de las más jóvenes, también hay una influencia de ese contexto de instituciones socializadoras, como la familia, escuelas, religiones, los medios de comunicación y el amor romántico”.
Explicó que desde la antigua Grecia las mujeres han buscado postergar la maternidad para poder elegir a su pareja y no que sean elegidas antes.
Aseguró que para las actuales generaciones observan que desde el gobierno “no hay mayores incentivos para las maternidades”. Por ejemplo, dijo, guarderías confiables, periodos de lactancia, escuelas de jornada ampliada y hasta comedores comunitarios.
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La consecuencia es una presión social, una disyuntiva entre “ser madre o tener un proyecto de vida propio, que no se coarte la libertad y el desarrollo profesional, viajar, tener un departamento, un auto y hacerlo sin sentirse culpables, pero también porque están enamoradas de su proyecto de vida”.