Suman 154 sacerdotes muertos por Covid-19

En lo que va de la pandemia, la institución eclesiástica ha perdido cinco obispos, 154 sacerdotes, nueve diáconos y cinco religiosas

Patricia Carrasco | La Prensa

  · jueves 11 de febrero de 2021

Foto: Archivo Cuartoscuro

La iglesia católica mexicana vive una situación crítica por el número de defunciones entre su grey. De mayo de 2020 a enero de 2021, han fallecido por Covid-19 cinco obispos, 154 sacerdotes, nueve diáconos y cinco religiosas. Cifra que es un subregistro, ya que no se han contabilizado los decesos en varias congregaciones religiosas, de acuerdo con la Unidad de Investigación del Centro Católico Multimedial (CCM).

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Sobre el tema, la Conferencia del Episcopado Mexicano recordó que desde el año pasado emitieron lineamientos sanitarios para los sacerdotes que atienden fieles con coronavirus. Entre las medidas preventivas están que los sacerdotes mayores de 60 años eviten atender a enfermos de Covid y que aquellos que lo hacen usen equipo de protección (cubrebocas, careta y bata). E incluso que las oraciones se hagan en la puerta del hospital o vivienda del enfermo para evitar entrar al inmueble.

Las estimaciones que se hacen es que el total de fallecimientos en la jerarquía católica se aproxima a los 200. La pandemia, señala el reporte, enlutó así a más del 60 por ciento de las arquidiócesis y diócesis del país.

A la fecha, están internados el arzobispo emérito Norberto Rivera Carrera y el obispo auxiliar de Toluca, Maximino Martínez Miranda. Mientras que los obispos auxiliares de Morelia, Herculano Medina Garfias y Monseñor Carlos Suárez Cázares, están contagiados, pero estables.

Otro tema preocupante de acuerdo con el CCM son las infecciones al interior de las casas de las religiosas. Poco se ha informado de contagios totales en esas comunidades, como fue el caso del convento de las Siervas de María de Puebla.

En su más reciente reporte, el CCM revela que de las 13 religiosas que conforman el convento de las Siervas de María, 10 padecieron la enfermedad. Nueve de ellas obligadas a estar en cama y una en estado delicado.

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Ante la falta de recursos, las religiosas solicitaron la ayuda de los fieles para hacerse de medicamentos y oxígeno, además de alimentos para el sustento diario.

El CCM en su informe señala que hay contagios en asilos de ancianos y en casas de retiro y es especialmente crítica la situación en Guadalajara. Un caso es la residencia San José, a cargo de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados. De 84 residentes que tiene, se había reconocido el fallecimiento por Covid-19 de 13 adultos mayores y una religiosa.

Asilos como el Juan Pablo II están en las mismas condiciones de emergencia, especialmente por atender ancianos enfermos de coronavirus que no han podido atenderse en hospitales.

El CCM, que dirigen el padre Omar Sotelo y el abogado Guillermo Gazanini, precisó sobre los contagios registrados en la Conferencia del Episcopado Mexicano, donde seis obispos dieron positivo a Covid-19.

Benjamín Castillo Plascencia, obispo de Celaya, el 3 de enero; Juan Armando Pérez Talamantes, obispo auxiliar de Monterrey, el 9 de enero; Maximino Martínez Miranda, obispo auxiliar de Toluca, el 11 de enero.

Norberto Rivera Carrera, arzobispo emérito de México, el 15 de enero; Jaime Calderón Calderón, obispo de Tapachula, el 16 de enero; José de Jesús González Hernández, prelado del Nayar, el 17 de enero.

El rector de la Basílica de Guadalupe, Salvador Martínez Ávila, dio positivo al Covid-19 y estuvo internado en un hospital privado y, de acuerdo con los reportes, a la fecha se recupera.

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En entrevista con La Prensa, el padre Omar Sotelo, precisó que el Episcopado Mexicano ha perdido cinco obispos, tres eméritos, un auxiliar y uno en funciones. Hasta el 18 de enero eran veinte casos en el Episcopado Mexicano quienes se contagiaron de Covid-19.

Entre ellos se encuentran Pedro Pablo Elizondo, de la Diócesis de Cancún-Chetumal; Sigifredo Noriega Barceló, de Zacatecas; Raúl Vera López, de la Diócesis de Saltillo; Salvador Rangel, de Chilpancingo-Chilapa; Domingo Díaz, de Tulancingo; Faustino Armendáriz, de Durango, y José Guadalupe Torres, en Ciudad Juárez.

También el arzobispo de Tijuana, Francisco Moreno Barrón; José Armando Álvarez, de Tampico; Benjamín Castillo, de Celaya; Juan Armando Pérez, auxiliar de Monterrey; Jaime Calderón de Tapachula, y José de Jesús González, prelado del Nayar.

Los que se encuentran delicados e internados aún son el arzobispo emérito Norberto Rivera y Maximiliano Martínez, auxiliar de Toluca.

Los prelados fallecidos son: Arturo Lona, emérito de Tehuantepec; Gonzalo Galván, emérito de Autlán; Benjamín Jiménez, emérito de Culiacán; José María de la Torre, de Aguascalientes y el obispo auxiliar de México, Francisco Daniel Rivera.

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Pandemia afectó finanzas de templos

El Anuario Pontificio de 2019 señala que la iglesia católica mexicana tiene 11 mil 744 sacerdotes diocesanos y cuatro mil 568 religiosos. La edad promedio del clero es de 60 años; población en riesgo, según la Secretaría de Salud.

De acuerdo con el padre Omar Sotelo, la mayoría de los sacerdotes en el país no cuenta con servicios médicos ni recursos para solventar los gastos de un contagio y sobreviven de las aportaciones y apoyo de sus comunidades.

Con la crisis económica ocasionada por la pandemia y el cierre de los templos, las finanzas de las parroquias se encuentran en quiebra, situación que provocó que los sacerdotes rompieran el confinamiento y salieran a atender a sus fieles para recibir aportaciones y sobrevivir. Y se han contagiado.

Algunos han apostado por las redes sociales, a través de las cuales han logrado ofrecer servicios religiosos por internet y percibir una aportación económica. Pero en las comunidades pobres los curas salen a atender directamente a su feligresía.

El Covid-19 trastocó la vida ordinaria de las parroquias en casi la totalidad de las diócesis. Muchas atraviesan una complicada situación económica, por la suspensión, desde marzo pasado, de cultos y de actividades catequéticas como formas de trabajo y principales fuentes de sustento no sólo de los presbíteros, sino también de cientos de empleados que prestan sus servicios.

La merma en los ingresos no se puede determinar con exactitud, dice, pero algunas comunidades han resentido de tal forma esta escasez de recursos que los pone en una difícil situación de virtual quiebra. Los párrocos son quienes están en la primera línea de batalla atendiendo a sus feligreses. Ayudan y entregan bienes, oran y asisten a los enfermos, comentó Sotelo.

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Misas digitales

En la parroquia de San Pedro de Verona, en el pueblo de San Pedro Mártir, alcaldía de Tlalpan, al no tener ingresos por las limosnas, bautizos, matrimonios, confirmaciones y otros servicios religiosos, debido al cierre de templos, por el confinamiento de la población debido a la pandemia, han tenido que buscar alternativas para pagar servicios y la nómina de empleados.

“Hemos tenido que echar andar nuestra imaginación. Vendemos tamales y alimentos, cuyos pedidos se realizan a través del WhatsApp y luego las personas los recogen o en algunas ocasiones los llevan hasta los hogares. Algunas familias envían donativos”.

Así lo platicó a La Prensa, el sacerdote Víctor Jiménez González, quien informó que también han tenido algunas misas de difuntos, que las familias piden y se hace una celebración vía digital. “Se hace un enlace para la transmisión y las personas hacen alguna ofrenda a la parroquia”.

El joven párroco citó que ahora que se ha permitido el aforo de 30 por ciento en los templos, pero no asiste mucha gente porque sus fieles se siguen cuidando. “Nosotros hacemos las celebraciones vía internet”.

En México la mayor parte de los ingresos de una parroquia se basa en lo que popularmente se le conoce como limosnas o bien a través de la celebración de ceremonias como quince años o matrimonios. De eso depende en un 90 por ciento y al estar cerrada, no hay recursos. Entre marzo, abril y mayo, no ingresó ni 10 por ciento de estos, señaló.

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Jiménez González explicó que las parroquias tienen que enviar a la Arquidiócesis de México “una cuota solidaria” para el mantenimiento de la estructura diocesana, la cobertura de salud y la pensión de los sacerdotes ancianos.

Las parroquias solventan sus gastos de luz, agua, teléfono, internet y gas. El predial no lo pagan, porque desde 1992 se hizo un acuerdo, cuando se comenzó a reconocer jurídicamente a las iglesias, en el que éstas pasaron a ser propiedad federal. Aunque las iglesias más nuevas sí lo hacen.

También pagan una nómina. Y cuentan con voluntarios. Emplean a una secretaria, un sacristán, empleados que se registran ante el IMSS y a la fecha les pagan la mitad de salario, acción consensuada con ellos. Tenían una señora en la cocina que decidió salirse porque le quedaba lejos su casa.

Da gracias a Dios que no se ha contagiado ni el vicario ni él. Se hacen pruebas rutinarias en el Centro de Salud David Fragoso, cercano a la parroquia.

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Con el aforo de 30 por ciento permitido, sí están haciendo algunas celebraciones religiosas, cumpliendo con los protocolos de la Arquidiócesis de México. “En el bautizo no podemos tocar a los niños, se tiene que utilizar un hisopo para ungirlos, lo que se hacía con el dedo. Se pide ahora de pocas personas; matrimonios que se había pospuesto, muy familiares… con la novedad de traer sus cubrebocas sincronizados con sus vestidos, sus ajuares todos combinados”, sonríe el padre Jiménez.