No dejan de sorprender las diversas reacciones de hombres luego del 8 de marzo.
Ante las protestas de mujeres como la del lunes pasado, los más radicales no dudan en utilizar los consabidos insultos de "feminazis", "locas" o "viejas pendejas"; unos más moderados dicen respetar la protesta, pero destacan que "esas no son formas"; en tanto que también hay un grupo que, aunque bien intencionado, le confiere a la fecha un halo patriarcal felicitándolas y regalándoles flores.
Quien escribe nació hombre y fue educado en la misma cultura machista que las mujeres de hoy están reclamando como aquella que las violenta y las discrimina.
Con motivo de ello puedo compartirle una guía básica que le ayudará a usted (lo hizo para mí) en la rehabilitación de su machismo, independientemente de la gravedad:
Cállese. Su opinión sobre el movimiento feminista muy probablemente será ineducada y carecerá de información valiosa.
Escuche lo que las mujeres tienen que decir. Edúquese sobre la data que evidencia la creciente violencia contra ellas y el trato injusto que se les da en los ámbitos familiares, sociales y laborales.
Observe las manifestaciones feministas y diversifique sus fuentes de información, el Facebook de su compadre no es de confiar. Pregunte a mujeres su opinión y resuelva sus dudas, seguramente recibirán con entusiasmo su curiosidad.
Entienda que existen argumentos válidos para que las mujeres estén enojadas.
Discierna entre la protesta y actos vandálicos, muy distintos entre sí. Si hay violencia en la manifestación ésta no describe la totalidad del movimiento, pero tampoco la descalifique de inmediato pues en ocasiones puede ser un método válido de protesta.
Es importante continuar callado.
Aunque no es obligatorio, acérquese a autoras feministas. A quien escribe le recomendaron las clásicas Simone de Beauvoir, Virginia Woolf o Betty Friedan; para una lectura más reciente a Judith Butler, Doris Lessing, Virginie Despentes o Roxanne Gay.
Hágase preguntas como ¿he tomado decisiones que les afectan sin considerar su opinión?, ¿trato a todas las mujeres como subalternas?, ¿desestimo su sentir y pensar?, ¿me molesta recibir instrucciones de una mujer?, ¿quiero que se apeguen siempre a mi voluntad?, ¿las he juzgado con base sólo en su apariencia?
¿El trato que le doy a las mujeres es el mismo que quisiera recibir?
Aunque no responda "sí" a todas estas preguntas, luego de este ejercicio podrá ir sabiendo en qué áreas puede ir trabajando.
A estas alturas tendrá elementos suficientes para empezar a reconocer en usted actitudes propias del machismo y que reducen la capacidad de decisión de las mujeres y su rol en la sociedad.
Rebélese contra la definición tradicional de hombre. No deje que los roles de sexo predeterminen la interacción entre usted y las mujeres.
Puede comenzar con pequeñas acciones como compartir responsabilidades domésticas con ellas, administrando la casa, cuidando a los niños, cocinando, haciendo el súper.
Siempre recuerde, la violencia física y emocional NO es un método válido para resolver las diferencias.
En esta etapa es importante suprimir el deseo de encajar con sus colegas hombres que no han comenzado el proceso de desintoxicación: evite charlas sexistas, miradas lascivas, comentarios sobre el cuerpo ajeno.
En este sentido el machismo es como el alcoholismo, no ceda ante presiones sociales o contextos que faciliten una recaída.
Pase a la acción para reducir las brechas entre sexos.
Puede SUMARSE a protestas, comparta lo aprendido con sus colegas hombres e hijos, facilite espacios equitativos para mujeres y hombres en el trabajo, la sociedad y la familia.
Comprenda que erradicar el machismo es un proceso largo, inacabado y que se construye a lo largo de años entre todos.