Antonella, una niña venezolana de ocho años, recuerda la celebración del Día del Niño en su país como un evento lleno de comida, juegos y regalos que los habitantes de su comunidad, en la Isla de Margarita, costeaban mediante cooperaciones. En México, país en el que está varada desde hace dos semanas con su madre y su hermano en su travesía hacia Estados Unidos, pasará el 30 de abril en la incertidumbre, pues esperan contar con recursos para continuar su trayecto.
En Venezuela, el Día del Niño se festeja el tercer domingo de julio y Antonella sabe que en México dicha conmemoración se realiza el 30 de abril, por lo que al conversar con El Sol de México, en compañía de su madre Alejandra, dijo que el regalo que desea es llegar a la frontera y días más tarde estar en Estados Unidos, donde prevé que su vida cambie.
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“Mi vida en Estados Unidos va a ser increíble, con mucha ropa hermosa, con educación y lo que más quiero ahí son dos cosas: aprender inglés y lo segundo que tenemos planeado es comprar un juguete (que vio televisión), por fin, porque allá en Venezuela no había, no encontramos”, exclamó al alzar la mirada y con una gran sonrisa.
Antonella es una de las 13 mil 506 niñas, niños y adolescentes en situación de movilidad que ingresaron a México de manera irregular durante el periodo enero-febrero 2023, de acuerdo con la Unidad de Política Migratoria, Registro e Identidad de Personas de la Secretaría de Gobernación, y quienes enfrentan hambre, peligros en su travesía, ven interrumpidos sus estudios y en ocasiones duermen a la intemperie.
Durante el año 2022, un total de 70 mil 19 niñas y niños migrantes llegaron al país solos o acompañados y fueron enviados a los albergues de la red del DIF (39.2 mil hombres y 30.7 mil mujeres). Los casos disminuyeron respecto a los 75.5 mil registros de 2021, aunque aumentaron exponencialmente en comparación con los 11.2 mil ingresos de infantes a México registrados en 2020.
Antonella lleva consigo una mochila, en la cual hace unos meses guardaba libretas, libros y lápices, hoy la utiliza para resguardar playeras, pantalones, un suéter, sus documentos de identidad, algunas medicinas y sus audífonos para entretenerse.
Esa mochila morada la acompañó en la selva del Darién, considerada una de las más peligrosas del mundo por la Unicef, y la cual está ubicada en la frontera entre Colombia y Panamá.
Antonella relató que tardaron ocho días en cruzar ese lugar, en ese momento su madre intervino en la conversación y aclaró que sólo fueron dos días.
“Para mí fueron más, fueron eternos, porque caminamos mucho, había ríos con mucha potencia y muy profundos, algunos me llegaban al pecho. El segundo día llovió y eso alzó más los ríos”, respondió a su mamá al tiempo que inclinaba la cabeza.
Aunque su madre le mostró videos de la selva del Darién para prepararla mentalmente sobre el reto que implicaría el viaje, la niña aseguró que las dificultades se triplicaron al estar ahí.
“Yo ya sabía que iba a ser difícil, porque (mi mamá) me enseñó mucho en internet y me dijo que esto iba a ser difícil, pero cuando entramos y ya pasamos unos días ahí eso era como el triple más difícil de lo que pensamos”, dijo.
Más allá de las dificultades, Antonella lo que más extraña de su país es a sus primos y a sus amigos de la escuela, sin embargo detalló que durante su trayecto por Centroamérica hizo varios amigos que se encontró en diferentes países, una de ellas es Carolina, una niña venezolana de su edad que conoció en Panamá y a quien le perdió el rastro en Honduras, porque no pudieron abordar el mismo autobús.
“He hecho bastantes amigos. He tenido como unos cinco amiguitos, creo que están o más adelante o más atrás, no sé dónde están. Cada vez que nos encontramos en una estación nos quedamos un rato, pero después nos perdemos”.
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La expresión de Antonella es de alegría al hablar de cómo su vida mejorará cuando llegue a Estados Unidos, pero aclaró que su plan es estar sólo unos años en la Unión América y no por siempre: “no tenemos planeado quedarnos ahí toda la vida, sólo tenemos planeado quedarnos, bueno dos años, yo elegí los años porque yo soy la que más extraña allá (Venezuela)”, comentó mientras su madre asintió.
Durante la plática, la madre de Antonella recordó otras experiencias que la menor olvidó. Narró que policías mexicanos les pidieron o extorsionaron con 200 pesos por persona para dejarlos seguir con su viaje; les robaron sus pertenencias mientras dormían en la calle e interrumpieron su trayecto, debido a las revisiones en estaciones migratorias o en autobuses, aunque agradeció que sus hijos no hayan vivido algún daño.