En 2020 el mundo fue puesto a prueba, la aparición del Covid-19 provocó la mayor recesión que la humanidad ha enfrentado en 90 años.
Salvo el caso de China y algunos países asiáticos, la mayor parte del orbe se encuentra afectado por la segunda ola de Covid-19 sin haber resuelto los desequilibrios causados por la pandemia.
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Los confinamientos en Europa muestran lo que podría ocurrir en Estados Unidos una vez que Biden asuma la presidencia, un mensaje que deberá tomarse en cuenta en México.
No debe subestimarse la magnitud de la contracción económica, así como de la posibilidad de que Estados Unidos aplique cierres parciales durante los primeros meses del 2021: la sociedad mexicana parte de una posición marcada por la fragilidad económica.
Las cifras con contundentes. Más allá de los grandes números macroeconómicos, la crisis se tradujo en un aumento de pobreza laboral: más del 44% de la población ocupada no tiene el ingreso económico suficiente para adquirir una canasta alimentaria.
¿Qué significa? En el ámbito rural el ingreso de las personas no superó los 1,212 pesos mensuales: fue inferior a los 41 pesos por día.
Por su parte, en el entorno urbano, el ingreso de las personas en pobreza laboral fue inferior a los 1,682 pesos mensuales (56 pesos diarios).
Lo anterior fue provocado por la contracción del PIB que en los primeros nueves meses del año promedio 9.6%, una cifra no observada desde 1932.
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Una consecuencia adicional es la caída de variables estratégicas como el consumo y la inversión privada, que en conjunto representan el 85% del PIB, un hecho que afectó a las finanzas públicas en forma de una menor recaudación.
Las restricciones financieras del Estado mexicano le llevaron a adoptar una estrategia diferente a la aplicada en otras naciones: la austeridad y negativa para adquirir deuda se tradujeron en el establecimiento de un programa focalizado de asistencia social.
El incremento de la pobreza laboral y la caída del PIB muestran los límites de dicha opción.
Para enfrentar el 2021 con resultados más favorables para toda la población, y evitar un mayor daño estructural al tejido social, será prioritario establecer una estrategia que contemple cinco puntos esenciales.
El primero es el reconocimiento de la situación por la que atraviesa la nación. De ese punto se desprendería la elaboración de una nueva estrategia de desarrollo económico.
El segundo es un Dialogo Nacional que permita generar una Agenda Mínima que impulse la generación de empleo formal a través del fomento a la inversión productiva y el crecimiento económico.
Ante las restricciones estructurales del Estado mexicano, se desprende un tercer punto: crear el entorno propicio de fomento a la inversión privada.
El sector privado genera el 85% del valor agregado total y más del 90% del empleo. Por su parte la creación de valor agregado del sector público en los últimos 18 años ha sido, en promedio, negativa.
El cuarto punto es determinar los sectores y regiones estratégicas a los que se debe garantizar el entorno adecuado para operar, aun bajo condiciones de confinamiento que podrían darse de manera parcial en Estados Unidos y/o México.
En este aspecto es esencial definir un programa de integración industrial para América del Norte con el fin de mantener en plena operación todas las cadenas de valor que se requieren para el desarrollo y la estabilidad económica regional.
Para lograrlo se debe avanzar en la atracción de inversiones para fortalecer a la industria mexicana y combatir la competencia desleal.
El quinto punto es una plena coordinación entre las autoridades federales, estatales y municipales en favor del Estado de Derecho y el combate a la corrupción.
Lo descrito constituye una Agenda Mínima para enfrentar la crisis y sus secuelas. Constituye un mecanismo básico para evitar que las consecuencias de la crisis se conviertan en una parte orgánica en la vida diaria de la sociedad mexicana.