La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) afirmó que “no hay ninguna justificación posible para no denunciar, para no desenmascarar, para no enfrentar con valor y contundencia cualquier abuso que se presente al interior de nuestra Iglesia’’.
“Es sabido que una forma inadecuada en la que hemos manejado nuestra autoridad en la Iglesia, que nos ha llevado a deplorables conductas de abuso sexual, de poder y de conciencia, ha sido el clericalismo”.
Conscientes de esta actitud, dice el CEM, tenemos que admitir que muchas veces la Iglesia – en las personas de sus obispos y superiores – no supo y todavía, en ocasiones, no sabe comportarse como debe para afrontar con rapidez y decisión las crisis provocadas por los abusos.
El documento, firmado por el coordinador del Consejo Nacional de Protección de Menores, Alfonso Miranda Guardiola, señala que esta forma clericalista de actuar, “nos ha llevado a poner, el mal entendido bien de la institución eclesial, por encima del dolor de las víctimas y de las exigencias de la justicia; a poner por encima del testimonio de los afectados las justificaciones de los victimarios”.
Tenemos, dijo, que aceptar esta crisis con profundidad, y reconocer que el daño no lo han hecho los de fuera, sino que los primeros enemigos están dentro de nosotros, entre los obispos, sacerdotes y consagrados, que no hemos estado a la altura de nuestra vocación.
Los derechos de los victimarios, su buena fama, el ejercicio de su ministerio, o seguir llevando una vida normal al interior de la sociedad no pueden nunca primar sobre los derechos de las víctimas, de los más débiles, y de los más vulnerables, señalan en el documento.
Es tan hondo el daño causado, dice Miranda Guardiola, es tan profundo el dolor infligido, son tan inmensas las consecuencias de los abusos que han sucedido en la Iglesia que nunca podremos decir que hemos hecho lo suficiente, y nuestra responsabilidad nos lleva a trabajar todos los días para que nunca más en la Iglesia se presenten abusos, y para que los que eventualmente se cometan en cualquier circunstancia, reciban el castigo y la reparación que exigen.
“Solo con la ayuda del Señor y nuestra docilidad a su gracia vamos a lograr que esta crisis lleve a una profunda renovación de toda la Iglesia, con obispos más conscientes de su misión de pastores y padres de su rebaño; con sacerdotes y consagrados más conscientes de su servicio ejemplar al pueblo de Dios“.