Para cambiar de aires, estirar las piernas y darle un descanso a su señora, el quien escribe decidió ir a su oficina en la redacción de El Sol de México en la colonia San Rafael, Ciudad de México, luego de meses de no hacerlo.
Además de una severa capa de polvo en el escritorio y una cuchara mal lavada creando nueva vida microscópica, quien escribe encontró la edición impresa de esta columna del 15 de marzo del 2020, la última antes de que estallara la pandemia en este país.
En aquella ocasión, hace casi un año, escribimos con motivo de la megamarcha feminista del #8M acontecida días antes y que puso en relevancia el reclamo masivo de las mujeres por el cese inmediato a la desigualdad entre los sexos.
Escribimos: "Así como Javier Sicilia reclamó a un país sumido en la sangre y los padres de Ayotzinapa revelaron a un sistema corrupto hasta los huesos, ellas dieron cuenta que las estructuras de desigualdad entre hombres y mujeres existen y deben ser combatidas. Se están exigiendo cambios inmediatos, por lo que la bola está en la cancha del Estado mexicano".
Como podrá inferir tristemente no sólo esas respuestas sistémicas no llegaron, sino que la violencia machista se recrudeció.
Hoy ellas están peor que hace un año.
La pandemia cortó de tajo toda discusión pública sobre la obligación de que México por fin cumpla los compromisos internacionales a los que se ha adherido y echara a andar un andamiaje real que cruce por el cierre de las brechas de oportunidades, la justicia con perspectiva de género y la reeducación de los hombres.
A eso hay que añadir que la pandemia estableció condiciones que recrudecieron aún más la desigualdad preexistente. En el último año el número de mujeres desempleadas en México a causa de despidos aumentó 104%, respecto a un 87% ocurrido el caso de los hombres.
Las encerramos junto a sus violentadores y esto tuvo consecuencias: las carpetas iniciadas por delito de acoso sexual crecieron 33% en el 2020, por violencia de género fuera del hogar 27%, por corrupción de menores 12% y por violencia familiar 4.7%. A pesar de estar guardadas en sus casas los feminicidios fueron casi los mismos que en 2019 en tanto que las violaciones fueron mayores que en 2018.
Según la Cepal, 23 millones de latinoamericanas se han sumado al ejército de pobres, como si no estuvieran ya agobiadas por el cuidado de los hijos, la enfermedad y la violencia contra ellas.
Si no fuera por el hecho de que el Covid-19 ha matado a más hombres que mujeres (ellas duran más, en general), diría que el virus es una estructura patriarcal.
Por todas estas razones es que duele, pesa, que el presidente López Obrador y su partido cobijen a una persona poderosa en busca de mayor poder como Felix Salgado Macedonio, sobre quien pesan acusaciones de violación.
Tiene razón el Presidente en referir que su culpabilidad se debe dirimir en los juzgados; sin embargo, sugerir sin aportar pruebas que las denuncias son una campaña negra contra Salgado Macedonio es no entender el problema que ya era ser mujer en México y que se ha recrudecido desde marzo del 2020.
Luego de un año Las Furias siguen ahí, se están sacudiendo el polvo de una pandemia que además de violentarlas y empobrecerlas les quitó la esperanza de una rápida respuesta gubernamental a sus problemas. Las denuncias contra Andrés Roemer y Salgado Macedonio son un síntoma.
Regresando a aquel Pie de nota del15 de marzo del 2020 también escribimos: "El presidente López Obrador ya refirió que su gobierno sólo apretará el rumbo que estableció desde un inicio. El problema es que este país es diferente al que lo eligió hace más de un año".
Y así el problema del patriarcado mexicano continúa, mutó, y las mujeres hoy más agraviadas no lo han olvidado. Nadie debería.
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