El próximo año nuestro sistema democrático pasará por una de las pruebas más importantes de su historia debido a la emergencia sanitaria. Más allá de evitar la compra de votos, los acarreados o contar bien los sufragios, se trata de organizar a un ejército de miles de voluntarios que pondrán su tiempo y esfuerzo para preparar y ejecutar la jornada electoral más grande de la historia del país en un contexto donde tener cara a cara a sus vecinos es un riesgo latente.
“El gran desafío que tenemos es que la democracia no se convierta en una víctima más de esta pandemia que aqueja a la humanidad en los tiempos recientes. Nuestro gran reto es que a la pandemia no solamente le sobrevivamos todas y todos, sino también el sistema democrático que tanto nos ha costado construir”, señaló en agosto pasado el presidente del Instituto Nacional Electoral (INE), Lorenzo Córdova Vianello, cuando los procesos electorales de Hidalgo y Coahuila estaban parados.
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Ya pasaron cuatro meses desde esa declaración, tiempo en el que autoridades y ciudadanía se unieron para organizar los primeros comicios en medio de la crisis sanitaria por Covid-19, y que son referente para planear el proceso electoral del año entrante.
La organización electoral en México es uno de los mayores logros del sistema democrático de nuestro país. Desde hace años, el Instituto Nacional Electoral (antes el Instituto Federal Electoral) tiene definida la ruta de cómo seleccionar a los funcionarios de casilla, capacitarlos, llevar a cabo la jornada electoral, contar los votos y presentar los resultados. Que a los participantes no les gusten los resultados es otro cantar.
Pero en medio de la pandemia, donde uno de los principales riesgos para contraer coronavirus es estar en grupos grandes de personas, organizar unas elecciones, aunque sean locales, es un reto complejo y no visto en nuestro país.
“Nosotros teníamos una incertidumbre ¿qué va a pasar cuando el funcionario llegue a las casas? Es una situación para la cual nadie estaba preparado”, platica Itzel Aguilar Ambrocio, Vocal de Capacitación Electoral del INE en Coahuila.
Mientras el virus se iba expandiendo desde China a occidente, en México las primeras etapas de la organización electoral se dieron sin novedad. Desde principios de año había comenzado el entrenamiento de capacitadores y supervisores (el personal encargado de notificar y preparar a los ciudadanos que serán los funcionarios de casilla).
En el primer bimestre del año en el INE realizó la insaculación de los ciudadanos que serían funcionarios de casilla. Todo parecía normal. Tardó un mes en cambiar la situación.
“Para febrero, se empieza a ver el escenario y rumbo de la pandemia, empezamos a hacer algunas adecuaciones, como el uso de cubrebocas y el gel antibacterial”, recuerda Itzel Aguilar sobre cómo se empezaron a tomar las medidas preventivas.
El 21 de marzo, el Consejo General del INE decretó el aplazamiento del proceso electoral en Hidalgo y Coahuila. Las condiciones sanitarias hacían imposible no sólo las campañas, sino el trabajo de campo para capacitar a los funcionarios de casilla.
Aunque nadie podía hacer campañas o los capacitadores estaban impedidos a salir a las calles, eso no significó detener el proceso, cuenta Aguilar Ambrocio.
Entre marzo y el 21 de agosto, fecha en la que el Consejo General del INE, con autorización de la Secretaría de Salud, dio luz verde a reanudar el proceso electoral, se preparó a los capacitadores y supervisores para lo que sería la nueva normalidad democrática.
“En la nueva capacitación lo que se hacía era ofrecerles una modalidad virtual a los funcionarios. A través de una plataforma que se diseñó para impartir los cursos a los funcionarios de Mesa Directiva de Casilla”, explica Aguilar Ambrosio.
En el INE desarrollaron capacitaciones virtuales primero para su personal de campo, lo que incluyó el protocolo MIAS (Modelo Integral de Atención Sanitaria) para los procesos electorales de Hidalgo y Coahuila.
En primera instancia, el MIAS obligaba al personal del INE al uso de cubrebocas, careta y gel antibacterial al momento de visitar a los ciudadanos en su casa, todo para brindarles la confianza de que el día de la jornada electoral estarían a salvo de cualquier riesgo sanitario.
Y funcionó, relata Itzel Aguilar. Datos del instituto revelan que de los ciudadanos insaculados en Coahuila, únicamente 36.89 por ciento rechazó ser funcionario de Mesa Directiva de Casilla.
“Fueron mil 494 personas quienes rechazaron en toda la entidad. De esos, mil 105 fueron por (miedo) al Covid”, dice la funcionaria del INE en Coahuila.
En cambio, se realizaron tres mil 150 simulacros en la entidad y cuatro mil 772 prácticas de la jornada electoral, en las que participaron 22 mil 165 funcionarios de los 26 mil 792 que fueron designados en el estado norteño.
En esos ensayos, se instruyó a los funcionarios de casilla sobre cómo organizar la jornada electoral en tiempos de pandemia. Mantener la sana distancia en las filas de espera, impedir que ingresaran más de dos votantes a la casilla al mismo tiempo, revisar la credencial y marcarla sin tener contacto directo con el plástico y dar preferencia a adultos mayores fueron algunas de las cosas que enseñaron.
El resultado fue positivo. La participación en los comicios del 18 de octubre en Coahuila, donde se eligieron 25 diputaciones locales, fue de 39.38 por ciento, cifra similar a las elecciones de 2014 (39.6 por ciento) y de 2008 (39.9 por ciento) donde también se eligieron únicamente diputados locales y sin pandemia.