/ viernes 8 de mayo de 2020

Pie de Nota | La Primera Víctima 

Ante la pandemia del Covid-19, nuestro mundo, el mío y el suyo, ahora se mide en metros cuadrados, no en kilómetros

Quizá una de las contradicciones más grandes en los tiempos en los que transcurrimos sea que el mundo, con toda su tecnología, con toda su exposición a las ideas de los otros, se esté haciendo más pequeño.

Esta idea va por dos bandas. La primera y más obvia, nos ha forzado a renunciar a la vastedad del mundo físico más allá de las puertas de nuestras casas. Parecen años y no semanas desde que disfrutamos con calma de una cerveza bien fría en la mesa de un restaurante, visitamos sin culpas a un familiar ya mayor, nos chutamos en una sala atestada el último churro cinematográfico de Hollywood. Nuestro mundo, el mío y el suyo, ahora se mide en metros cuadrados, no en kilómetros.

Pero la bifurcación que más me interesa exponer es la de que el mundo se ha empequeñecido porque la primera víctima del Covid-19 fue la confianza.

Foto: Daniel Galeana | El Sol de México

La confianza en el otro. El problema con la enfermedad no es uno, sino el otro, la persona que no sabes dónde estuvo, si viajó al extranjero, si ha guardado la sana distancia, si sabe que tiene la enfermedad pero no lo dice o que de plano ignora el bien común y continúa su vida cotidiana sin cortapisas.

La confianza en la economía. Que ya batallaba con la incertidumbre del enfrentamiento entre China y EU, pero que se vino a pique con sólo unas semanas de confinamiento y de paso quedó desnuda en toda la insustentabilidad de sus inequidades e ineficiencias.

La confianza en las corporaciones. No son de hoy las ámpulas que levanta el capitalismo rapaz que antepone la ganancia sobre el bienestar colectivo, pero la pandemia sí le pintó de cuerpo completo con las historias de empresas que despidieron a trabajadores antes de plantear un recorte mayor a sus ingresos o aquellas que piden ser salvadas cuando antes abusaban de todos nosotros.

La confianza en los gobiernos. Resulta extrañamente reconfortante que la ineptitud de la clase política no sea exclusiva de México. En todo el mundo, desde China, pasando por Reino Unido, Japón, Suecia, Israel, Irán, Brasil o EU, se cometieron errores y se minimizó el impacto del Covid-19 durante los cruciales meses de febrero y marzo. Los libros contarán la historia de cómo nadie hizo nada, como hoy cuentan que nadie levantó un dedo hasta que Alemania invadió Polonia.

Como suelo comentar, el Covid-19 no es la causa de nuestros males, sino que es el caleidoscopio a través el cual los vemos. Este golpe a la confianza es hija directa de fantasmas que nos asechan desde hace años, el ascenso del nativismo, los abusos de las democracias y una sociedad basada en el privilegio y el consumo irracional.

Pero también hay luces en este túnel.

Foto: Federico Xolocotzi | El Sol de México

Debemos creer que estamos revalorando la importancia de la ciencia para la toma de decisiones de Estado. Que estamos presenciando el nacimiento de una nueva conciencia planetaria que reconoce que lo que pasa en Asia reverbera hasta el Caribe. Que el sacrificio por el otro, encarnado por médicos, policías y servidores públicos y privados, será reconocido y admirado.

Aunque vaya contrario a nuestros sentidos más básicos necesitamos tener confianza, porque para superar esta crisis debe haber autosacrificio y cambio. Los gobiernos y las personas no podemos ser los mismos luego de esta pandemia, que si lo analizamos a conciencia nos está saliendo muy barata. La próxima puede que mate a más del 3% de sus pacientes.

Aunque la confianza fue la primera víctima del Covid-19 ésta no puede morir nunca, pues la desolación no espera nada del mañana.

Puedes leer más del autor aquí ⬇

Quizá una de las contradicciones más grandes en los tiempos en los que transcurrimos sea que el mundo, con toda su tecnología, con toda su exposición a las ideas de los otros, se esté haciendo más pequeño.

Esta idea va por dos bandas. La primera y más obvia, nos ha forzado a renunciar a la vastedad del mundo físico más allá de las puertas de nuestras casas. Parecen años y no semanas desde que disfrutamos con calma de una cerveza bien fría en la mesa de un restaurante, visitamos sin culpas a un familiar ya mayor, nos chutamos en una sala atestada el último churro cinematográfico de Hollywood. Nuestro mundo, el mío y el suyo, ahora se mide en metros cuadrados, no en kilómetros.

Pero la bifurcación que más me interesa exponer es la de que el mundo se ha empequeñecido porque la primera víctima del Covid-19 fue la confianza.

Foto: Daniel Galeana | El Sol de México

La confianza en el otro. El problema con la enfermedad no es uno, sino el otro, la persona que no sabes dónde estuvo, si viajó al extranjero, si ha guardado la sana distancia, si sabe que tiene la enfermedad pero no lo dice o que de plano ignora el bien común y continúa su vida cotidiana sin cortapisas.

La confianza en la economía. Que ya batallaba con la incertidumbre del enfrentamiento entre China y EU, pero que se vino a pique con sólo unas semanas de confinamiento y de paso quedó desnuda en toda la insustentabilidad de sus inequidades e ineficiencias.

La confianza en las corporaciones. No son de hoy las ámpulas que levanta el capitalismo rapaz que antepone la ganancia sobre el bienestar colectivo, pero la pandemia sí le pintó de cuerpo completo con las historias de empresas que despidieron a trabajadores antes de plantear un recorte mayor a sus ingresos o aquellas que piden ser salvadas cuando antes abusaban de todos nosotros.

La confianza en los gobiernos. Resulta extrañamente reconfortante que la ineptitud de la clase política no sea exclusiva de México. En todo el mundo, desde China, pasando por Reino Unido, Japón, Suecia, Israel, Irán, Brasil o EU, se cometieron errores y se minimizó el impacto del Covid-19 durante los cruciales meses de febrero y marzo. Los libros contarán la historia de cómo nadie hizo nada, como hoy cuentan que nadie levantó un dedo hasta que Alemania invadió Polonia.

Como suelo comentar, el Covid-19 no es la causa de nuestros males, sino que es el caleidoscopio a través el cual los vemos. Este golpe a la confianza es hija directa de fantasmas que nos asechan desde hace años, el ascenso del nativismo, los abusos de las democracias y una sociedad basada en el privilegio y el consumo irracional.

Pero también hay luces en este túnel.

Foto: Federico Xolocotzi | El Sol de México

Debemos creer que estamos revalorando la importancia de la ciencia para la toma de decisiones de Estado. Que estamos presenciando el nacimiento de una nueva conciencia planetaria que reconoce que lo que pasa en Asia reverbera hasta el Caribe. Que el sacrificio por el otro, encarnado por médicos, policías y servidores públicos y privados, será reconocido y admirado.

Aunque vaya contrario a nuestros sentidos más básicos necesitamos tener confianza, porque para superar esta crisis debe haber autosacrificio y cambio. Los gobiernos y las personas no podemos ser los mismos luego de esta pandemia, que si lo analizamos a conciencia nos está saliendo muy barata. La próxima puede que mate a más del 3% de sus pacientes.

Aunque la confianza fue la primera víctima del Covid-19 ésta no puede morir nunca, pues la desolación no espera nada del mañana.

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