La mujer hablaba de corrido; aprisa. Más hábil en su lengua indígena. Clara en la lengua que tanto sufrimiento y dolor le costó aprender. "Tienes que aprender español. Para que vayas a la escuela. Y estudies. Y luego regreses con los de tu pueblo. Para que los organices y los defiendas".
"Eso me impuso mi padre. Permitió que yo trabajara en casa ajena. Era niña. Trabajaría y me mandarían a la escuela. Padecería por mi ignorancia. No sabía; no entendía. Regaños, ofensas, desdenes, castigos".
En plena niñez se le apareció la muerte. Vio morir a sus hermanos. También vio a los soldados que mataban. Llegaban y ofendían. Maltrataban a todos. Violaban a las mujeres. Zarandeaban. Querían saber. Amenazaban. Humillaban. Te ponían la cara cerca del suelo. Te jaloneaban por los cabellos. Te ponían la pistola aquí, de este lado de la cabeza. "Si se te ocurre denunciar te va a cargar la tiznada. ¿Entendiste? ¿Entiendes? Más te vale jija de tu tal por cual madre. Nomás abres la boca. Y te mueres...
Relataba su biografía la señora Obtilia Eugenio Manuel. Usaba el micrófono del Presidente Andrés Manuel López Obrador. Y el inmenso salón Guillermo Prieto del Palacio Nacional. El que antes llamaron Tesorería, también.
Cruda, dura reseña la de la señora Obtilia Eugenio Manuel. Entrecortada o vivaz su voz remitía a antiguas lecturas. "El Diosero", del jalisciense Rojas González. Relatos de los necesitados. De los hortelanos sin semilla. Sin dinero para comprarla. Indígenas medio cubiertos de manta. Anémicos. Esperanzados en la venta de uno de sus animales. Una gallina vieja con la huevera reseca. Ya no vale casi nada, La joven pareja vive aturdida. ¿Qué será de su único hijo? Ella lo amamanta. Una ricachona ve los espléndidos plenos senos. "Te llevo de leche entera. Te hago la nodriza de mi hijo. Te pago... Acuerdan. La indígena se desprende de su hijo. "Dale cualquier cosa. Los niños pobres resisten", indica a su marido. "Tú sembrarás. Tú tendrás, tienes tu propia vaca", se despide.
"Las vacas de Quiviquinta", se llama el relato de Rojas González. El genio de Benito Alazraki lo transformó en la película "Raíces". La película dio la vuelta al mundo. Rojas González narra a ritmo de Juan Rulfo. "Nos han entregado la tierra". Páramos sinfin. Resecos. Tierra estéril. Como l del Guerrero donde vive la señora Obtilia Eugenio Manuel. "Allá se hierve la piedra. Con fuego "bofo". Leña que se consuma de poco a poquito. Fuego fijo, constante que consigue romper -partir- el redondo pedruzco. Hasta que cede, cruje, se abre dividida. Muestra u tesoro. Cal blanca. Cal viva… Los hombres se felicitan. Festejan.
La señora Obtilia Eugenio Manuel recibió el Premio Nacional de los Derechos Humanos. Por su lucha. Por su denuncia. Por su resistencia. "Es de mi pueblo este premio. Tengo mucha fe en el Presidente López Obrador. Antes nos olvidaron para siempre. Él dice que primero los pobres. Le tengo fe.
Un diploma. Un buen cheque. brazos y miradas compasivas. El General Crescencio Sandoval escuchó quejas y dolores. Lo mismo que el Almirante Rafael Ojeda. Y Alfonso Durazo. Alejandro Encinas atrapa a embustero. "Está usted mal informado", lo desarticula. Así, sin aspavientos.
Miles de fotos. El Presidente y la señora Obtilia. De perfil. Serios. Sonrientes. Elegía por los indígenas.
"¿Quieren quedarse a vivir la conferencia mañanera?- invita López Obrador.
Aceptan. Se quedan los indígenas. Están a gusto en el Palacio Nacional.
"Ahora les hablaremos de "la madre de todas las subastas". Ocurrirá en Los Pinos. Remataremos residencias. Automóviles. Ferrari. Aston Martin. Lamborghini...Y joyas. Y aviones. ¿Quién da más?
Ayer. Unas horas antes del gran Acontecimiento.
La firma ejecutiva del TEMEC.
Con telefonazos a Donald Trump. Y a Trudeau.
A reporteros y a los indígenas los sacaron del salón Guillermo Prieto.