Ciudad Juárez, Chihuahua.- Doña Lucina Soto, ahora de 81 años, nunca imaginó que la camioneta Datsun color blanca donde se recargaba a platicar por las tardes con sus vecinas, era donde Vicente Sotelo, un empleado del Centro Médico de Especialidades (CME) en el año 1983, cargó el artefacto que desató lo que se ha considerado el mayor accidente nuclear del continente americano.
Su sexto sentido la alertó, sin embargo, a no elaborarle un té a su esposo con las plantas gobernadoras que misteriosamente empezó a cargar su vecino en dicho vehículo, que cortaba en las orillas de la ciudad.
Yo sabía que la gobernadora era muy buena para muchas enfermedades y mi viejo tenía úlceras desde entonces, así que pensé en hacerle un tecito, la hierba era muy olorosa, y hasta agarré poquita de la caja de metal pero a la hora de la hora no me animé, quién sabe por qué explica ahora, a 35 años de aquel suceso de contaminación con Cobalto 60.
“¡Qué bueno que no se lo hice, me hubiera quedado viuda muy joven!”, externa mientras suelta una risita, como para que no la escuche su esposo, quien se encuentra sentado sobre la cama, que se observa desde la puerta principal, la cual está entreabierta, en la calle Aldama, casi cruce con calle Gardenias, en la vetusta colonia Bellavista, a unos metros del río Bravo, donde se dividen México y Estados Unidos.
Doña Lucina acepta de buena gana platicar con El Mexicano sobre aquel suceso que convirtió a Ciudad Juárez en un foco de atención internacional, debido a la contaminación radioactiva que se esparció en varillas y muebles por varios estados de la república Mexicana y de Estados Unidos de Norteamérica.
- Desde el yonke
Todo empezó aquí en el municipio fronterizo, por una mala disposición de una máquina.
Las investigaciones de las autoridades arrojaron que en el año 1977, el doctor Abelardo Lemus y sus socios del Centro Médico de Especialidades compraron sin los permisos necesarios, una máquina de radioterapia equipada con una bomba de Cobalto-60 por la cantidad de entre 16 y 17 mil dólares.
- El cobalto-60 es un isótopo radiactivo sintético que emite rayos gamma utilizado para tratar a pacientes con cáncer.
Se dijo entonces que el nosocomio no contaba con el personal especializado para operar la máquina, de tal manera que terminó arrumbada en una bodega del lugar, durante 6 años, hasta que el 6 de diciembre de 1983, Vicente Sotelo Alardín, trabajador de mantenimiento del hospital y su amigo Ricardo Hernández, la sustrajeron y la vendieron como chatarra.
Antes de llevar el artefacto de unos 100 kilogramos, lo desmontaron y perforaron el corazón de la bomba de cobalto, un cilindro que contenía el material radiactivo, es decir unos 6 mil balines de 1 milímetro de diámetro.
En el camino rumbo al yonque Fénix ubicado sobre la carretera Panamericana, cerca del cruce con bulevar Zaragoza, de la pick up fueron regándose cientos de bolitas metálicas, que entonces les llamaron “pellets”, así que la contaminación se extendió por toda la ciudad, porque después que trascendió el problema y que autoridades realizaron un monitoreo, localizaron las piececillas desperdigadas por colonias muy distantes entre unas y otras. Dicha información fue detallada en el informe que después realizó la Comisión de Seguridad Nuclear y Salvaguardias (CNSNS).
- Les pagaron mil 500 pesos a Vicente y Ricardo por la pieza.
Los gránulos se mezclaron con otros fierros en el yonque, de donde se envió material a dos fundiciones: Aceros de Chihuahua (Achisa), una fábrica de varilla de construcción en la capital del estado; y Falcon, fabricante de soportes para mesa. Se estima que, para enero de 1984, la varilla y los soportes resultantes ya habían sido exportados a Estados Unidos y el interior de México.
En total Achisa habría producido 6 mil toneladas de varilla contaminada, entre el 6 de diciembre de 1983 y el 3 de enero de 1984 De esa cantidad, 1,000 toneladas fueron exportadas a Estados Unidos y las 5,000 restantes se distribuyeron en el interior del país
Por su parte, la maquiladora Falcon de México, la otra empresa que adquirió chatarra contaminada en el yonque Fénix de la Ciudad Juárez, produjo unas 30 mil bases metálicas para mesa, que se distribuyeron en 20 estados de la Unión Americana.
Acá por ejemplo el material llegó a los estados de Chihuahua, Sonora, Sinaloa, Baja California Norte, Baja California Sur, Coahuila, Nuevo León, San Luis Potosí, Guanajuato, Jalisco, Zacatecas, Tamaulipas, Querétaro, Durango, Hidalgo y Estado de México.
- DETECTADO EN NUEVO MÉXICO
Fue el 16 de enero de 1984 cuando el laboratorio nacional de Los Álamos, ubicado en Nuevo México, Estados Unidos, detectó la presencia de radiactividad en las inmediaciones. El detector se disparó porque un camión, que transportaba varilla producida por la empresa Achisa, se había extraviado y pasó cerca del laboratorio.
Fue como se conoció del problema cuyas investigaciones llevaron hasta el yonque referido en Juárez y a quien sustrajo la bomba de Cobalto 60, es decir el empleado de del CME, de nombre Vicente Sotelo, quien terminó por abandonar la camioneta en las inmediaciones de un conocido salón de baile denominado Electriq.
Los medidores detectaron que la camioneta arrojaba en algunas partes casi 1000 rads, la radiación equivalente a 20 mil radiografías.
- USARON HELICÓPTEROS
En Juárez se desató toda una campaña para recuperar tanto los balines diminutos como piezas contaminadas, incluidas las varillas.
En los archivos de periódico El Fronterizo, que circulaba en Ciudad Juárez, se documentó un 20 de marzo de 1984 la utilización de helicópteros norteamericanos para detectar las piezas radioactivas, uno de cuyos lotes fue encontrado en la colonia Luis Echeverría, en una construcción.
En total, se habló de que unas mil toneladas de materiales nunca fueron localizadas. Se les perdió la huella y cientos de viviendas habrían sido construidas con esos contaminantes radioactivos que entre otros daños pudieran causar cáncer a sus moradores.