En México hay 105 acuíferos que se encuentran sobreexplotados, de un total de 653, lo que significa que se extrae de ellos más líquido del que puede reponerse. Además, hay otros 32 que tienen una acumulación excesiva de sales, por lo que no son aptos para el consumo humano.
En 19 entidades federativas al menos un acuífero presenta algún grado de sobreexplotación o salinización. El caso más extremo es el de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, que tiene un déficit de 591 millones de metros cúbicos de agua anuales, según cifras de la Comisión Nacional del Agua (Conagua).
Los acuíferos son formaciones geológicas que almacenan agua del subsuelo. La consecuencia de que estos sean sobreexplotados es el descenso de los niveles freáticos, hundimientos del suelo, desertización progresiva, descenso en la calidad del agua, salinización del suelo y aumento en los costos de explotación.
El proceso de salinización ocurre cuando debido a la explotación intensa del agua subterránea, se acumulan sulfatos y cloruros de sodio, magnesio y otros elementos en los acuíferos dulces cercanos a las costas, tornando el agua no potable.