“Aparte de ofrecer al Presidente López Obrador opinión y observaciones yo ya me apunté con dos boletos para la rifa del avión”, declaró con la seriedad que le caracteriza el ingeniero Javier Jiménez Espriú. Desató la enorme, generalizada carcajada. Inmediatamente fue atraído por López Obrador. Juntos abandonaron el salón Guillermo Prieto del Palacio Nacional. Concluía así la conferencia bautizada “mañanera”.
La dedicó -deliberadamente- al tema del destino del avión Presidencial TP01 José María Morelos y Pavón. López Obrador quiere que el tema se discuta en los 4 puntos cardinales. Que todos los mexicanos se deshagan en comentarios en derredor del aparato que asegura “es más grande y lujoso que el de Obama”.
El avión. “Tema para una novela“. “Érase que se era un gobierno faraónico en el que sus monarcas se trasladaban en aviones de lujo...”
López Obrador se transformó en narrador. Divertía al Presidente de la República mantener en vilo la atención de decenas de reporteros. Y las cámaras de televisión y las “Nikon” de los reporteros gráficos muy pendientes de su persona.
Volvió a transformarse.
“¡Ah, los conservadores! Tan hipócritas. Tan ineficientes. Ahí están. Atentos, vigías, cazadores, vigilantes de mi persona. Gestos y palabras. 'Ocurrencias', las llaman. Les digo -endureció voz y gesto- que este gobierno no tiene nada de ocurrente. Que si tuvieran vergüenza ya estarían agradeciendo a este gobierno el trabajo que le cuesta resolver tamaño problema.
"El que crearon al adquirir ese avión. ¡Nunca debieron comprarlo! Pues ¿en qué cabeza cabe encargar un aparato de las dimensiones, características y materiales de este?”
Comparte su regocijo: “Las bromas que provoca. Leí algunas. ¡Buenísimas! Muy divertidas. El avión despierta en muchos la inaplazable determinación de vivir en discreta austeridad. Lo palpé en el ánimo de hombres acaudalados cuyo trabajo los enriqueció". Permea lo dicho por Díaz Mirón: “Nadie tiene derecho a lo superfluo mientras alguien carezca de lo estricto.