/ domingo 16 de junio de 2019

Hojas de papel volando | “¡Papá, soy Paquito, y ya no haré travesuras!”

En contraposición con lo dulce, tenue, sensible y tierno del amor materno, el del padre es recio, contundente, firme, a veces rudo, o benévolo, pero muy distinto y lo mismo

En contraposición con lo dulce, tenue, sensible y tierno del amor materno, el del padre es recio, contundente, firme, a veces rudo, o benévolo, pero muy distinto y lo mismo. ¿Cómo es eso? Pues nada, que la mamá ama; el padre adora. Y al parecer cada uno tiene una función distinta en la relación padres e hijos. Y por muchas razones, con más frecuencia se quiere a la madre como a una divinidad y al padre como a una figura querida, pero también distante…

Así que al padre de familia le toca bailar con lo más o menos feo de la relación. Y lo asume. Y lo entiende. Pero no lo quiere: quiere ser querido del mismo modo que un hijo, unos hijos, aman a la madre. Pero también sabe que su reciedumbre es necesaria como factor de equilibrio. Y porque esa fortaleza es la que habrá de transmitir a los hijos para que, en la vida, lo mismo sepan amar, como también luchar y caminar a paso firme…

Ha predominado en nuestra cultura mexicana la figura del padre proveedor y casi-casi desentendido de la parte creativa y afectiva de sus hijos. Hoy en día las cosas cambian poco a poco y ya se percibe una responsabilidad compartida. Ambos, padre y madre, contribuyen a ese factor de creación y formación, tiempo común de afecto y compromiso…

Todavía hace poco tiempo, y aun hoy, padres hay que dejan de serlo para pasar a otro carril de la vida. Es el padre que se va sin contemplaciones. Es el que deja de ser la figura paterna para dejar el vacío inconmovible. Son muchos casos de padres que lo son, pero que dejan de serlo… o lo son de otra manera con ‘otras voces y en otros ámbitos’. Es así.

Hay, por otro lado, el caso de padres solteros. Padres que asumen para sí la tarea de ser padre y madre a la vez. Son los que se separaron y quedaron con la custodia del hijo o los hijos; son los que enviudaron; son los que fueron abandonados, son los que asumen el rol doméstico porque terminaron una relación y no quieren más… Según el CONEVAL en proyección desde 2017, hoy existen poco más de dos millones de hogares con padre soltero, de los cuales el 23% vive en pobreza.

Pero en términos generales en México está el del padre trabajador, luchón, dispuesto a dar la vida por sus hijos, para mantenerlos, para darles casa-comida-sustento, educación, cariño y dos que tres coscorrones siempre necesarios para enderezar al árbol que quiere irse torcido.

Esto es: Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) el 73% de las familias mexicanas son encabezadas por los padres, además de que el 82.4% de los jefes de familia son económicamente activos, mientras que el 49% de las madres son económicamente activas.

“Y que los padres de familia invierten en promedio 79.3 horas al trabajo y producción de bienes a la semana, mientras que las mujeres 60.3 horas”. El rango de edad de los padres varones en México es de 30 a 54 años. O que “En México siete de cada diez hogares son nucleares (compuestos por padre, madre e hijos) Todo, según INEGI.

Y ya en lo jurídico, ‘La paternidad responsable está protegida por la Ley y se reconoce como la filiación o el vínculo jurídico que existe entre dos personas en la que una desciende de otra, tal como sucede entre padres e hijos. Este vínculo surge como consecuencia de hechos biológicos (hoy en día se contemplan algunos casos de reproducción asistida) y/o actos jurídicos (la adopción se equipara al parentesco por consanguinidad entre padres e hijos).

‘Al ser reconocida esta relación por el derecho, hace que se generen derechos y obligaciones entre las personas ligadas por la filiación. Hace poco se estableció la obligación de los patrones de otorgar permiso de paternidad, que son cinco días laborales con goce de sueldo por el nacimiento de sus hijos.’

Como quiera que sea, la paternidad es un hecho biológico que se desarrolla en lo familiar, social y repercute en lo humano. Y si bien los hijos se adhieren por toda la vida al cariño materno, con el paterno es más dilatado, pero al final también muy firme, porque es en la edad adulta cuando los hijos e hijas comprenden el rol paterno y se aproximan a él con más confianza, con más sentido de la seguridad otorgada y con firmeza en el querer.

El ser padre, está en el hecho cotidiano: Patria viene de padre, por ejemplo. Patrimonio es lo que se refiere a la herencia paterna o construido en tono a lo paterno. Patriarca es el padre supremo y guía… y así.

En la literatura no siempre la ha ido bien al padre. Es el caso de Franz Kafka que escribió su Carta al padre (Brief an den Vater). Una epístola de 103 cuartillas manuscritas en la que le critica por su conducta abusiva e hipócrita hacia él. Fue publicada luego de la muerte de Franz, porque aunque fue escrita en 1919, el autor de “La metamorfosis” la entregó a su madre para que ésta, a su vez, la entregara a Hermann, su padre. Pero no lo hizo. Y no fue sino hasta 1952 cuando se publicó.

“Querido padre: Hace poco tiempo me preguntaste por qué te tengo tanto miedo. Como siempre, no supe qué contestar, en parte por ese miedo que me provocas, en parte porque son demasiados los detalles que lo fundamentan, muchos más de los que podría expresar cuando hablo (…)”

“Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo (…) No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio… El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro.” Es el comienzo de la obra monumental de Juan Rulfo: “Pedro Páramo” y la búsqueda de la paternidad fugaz e invisible. Hecha de recuerdos y de ausencias. La paternidad expectante y dolorosa…

Un padre distinto era José García, el personaje inolvidable de “El libro vacío” de Josefina Vicens. Él todo ternura, cariño, admiración, respeto y entrega por sus hijos: José y Lorenzo…

- “Papá… quiero hablar contigo… ¡de hombre a hombre!

- ¡De hombre a hombre! ¿Qué supondrá mi hijo que es un hombre? Pienso que él piensa: el hombre lo es en el preciso momento en que tiene ya una mujer.

¡José, hijo mío, si supieras lo que es un hombre! El hombre es… pero, ¿lo sé yo acaso? Lo único que puedo decirte es que el hombre eres tú, José, adolescente y amoroso. Y yo, José García, tu padre, que a pesar de mis años sigo tan inseguro y asombrado e interrogante (…) El único que tal vez no sea el hombre es el que no se parece a los otros. El que rebasa o no alcanza a los demás. El que crece o se disminuye hasta quedar fuera de las estaturas normales. Ese no, porque pierde la medida cordial de la semejanza.

¡La semejanza! Lo que hace posible el amor” …

¿Y qué tal “Cien años de soledad”? que comienza precisamente con un recuerdo querido. Inolvidable. “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.” Y de ahí en adelante la saga de una familia y sus cien años de construcción y de lucha, de sueños y recuerdos. De amor y nostalgia por Macondo y la familia Buendía…

¿Y don Regino Burrón? El padre peluquero, de “La familia Burrón” Siempre complaciente de las locuras de su amada esposa doña Borola Tacuche, pero sobre todo de sus hijos: Macuca Burrón Tacuche y Regino Burrón Tacuche a).- El Tejocote, además de Fóforo Cantarranas –hijo adoptado-, y el perrito Wilson. NI más ni menos que una familia feliz con un padre inolvidable.

Y qué tal aquella duda de don Andrés Henestrosa respecto de la paternidad…

- ”… ¿Era yo hijo de mi padre? ¿Lo era yo de otro hombre, y en ese caso, de quién? De alguno del pueblo, o de alguno de los que venían a tener la feria del pueblo. ¿De aquel de apellido francés a quien mi padre arrendaba caballos? ¿O del español que a veces llegaba a casa y sin apearse del caballo trataba con mi padre de algún asunto relacionado con el rancho y ganados? Muchas preguntas en apariencia, pero una sola en realidad: ¿Era o no era yo hijo de mi padre?...” Y en adelante desgrana un relato de su madre, al mismo tiempo dramático como conmovedor en su “Carta a Cibeles”, su hija.

Así que el 16 de junio es el Día del Padre. Y hay que celebrar una fecha que parece sosegada pero que es el remanso de recuerdos y expectativas: por el padre que está, por el que ya no está, por el que se fue sin decir ‘agua va’, por el que está sólo y su alma con sus hijos…

…Por el padre que lo mismo ama como atiende y como enseña a sus hijos que ‘la vida no es un block cuadriculado’. El padre nuestro de todos los días: esté o no esté. Ese que tiene la mano dura y el corazón de pollo. Ese al que hay que cantarle al igual que a la madre para decirle que no, que ya no haremos más travesuras, donde quiera que estés.

En contraposición con lo dulce, tenue, sensible y tierno del amor materno, el del padre es recio, contundente, firme, a veces rudo, o benévolo, pero muy distinto y lo mismo. ¿Cómo es eso? Pues nada, que la mamá ama; el padre adora. Y al parecer cada uno tiene una función distinta en la relación padres e hijos. Y por muchas razones, con más frecuencia se quiere a la madre como a una divinidad y al padre como a una figura querida, pero también distante…

Así que al padre de familia le toca bailar con lo más o menos feo de la relación. Y lo asume. Y lo entiende. Pero no lo quiere: quiere ser querido del mismo modo que un hijo, unos hijos, aman a la madre. Pero también sabe que su reciedumbre es necesaria como factor de equilibrio. Y porque esa fortaleza es la que habrá de transmitir a los hijos para que, en la vida, lo mismo sepan amar, como también luchar y caminar a paso firme…

Ha predominado en nuestra cultura mexicana la figura del padre proveedor y casi-casi desentendido de la parte creativa y afectiva de sus hijos. Hoy en día las cosas cambian poco a poco y ya se percibe una responsabilidad compartida. Ambos, padre y madre, contribuyen a ese factor de creación y formación, tiempo común de afecto y compromiso…

Todavía hace poco tiempo, y aun hoy, padres hay que dejan de serlo para pasar a otro carril de la vida. Es el padre que se va sin contemplaciones. Es el que deja de ser la figura paterna para dejar el vacío inconmovible. Son muchos casos de padres que lo son, pero que dejan de serlo… o lo son de otra manera con ‘otras voces y en otros ámbitos’. Es así.

Hay, por otro lado, el caso de padres solteros. Padres que asumen para sí la tarea de ser padre y madre a la vez. Son los que se separaron y quedaron con la custodia del hijo o los hijos; son los que enviudaron; son los que fueron abandonados, son los que asumen el rol doméstico porque terminaron una relación y no quieren más… Según el CONEVAL en proyección desde 2017, hoy existen poco más de dos millones de hogares con padre soltero, de los cuales el 23% vive en pobreza.

Pero en términos generales en México está el del padre trabajador, luchón, dispuesto a dar la vida por sus hijos, para mantenerlos, para darles casa-comida-sustento, educación, cariño y dos que tres coscorrones siempre necesarios para enderezar al árbol que quiere irse torcido.

Esto es: Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) el 73% de las familias mexicanas son encabezadas por los padres, además de que el 82.4% de los jefes de familia son económicamente activos, mientras que el 49% de las madres son económicamente activas.

“Y que los padres de familia invierten en promedio 79.3 horas al trabajo y producción de bienes a la semana, mientras que las mujeres 60.3 horas”. El rango de edad de los padres varones en México es de 30 a 54 años. O que “En México siete de cada diez hogares son nucleares (compuestos por padre, madre e hijos) Todo, según INEGI.

Y ya en lo jurídico, ‘La paternidad responsable está protegida por la Ley y se reconoce como la filiación o el vínculo jurídico que existe entre dos personas en la que una desciende de otra, tal como sucede entre padres e hijos. Este vínculo surge como consecuencia de hechos biológicos (hoy en día se contemplan algunos casos de reproducción asistida) y/o actos jurídicos (la adopción se equipara al parentesco por consanguinidad entre padres e hijos).

‘Al ser reconocida esta relación por el derecho, hace que se generen derechos y obligaciones entre las personas ligadas por la filiación. Hace poco se estableció la obligación de los patrones de otorgar permiso de paternidad, que son cinco días laborales con goce de sueldo por el nacimiento de sus hijos.’

Como quiera que sea, la paternidad es un hecho biológico que se desarrolla en lo familiar, social y repercute en lo humano. Y si bien los hijos se adhieren por toda la vida al cariño materno, con el paterno es más dilatado, pero al final también muy firme, porque es en la edad adulta cuando los hijos e hijas comprenden el rol paterno y se aproximan a él con más confianza, con más sentido de la seguridad otorgada y con firmeza en el querer.

El ser padre, está en el hecho cotidiano: Patria viene de padre, por ejemplo. Patrimonio es lo que se refiere a la herencia paterna o construido en tono a lo paterno. Patriarca es el padre supremo y guía… y así.

En la literatura no siempre la ha ido bien al padre. Es el caso de Franz Kafka que escribió su Carta al padre (Brief an den Vater). Una epístola de 103 cuartillas manuscritas en la que le critica por su conducta abusiva e hipócrita hacia él. Fue publicada luego de la muerte de Franz, porque aunque fue escrita en 1919, el autor de “La metamorfosis” la entregó a su madre para que ésta, a su vez, la entregara a Hermann, su padre. Pero no lo hizo. Y no fue sino hasta 1952 cuando se publicó.

“Querido padre: Hace poco tiempo me preguntaste por qué te tengo tanto miedo. Como siempre, no supe qué contestar, en parte por ese miedo que me provocas, en parte porque son demasiados los detalles que lo fundamentan, muchos más de los que podría expresar cuando hablo (…)”

“Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo (…) No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio… El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro.” Es el comienzo de la obra monumental de Juan Rulfo: “Pedro Páramo” y la búsqueda de la paternidad fugaz e invisible. Hecha de recuerdos y de ausencias. La paternidad expectante y dolorosa…

Un padre distinto era José García, el personaje inolvidable de “El libro vacío” de Josefina Vicens. Él todo ternura, cariño, admiración, respeto y entrega por sus hijos: José y Lorenzo…

- “Papá… quiero hablar contigo… ¡de hombre a hombre!

- ¡De hombre a hombre! ¿Qué supondrá mi hijo que es un hombre? Pienso que él piensa: el hombre lo es en el preciso momento en que tiene ya una mujer.

¡José, hijo mío, si supieras lo que es un hombre! El hombre es… pero, ¿lo sé yo acaso? Lo único que puedo decirte es que el hombre eres tú, José, adolescente y amoroso. Y yo, José García, tu padre, que a pesar de mis años sigo tan inseguro y asombrado e interrogante (…) El único que tal vez no sea el hombre es el que no se parece a los otros. El que rebasa o no alcanza a los demás. El que crece o se disminuye hasta quedar fuera de las estaturas normales. Ese no, porque pierde la medida cordial de la semejanza.

¡La semejanza! Lo que hace posible el amor” …

¿Y qué tal “Cien años de soledad”? que comienza precisamente con un recuerdo querido. Inolvidable. “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.” Y de ahí en adelante la saga de una familia y sus cien años de construcción y de lucha, de sueños y recuerdos. De amor y nostalgia por Macondo y la familia Buendía…

¿Y don Regino Burrón? El padre peluquero, de “La familia Burrón” Siempre complaciente de las locuras de su amada esposa doña Borola Tacuche, pero sobre todo de sus hijos: Macuca Burrón Tacuche y Regino Burrón Tacuche a).- El Tejocote, además de Fóforo Cantarranas –hijo adoptado-, y el perrito Wilson. NI más ni menos que una familia feliz con un padre inolvidable.

Y qué tal aquella duda de don Andrés Henestrosa respecto de la paternidad…

- ”… ¿Era yo hijo de mi padre? ¿Lo era yo de otro hombre, y en ese caso, de quién? De alguno del pueblo, o de alguno de los que venían a tener la feria del pueblo. ¿De aquel de apellido francés a quien mi padre arrendaba caballos? ¿O del español que a veces llegaba a casa y sin apearse del caballo trataba con mi padre de algún asunto relacionado con el rancho y ganados? Muchas preguntas en apariencia, pero una sola en realidad: ¿Era o no era yo hijo de mi padre?...” Y en adelante desgrana un relato de su madre, al mismo tiempo dramático como conmovedor en su “Carta a Cibeles”, su hija.

Así que el 16 de junio es el Día del Padre. Y hay que celebrar una fecha que parece sosegada pero que es el remanso de recuerdos y expectativas: por el padre que está, por el que ya no está, por el que se fue sin decir ‘agua va’, por el que está sólo y su alma con sus hijos…

…Por el padre que lo mismo ama como atiende y como enseña a sus hijos que ‘la vida no es un block cuadriculado’. El padre nuestro de todos los días: esté o no esté. Ese que tiene la mano dura y el corazón de pollo. Ese al que hay que cantarle al igual que a la madre para decirle que no, que ya no haremos más travesuras, donde quiera que estés.

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