“Ranita dime ¿cómo puedo encontrar al gnomo?”
La mano le tiembla. Camina pero arrastra los pies. Ella lo jala con cuidado. Él se resiste más y más en la medida en la que se aproximan. El cielo no es cielo. No existe. La calle está más sola que nunca: nadie le ayuda. La mañana del lunes ha durado horas y más horas y más horas interminables desde que despertó. No quiso desayunar, no tenía hambre, dijo, pero la madre le obligó a tomar su plato de avena y un poco de huevo frito, el mismo que antes le gustaba con papitas fritas hechas en casa…
Nada es igual. Todo el mundo se derrumba alrededor. Está más sólo que el número 1 y nadie se compadece y nadie entiende su angustia… Y mientras más y más y más se acercan, él ya no aguanta la pena tan grande que le invade, el dolor inmenso, la tragedia, la angustia, el ¡qué va a pasar! ¿por qué me dejan? ¿Por qué me abandonan?...
… Y como en la obra de Nikolai Gogol, entre sollozos parece gritar: “¡Madrecita, salva a tu pobre hijo! ¡Vierte unas cuantas lágrimas sobre su cabeza enferma! ¡Mira cómo lo martirizan! ¡Ampara en tu pecho a tu pobre huérfano! En el mundo no hay sitio para él. ¡Lo persiguen! ¡Madrecita, ten piedad de tu niño enfermo!...
… Y como si nadie escuchara ella le jala y él carga a la espalda su mochila en donde vienen unos cuantos lápices, un cuaderno de doble raya, uno de cuadrícula grande, unas crayolas, un sacapuntas, una goma, una torta de frijoles refritos y una limonada…
Pero él con su uniforme de pantalón azul, camisa blanca y suéter guinda no se da cuenta de que ella sufre. También llora, pero hace como que no porque debe transmitirle fortaleza. La tragedia de la separación está ahí: su dolor es inmedible aunque sabe que esto es así y así debe ser…
Ya llegan: ya está abierta la puerta. Muchos niños al igual que él llegan a su primer día de clases: el primerísimo día, el único, el inolvidable, el que todos llevamos en la memoria como si fuera ayer mismo, como si nada hubiera transcurrido, como si el tiempo no hubiera hecho mella en lo que siguió a aquel día terrible, pero también –luego lo supimos- aquel día luminoso.
Y ya llegan uno y más: muchos niños que como él acuden al llamado del conocimiento, del “Que dejen toditos los libros abiertos, ha sido la orden que dio el general. Que todos los niños estén muy atentos, las cinco vocales van a desfilar…”
Para el profesor Eduardo Domínguez, de Saltillo, en el primer día de clases para los niños de seis años “hay una tremenda variedad en cuanto a los patrones de conducta; observas desde el niño que es todo sonrisas y amabilidad, hasta el alumno que no quiere soltarse de las faldas o pantalones de la madre en la entrada de la escuela; siempre hay un espectáculo y diversidad de conductas es como ir a la opera o como ir al circo: siempre hay expectativas muy grandes. Cuando no conoces el espectáculo, el primer día sales desilusionado o sales completamente satisfecho… (en todo caso) ese día todos vienen bien limpiecitos, peinados…”
Unos niños llegaron a escuelas privadas y otros a escuelas públicas. No importa: son niños al fin y esto aún no cuenta en sus contabilidades vitales. Miles de niños llegaron a escuelas rurales, las que están a distancia y a la que tienen que llegar luego de caminar mucho. Son los niños del amanecer y son los niños que ya saben que sólo el saber podrá transformar su vida.
Muchos otros niños no tuvieron su primer día de clases. Por razones distintas todas. Algunas porque los padres no pueden mandarlos a la escuela dada la precariedad de sus vidas, otros tendrán que esperar porque no hay aulas, como es el caso de Oaxaca, en donde hay un déficit de 800 escuelas que no se reconstruyeron en un año luego de los sismos de septiembre de 17. ¿Qué va a pasar con estos niños sin escuela? ¿Y qué va a pasar con los 100 mil niños del Istmo que deberán tomar clases en escuelas alternas por la misma circunstancia de déficit?
Así que este año llegaron al primer día unos 25.4 millones de alumnos y 1.2 millones de docentes de educación básica comenzaron el ciclo 2018-2019 en unas 226,000 escuelas públicas y privadas que por primera vez implementan los planes de estudio de una reforma educativa.
Una reforma educativa que ya es prácticamente cero, porque el Presidente electo, Andrés Manuel López Obrador ha dicho que no, no y no: que esta reforma no va, y lo ha dicho fuerte y quedito, lo ha dicho desde que era candidato y lo dijo frente a su autor, el presidente Enrique Peña Nieto, en su tercer encuentro de entrega administrativa: no va la Reforma Educativa… ¿Qué sigue entonces?
Y lo dijo la señora Elba Esther Gordillo el 20 de agosto –‘casualmente’ el mero día de inicio de clases—, quien proclamó ese día, en tono festivo: "¡Recuperé la libertad y la reforma educativa se ha derrumbado!", como si fuera un logro suyo o como si acorde a su libertad todos en el mundo guardaran silencio para escucharla, como si la fauna y la flora se quedaran quietecitas como en calendario para escuchar su voz tronante diciendo que fue víctima, que fue presa política que es inocente y exhibió el papelito que acredita esta libertad…
Dice la señora Elba Esther que su vida toda está dedicada a los maestros de México, y con voz meliflua, en un tono de discurso viejo y oliente a hongos, dijo que su lugar ‘ha estado y está al lado de los maestros, en la defensa de la educación pública, laica y gratuita.’: “¡A los mexicanos les tiene que ir bien. El tiempo nos dio la razón. Nuestra integridad es nuestra fortaleza. Vayamos todos unidos a la gran hazaña que México exige. Unidad, integridad, palabra veraz, compromiso con la gente y amor por nuestros niños y jóvenes. Arriba los maestros y maestras de México!".
Lo que quiere deciiiiiir… es que la señora amenaza con seguir echando a perder la educación de los niños de México porque, como se sabe, durante sus más de veinte años como líder del SNTE, la educación en México no evolucionó; no salimos de uno de los últimos lugares en calidad educativa mundial, en calidad de comprensión, en calidad de introspección para las matemáticas y mucho menos se ha salido de 5° año de primaria, aunque se esté en secundaria. Dejó a la educación en la lona, se hizo del poder gremial, pero no contribuyó a educar con calidad.
Cierto: en términos sindicales, para algunos la señora “fue de gran ayuda”, para otros “fue un abuso permanente”, depende de cómo le fue a cada maestro en todos estos años. Y hubo disidencia y hay disidencia el mismo día de su discurso, en las calles aledañas había maestros que repudiaban su posible regreso. Así “la Guerrera”, como se autodefine.
Y sí, claro que sí, hay muchos maestros que son ejemplo de entrega y vocación, por encima de razones sindicales o de reformas que van y vienen. Muchos maestros vocados y capaces están ahí: son miles.
… Acaso se podría decir que para ellos el gran problema-su problema para consolidar esa vocación suya tan humana es el sindicalismo mal entendido; un sindicalismo radical e inconsecuente. Pero estos maestros, los que enamoran desde el aula, los maestros inolvidables, están ahí, en las escuelas urbanas, en las municipales, en las escuelas de las rancherías más aisladas del país: ahí están: firmes y amorosos.
Pero los niños acudieron ya a su primer día de clases este año. Ya pasó el trago amargo… ¿pasó?... O la alegría de la novedad, la opera o circo… ¿Qué será-será?...”Ranita dime ¿cómo puedo encontrar al gnomo?”
Carlos Ortega: “Recuerdo mi primer día de clases, me quedé llorando porque me sentía solo, un niño de 5º grado le dijo a mi mamá que se quedara tranquila. Días sucesivos me escapaba del colegio, pero me atrapaba la maestra que corría en tacones…”
Adriana Miu: Estaba muy contenta y entusiasmada. Me gustaba muchísimo. Aprendí mucho y conocía a muchas personas. Nosotros jugábamos los juguetes, cantábamos, escribíamos, dibujábamos… Los profesores eran buenos. Nos enseñaron paciente y lentamente…”
Rosita Guerra: “Estaba feliz y ansiosa por la nueva situación, mami estaba preparada para regresar a casa conmigo en un ataque de llanto, pero cuando me soltó la mano salí corriendo al salón sin mirar atrás y fue ella quien quedó llorando mirándome por una ventana.”
Yo: Mi primer día de clases fue terrible. Mi hermana mayor me llevó a la escuela y yo temblaba de miedo. Había que enfrentar una nueva situación y un nuevo entorno: ‘otras voces, otros ámbitos’. Llegamos. El zaguán de la escuela estaba abierto y ella me soltó de la mano. Yo me quedé estático sin saber qué hacer. Era como entrar al mundo de Oz, sin el Mago esperando.
De pronto me impulsa por la espalda y camino, entro a la escuela en donde ya estaba la maestra Rosita que vio a lo lejos mis pucheros y mis ganas de llorar y correr para recorrer el mundo sin nadie que me detuviera. Me abrazó y me dijo que le diera un beso… Se lo dí… me abrazó y me dijo que ahí iba a aprender mucho, que iba a jugar con otros niños y que si me portaba bien, el día del niño me daría muchos dulces. Yo no quería nada. Quería regresar-salir-huir…
Luego todo fue distinto: aprendí la “O” por lo redondo, y aprendí a descubrir; y aprendí a que el mundo es redondo también, como la “O” y que de la mano de mis maestros encontré que el mundo es feliz si uno sabe leer y escribir, pero también aprendí que se es muy infeliz mientras más se sabe… depende…
Ya viene la maestra, es hora de canto… Ya nos hace guardar silencio. Ya escondí mi torta media mordida… “Las rejas de Chapultepec, las rejas de Chapultepec, son verdes, son verdes nomás para usted… ¿Están pintadas de rojo?: no-no; ¿están pintadas de azul? no-no. Están pintadas de verdeeeeee… las rejas de Chapultepec”.
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