Hace 35 años inició la lucha que durante tres días libró José Francisco Flores Medina, el llamado Niño Terremoto; en la Plaza San Camilito. Martha, su mamá, tenía un embarazo de siete meses y quedó atrapada entre los escombros en la edificación donde estaba junto a algunos de sus familiares.
Un paramédico logró el rescate del niño luego de que abuela lograra ubicar a su hija muerta y con una navaja abriera su vientre para rescatar a su nieto. A la distancia él afirma que haber vivido el sismo de 2017 ha sido “un momento difícil”, ver a su paso los edificios caídos de Tlalpan, “fue demasiado fuerte”.
Francisco recuerda que esa tarde del 19 de septiembre imaginó lo ocurrido a sus 24 familiares que perdieron la vida en 1985, por ello, luego del sismo sólo tenía como propósito llegar hasta Tlatelolco, al edificio en donde vive con su mamá-abuela: Brenda Colín.
Ella es su único familiar. Su avanzada edad, pero sobre todo el impacto del sismo de 1985, donde perdió a toda su familia, provocó que con el paso de los años los síntomas de esquizofrenia se incrementaran, de manera que hoy vive la mayor parte del tiempo dormida y cuando despierta sus recuerdos son confusos, cuenta Francisco.
“Ese momento mucho muy difícil se repitió en 2017. Yo no pensé la magnitud del terremoto de 2017, pensé que era nivel normal. Estaba en el sur de la ciudad, en una entrevista para recordar el sismo de 1985. Cuando salí a la calle en la zona de Churubusco y recorrer la ciudad sobre la avenida Tlalpan fue demasiado fuerte para mí”, expone.
Al ver el complejo de condominios y las afectaciones caídas, a la gente asustada en la calle “fue un momento muy difícil. Sólo pensaba, es momento de reflexión donde debes rogarle a Dios por la gente”.
Francisco asegura que en ese momento, en medio de la gente se asuntada se dio cuenta de que los capitalinos, “no están preparados para otro terremoto, porque no se están tomando en serio las medidas de protección civil”.
Cuando finalmente pudo llegar a su casa en el corazón del complejo de edificios en Tlatelolco para buscar a su mamá-abuelita, “ella estaba dormida, por fortuna no sintió el temblor. Al despertarla, su reacción fue preguntar: ¿por qué se cayeron las cosas? Le tuve que explicar que había temblado, fue difícil para ella y se puso a llorar. Es muy golpe fuerte”.
Luego de abrazarla y darle una explicación de que todo estaba bien, que estuviera tranquila, tomó su medicamento y volvió a su condición.
Francisco combina hoy su tiempo como dirigente del Partido Revolucionario Institucional en la Ciudad de México en donde le dieron cobijo y ayuda, tras su rescate de los escombros en 1985, pero también organizar su próxima exposición en la sección XV del Sindicato Ferrocarrilero para conmemorar su cumpleaños 35 y la Revolución Mexicana.
Como coleccionista tiene 220 trenes a escala en donde su mayor tesoro es el Tren Presidencial que le hizo llegar en 2008 el expresidente Carlos Salinas de Gortari.
Considera que prevenir un sismo no se puede, pero cada persona puede actuar en beneficio de su propia vida si sigue las medidas que se han desarrollado a lo largo de estos años de protección civil. “Nadie puede combatir al temblor, solamente Dios. Nadie por encima de Dios. Eso es obra de la naturaleza, nadie puede combatir a la naturaleza. No nos queda más que seguir los protocolos de seguridad”.
Tras el sismo de 2017 y cuidar a su mamá-abuela Francisco cuenta que salió a las calles a llevar apoyo a una zona en donde voluntarios y personal de rescate realizaba labores.
“Me tocó participar en la entrega de sándwich y café caliente. No directamente en el rescate de personas. Traté de ayudar en lo que estuvo en mis manos”, platica Francisco.