Al margen de las cifras que apuntan a la desaceleración de la actividad económica en el país, en los últimos meses el nivel de satisfacción que declara la población es el más alto desde 2013, cuando el Inegi inició la medición.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) publicó los resultados del módulo de Bienestar Autorreportado (BIARE), un estudio trimestral que realiza con base en lineamientos que propuso la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) a principios de esta década para medir “más allá del PIB”.
Los datos del Inegi indican que en una escala de cero a 10, la satisfacción con la vida de los mexicanos subió por primera vez a 8.3, y así se ha mantenido. Incluso en enero llegó a un máximo de 8.4.
La encuesta entre mayores de 18 años en 32 ciudades del país muestra que la sensación de bienestar aumentó en casi todos los aspectos: relaciones personales, ocupación, vivienda, estado de salud, logros obtenidos, las perspectivas a futuro, nivel de vida o la colonia o ciudad donde viven.
Sólo hay dos excepciones: la seguridad, sobre la cual se sienten hoy menos entusiastas, y con el país, donde el nivel de satisfacción está estancado respecto a julio del año pasado.
Se trata de la encuesta que de acuerdo con el presidente Andrés Manuel López Obrador sustenta que "el pueblo está feliz, feliz, feliz", más allá del nulo crecimiento que mostró el PIB en el segundo trimestre de este año.
"Me voy a apoyar en una encuesta que hizo el Inegi, donde la gente manifestó que está contenta, esa es mi fuente, pero lo haré por escrito. Adelanto que esa es mi fuente", dijo el mandatario en los últimos días en respuesta a los técnicos en economía que advierten sobre el estancamiento de la actividad productiva.
Gerardo Leyva Parra, director general adjunto de Investigación del Inegi, explica que el PIB, tal como lo concibió su creador Simon Kuznetz, debe tomarse "como un grano de sal para medir el bienestar".
En entrevista con El Sol de México, dijo que con frecuencia lo que ocurre con el PIB no se ve traducido de manera directa en mayor o menor bienestar, "para eso hay que generar indicadores dirigidos a lo que normalmente ocurre en los hogares”.
Pero insiste: el Inegi tiene evidencia de que los indicadores del bienestar sí tienen una relación con los indicadores económicos, aunque reflejan sobre todo aquellos hechos que pegan directamente a los bolsillos de la población.
“Algunos momentos específicos donde las cuestiones materiales influyen en la coyuntura de la satisfacción con la vida es en enero de 2015, cuando tenemos la Reforma de Telecomunicaciones y que nos hizo pagar menos por cada llamada telefónica y que nos quitó la larga distancia, lo cual implica una transferencia neta al bolsillo de cada uno de los usuarios, eso se vio reflejado en un alza de dos décimas en la satisfacción de la vida.
“Este hecho tiene una versión espejo en enero de 2017, que es cuando tuvimos el gasolinazo, cuando nos quitaron dinero de la bolsa, porque todos usamos gasolina”, agregó el experto.
Estos indicadores permiten seguir de forma más puntual medir el nivel de satisfacción de vida y se alejan del Producto Interno Bruto (PIB) como referente, precisa el funcionario.
DÓNDE QUEDÓ EL ÁNIMO
Otro aspecto que valora la encuesta del Inegi publicada este jueves es el estado anímico de la población consultada. Aquí, en una escala de -10 a +10, el balance de estados de ánimo positivos y negativos de la población en julio de este año fue de 6.3, una décima por debajo del registrado en el mismo mes de 2018 (6.4).
Por edad, se observa que el balance anímico general de la población de 18 a 29 años retrocedió dos décimas, mientras que en el grupo de 30 a 44 años disminuyó tres décimas. En contraste, entre los adultos de 45-59 años se incrementó su balance anímico general en dos décimas y en el grupo 60 y más años no mostró cambio.
El estudio del Inegi considera la misma muestra que la utilizada para medir el Índice de Confianza del Consumidor: individuos de 18 y más años de edad, entrevistados en dos mil 336 viviendas ubicadas en las 32 principales ciudades del país.
La medición del bienestar subjetivo se enmarca en un creciente consenso a nivel internacional sobre la necesidad de dar seguimiento al progreso social a través de la perspectiva de las personas acerca de sus experiencias de vida, y no solo a través de la disponibilidad de bienes y servicios, explica el Inegi en su reporte.
Esto implica - agrega- llevar las mediciones del bienestar “más allá del PIB” para centrarnos en reportes sobre la calidad de vida, que permitan evaluar en qué medida la población disfruta de su vida, si está satisfecha con ella y con algunos de sus principales aspectos, si tiene sentido de propósito y si reporta experiencias gratas y ignificativas.
"Se trata de un esfuerzo por reconocer que los destinatarios finales del progreso son las personas y que por eso es necesario poner atención no solamente al acceso a bienes y servicios materiales, sino también a cómo experimentan sus circunstancias, pues en ello influyen en paralelo aspectos de calidad de vida no cuantificables en unidades monetarias", destaca el Instituto.