El SARS-COV2 no sólo ha traído muerte y desestabilización económica, sino que ha dejado al descubierto las carencias de atención por parte de los tres órdenes de gobierno a personas que perdieron a sus seres queridos, niños y niñas huérfanos de padres o, al menos de alguna de las dos figuras de protección que tenían.
México es el tercer país con más menores huérfanos a consecuencia de esta pandemia.
Luz Elena Juárez Orona, trabajadora social clínico de la Unidad Médica No. 16 del IMSS en Torreón, Coahuila, explicó que lamentablemente la pandemia ‘abrió la cloaca’ de la falta de organización en muchos rubros, en especial, en la falta de programas especiales para dar acompañamiento a menores de edad huérfanos y viudas o viudos a consecuencia del Covid-19.
Recordó que en octubre del año pasado el DIF Municipal a través del Departamento de Cohesión Social atendió a una familia a la que se brindó apoyo con alimento, “este caso fue del año pasado, aproximadamente en octubre único caso donde fallecieron papá y mamá”.
“Las instituciones tienen programas asignados a ayudar a menores, el DIF tiene un programa que se llama ‘Niños En la Calle y De la Calle’ se supone que ellos deben de manejar atención integral para este sector de la población, aparte de que tiene casas hogar, Pronnif también tiene programas, que quizás no funcionen a cien por ciento y, en gran parte es por la sobrecarga de trabajo; el gobierno es quien debería crear nuevas plazas para atender este tipo de problema de salud”, añadió.
Reconoció que en el servicio que brindan en el área de Trabajo Social del IMSS fueron contadas las familias en las que murieron ambos padres, se dieron más donde alguno de los dos perdió la batalla ante el virus, “ante esa situación como quedó el padre o la madre, ni DIF ni Pronnif intervenían, más que nada los programas con intervención de ellos es cuando se dan casos de abuso sexual, maltrato infantil o en situación de abandono”, expuso.
En el Estado de México, hasta noviembre de 2021, se contabilizaban 747 niños y adolescentes que habían perdido al menos a uno de sus padres o cuidadores primarios a causa de Covid-19, de acuerdo con cifras del DIF nacional.
Por ejemplo, Manuel un adolescente de 16 años de Naucalpan que tuvo que abandonar la preparatoria tras la muerte de su padre y que hora trabaja como ayudante de albañil y vendiendo dulces. El Covid-19 le cambió la vida por completo a él, a su madre y a sus dos hermanas menores, ya que tuvieron que abandonar la casa en que vivían y ahora están en casa de sus abuelos.
Cuando su padre murió, Manuel no pudo despedirse de él, ni enterrarlo en un cementerio en compañía de toda su familia. Tampoco pudo expresar todas las emociones que le provocó el dejar la escuela.
“Yo sentí mucho la muerte de mi papá, porque tenía muchas ganas de seguir estudiando la preparatoria; hoy soy la cabeza de mi familia, pero no me importa. Con la ayuda de mi mamá la vamos pasando”, expresa el joven de 16 años, quien es poco sociable, mientras que su rostro refleja una profunda tristeza.
La familia no ha sido beneficiaria de ningún programa de gobierno. Nadie se ha acercado a ofrecerles apoyo. Por parte del trabajo del padre no obtuvieron más que mil pesos para los gastos funerarios.
De acuerdo con la psicóloga Ana Laura García Medel, los menores que se enfrentan a esta orfandad quedan expuestos a la pobreza y el abuso, son niños y niñas que de una semana a la otra han perdido a quien era su principal sostén económico y, en muchos casos, emocional.
“La muerte de un padre es uno de los acontecimientos estresantes más intensos que puede padecer un niño o un adolescente, y pese al considerable número de ellos que lo han experimentado y el posible incremento en este año, no han recibido una atención adecuada; además son pocos los estudios e investigaciones en México de los efectos causados en los grupos de niños que van desde los 2 hasta los 15 años”, asegura García Medel.
En la Paz, BCS, estado donde el coronavirus ha provocado más de dos mil 500 defunciones, Miguel, un joven con discapacidad motriz, es uno de los huérfanos de esta pandemia. Iridia, su madre, falleció hace un año debido a complicaciones por SARS-CoV-2. Fue internada en un hospital donde hubo que intubarla. Miguel, no volvió a verla desde el 2 de enero del 2020.
La muerte de esta madre soltera desestabilizó a la familia por competo; Miguel no puede valerse por si mismo debido a su discapacidad y su abuela, ya mayor, no ha podido hacerse cargo de él, por lo que ahora es una prima la que se hace cargo de ambos.
“Tengo trabajo gracias a Dios, pero es difícil pues hoy debo hacerme cargo de una casa con dos personas, Miguel y su abuela, vivía en mi casa, pero me mudé con mi primo para estar más al pendiente de él, Miguel extraña mucho a su mamá y a veces no sé cómo actuar o qué decirle porque entiendo que debe ser difícil, no se pudo ni siquiera despedir de ella porque cuando falleció muchos estábamos aislados”, detalló.
Por su parte, la familia Monge Ruiz de Hermosillo, Sonora, no volvió a ser la misma tras la llegada del Covid-19, ya que la muerte del padre, Luis Monge, hace año y medio, dejó desubicadas a sus hijas Sofía de 16 años, Valeria de 14 y a la pequeña Andrea de seis años así como a su esposa, Nereyda.
Ella no sólo a tenido que redoblar esfuerzos para sacar adelante a la familia en lo económico, sino también en lo anímico, ya que sus tres hijas al igual que ella acudieron a atención psicológica para poder dejar ir a su padre y esposo.
La madre de familia y ahora viuda relata como lo ha sobrellevado, “ha sido bien duro, yo que las he visto, tienen depresión, se encerraron, Luis era un papá muy presente, con Andrea, él podía estar muy ocupado pero si yo tenía que atender mi trabajo, él se venía de donde estuviera para estar con las niñas, jugaba a las muñecas con Andrea”.
El caso de la menor, fue complicado ya que la pequeña decía que necesitaba otro papá, además de que en su escuela tanto maestros como compañeros se preocupaban por actividades como la del Día del Padre.
“A la semana me estaba diciendo que tenía que conseguirme otro papá, porque se había quedado sin papá y que ella necesitaba otro papá, yo le decía que ella tenía papá y me decía que él ya estaba en el cielo y que ella lo necesitaba aquí”, dijo.
Tiempo después Andrea le comentó a su madre que ya entendía que todos cumplen un ciclo de vida y que su padre había ya completado el círculo en el que todos nos desarrollamos.
Con información de Patricia Venegas/ El Sol de Toluca; Adriana Márquez/ El Sudcaliforniano; Sofía Calvillo/ El Sol de Hermosillo