La venta del avión de AMLO es el muro de Trump. Ambas, promesas sin cálculo financiero y político detrás. Ambas, ridículas en su instrumentación e imposibles de lograr. Pero más importante, ambas, altamente costosas para sus proponentes.
Parecía broma cuando el Presidente deslizó la idea de rifar el avión presidencial en una tómbola organizada por la Lotería Nacional, luego de 12 meses en los que nadie mostró interés por comprarlo en EU.
La cosa se puso más seria ahora que se presentó en Palacio Nacional el diseño del cachito para la magna rifa. Ahora a ver qué pasa.
Según informó el pasado 14 de enero, al cierre de 2019 el gobierno federal había gastado en el pago del avión y sus intereses mil 833 millones de pesos, en tanto que existe un pago pendiente de 2 mil 724 millones.
A 500 pesos cada boleto con un tiraje de 6 millones, el Presidente está calculando un retorno de 3 mil millones de pesos para apenas sufragar lo que se debe.
De acuerdo con el Wealth Report 2019 de la consultoría en bienes raíces inglesa Knight Frank, se estima que en México hay sólo 2 mil 778 individuos con riquezas superiores a los 30 millones de dólares, o denominados como súper ricos; la clase de personas con la capacidad financiera de sufragar los costos de mantenimiento, personal, licencias, combustible, impuestos y almacenaje de una nave como el Dreamliner.
A menos que el gobierno espere que todos ellos en un ataque de locura o patriotismo compren todos los boletos, la 4T debería emprender una campaña internacional de promoción entre gobiernos, corporaciones y magnates para empezar a hablar en serio, suponiendo que les atraiga ese ridículo avión. De paso reducir el número de boletos y aumentar a millones el precio de entrada.
Porque entones si no tenemos el número necesario de personas con verdadera capacidad de tenerlo ¿a qué le tira el Presidente?, ¿a que se lo gane un incauto que apenas tiene para costearse la renta de un departamento en la Ciudad de México?
Nadie le puede negar que es hombre de palabra y uno a uno ha ido cumpliendo sus compromisos de campaña, por eso maldito sea el día en el que un arrebato de demagogia prometió vender el avión que su archienemigo Felipe Calderón autorizó comprar.
El problema que más preocupa es que el Presidente está dispuesto a darle argumentos a sus opositores con tal de no quedarle mal a quienes votaron por él.
La rifa del avión es un síntoma de males mayores: pinta a un Presidente sin contrapesos, bien intencionado pero de exabruptos; revela la desesperante búsqueda de dinero para financiar toda la agenda social; ventanea a un gobierno que gobierna desde la ocurrencia.
El Presidente ha desdeñado a la técnica con tal de no ser tildado de tecnócrata o neoliberal pero ésta es necesaria para dar argumentos válidos y comprobables en una correcta instrumentación de la política pública.
Si el Presidente quiere que lo tomemos en serio tiene que argumentar con más que presentaciones de Power Point y buenos deseos.