"Un sicario en cada hijo te dio", los niños sicarios que perdieron su infancia

Los grupos delictivos en el país, especialmente de narcotraficantes, se sirven cada vez más de niños pequeños

Alejandro Jiménez | El Sol de México

  · viernes 23 de octubre de 2020

Foto: Instagram @saskianino

Los grupos delictivos en el país, especialmente de narcotraficantes, se sirven cada vez más de niños pequeños para realizar actos criminales, y no existen las herramientas sociales, económicas, gubernamentales o familiares suficientes para revertir dicha tendencia, lo cual ya es un problema severo, asegura Saskia Niño de Rivera.

La directora general de la organización Reinserta, señala que este es un problema integral, que debe ser resuelto a varios niveles, como lo presenta en su libro Un sicario en cada hijo te dio, (Aguilar, 2020) escrito junto con las investigadoras Mercedes Castañeda, Mercedes Llamas y Fernanda Dorantes, e integrado por relatos de niños recluidos que cometieron delitos de alto impacto en edades que van de los 10 a los 16 años: secuestros, homicidios, descomposición de cuerpos en ácido, prostitución, fraudes, entre otros, sin que hubieran existido en la sociedad los mecanismos para evitarlo.

▶️ Mantente informado en nuestro canal de Google Noticias

“Son infancias interrumpidas, caracterizadas por núcleos familiares violentos, disfuncionales, sin escuelas capaces de detectar las señales de ayuda que piden estos niños y niñas, que además viven en entornos criminógenos; es decir, que tienen muy normalizada la violencia, y son fácil presa de las organizaciones criminales que los inducen a las drogas y a la delincuencia”, menciona.

Asegura que, de acuerdo con el Inegi, los menores que se involucran en actividades delictivas tienen, en promedio, sólo tres años de vida activa criminal, antes de ser detenidos o asesinados. “Y además, al platicar con ellos ves que tienen conciencia de eso, de su corta expectativa de vida. Imagínate cómo sería su entorno anterior, dónde estaban viviendo, que prefieren esto”.

Niño de Rivera percibe dispersión de esfuerzos entre sociedad y gobierno, además de la ausencia de una estrategia integral de desmovilización, o de testigos protegidos y atención especial a niños y adolescentes en conflicto con la ley.

“Se les detiene, se les lleva a los tutelares, pero no hay más trabajo de seguimiento que los persuada de no regresar a delinquir al salir de nuevo a las calles”.

“Tenemos que empezar a generar una red de protección para estos niños; entender que además de señalarlos por sus faltas también hay que entender que la sociedad estuvo ausente cuando fueron violados o cuando su mamá los regaló o vendió a los 5 años de edad. Hay una corresponsabilidad social que hay que remediar”, enfatiza.

El sistema penal mexicano ha avanzado en la protección de los menores --es de los países donde la pena máxima para un menor es de 5 años--, pero todavía falta mucho para hacer vigente el derecho que tienen a una justicia restaurativa.

La especialista no detecta que haya habido ningún cambio en la atención de los menores detenidos o en proceso de reinserción social durante el nuevo gobierno federal que ya va a cumplir dos años de haber tomado el poder. “Para esos niños o niñas nada ha cambiado, el contexto es el mismo y la actuación de las autoridades también; continúan privilegiando el esquema autoritario de criminalización por sobre el de la reinserción social”.

De hecho, refiere, son las mismas autoridades y policías quienes al detener a menores en organizaciones criminales, suelen ignorar y hasta soltar a los menores, para concentrarse en los mayores de edad que potencialmente son más redituables en todos los sentidos. De tal manera que quedan libres para seguir sus actividades ilegales.

“La ley dice que quien sea detenido en una situación criminal, en compañía de menores, debe ser acusado también de trata de personas, pero no ha habido un solo caso en el que eso haya sucedido”.

También asegura que se podría hacer mucho en el ámbito escolar, que es donde se pueden detectar las señales de que un menor está siendo violentado o atraído por el crimen, pero dice que tampoco ahí hay interés por cuidar y proteger a los niños con conflictos, quienes al final abandonan los estudios.

Por lo que hace a las familias asegura que es de los entornos más complicados de modificar para la reinserción de los menores a la sociedad, pero aun así Saskia Niño de Rivera se resiste a criminalizar a las familias, que a su vez son víctimas de pobreza y marginación o que ya viven de la delincuencia, porque desde Reinserta han visto que es posible la reinserción de menores en la sociedad si se trabaja con ellos y si se les da un seguimiento serio, lo que les ha llevado a tener hasta un 95% de éxito en casos de adolescentes excarcelados a los 18 años que no regresan a sus anteriores actividades.

Dice que en núcleos familiares de alta violencia se detectan mucha falta de límites y permisividad. “Ven llegar a los niños con tenis nuevos, o con un automóvil dizque de un amigo --algo que evidentemente no es cierto--, y se hacen de la vista gorda. Hay una canción muy buena de Los Tigres del Norte que se llama La Bala, que habla de eso”.

La también investigadora y representante de la sociedad civil en el Consejo Nacional de Seguridad dice que España y Argentina son buenos ejemplos de países que trabajan con leyes y protocolos muy eficientes para tratar con niños, niñas y adolescentes en conflicto con la ley.

Sobre quienes dudan que puedan ser verídicos relatos como los que aparecen en su libro, tales como el de un niño comandante del Cártel Jalisco Nueva Generación de tan sólo 15 años, o el de una niña de 16 años que regenteaba una red de casi 50 prostitutas y una más que ayudaba a que bebés fueran secuestrados en parques, entre otros, dice que la negación es un mecanismo de defensa natural de la sociedad. “Reconocer estas realidades produce dolor, por lo que es mejor voltear para otro lado o negarlo”.

Son infancias tan interrumpidas que cuenta el caso de un muchacho de 17 años, detenido por actividades criminales, incluso ya padre de familia, al que ella encontró una vez en unas escaleras del reclusorio donde se encontraba, saltando de peldaño en peldaño.